Durante la Guerra Civil española la ciudad de Alicante sufrió numerosos y sangrientos bombardeos. Para intentar protegerse de ellos contó con un importante número de refugios, además de artillería antiaérea. En ocasiones también con cazas que desde el aeródromo de Rabasa intentaron proteger el puerto y la ciudad, pero la falta de aviones y la necesidad de estos en el frente hicieron que estos jugaran un papel muy discreto. Sin embargo, el 4 de julio de 1938 no fue así, y en los cielos de la bahía de Alicante se produjo un combate que evitó el bombardeo de su puerto, como leeremos.
La mañana del 4 de julio de 1938 dos petroleros iban a descargar combustible en Alicante. La ciudad estaba sufriendo los sangrientos bombardeos de la aviación fascista con el objetivo de sembrar el terror para desmoralizar a la población civil, y destruir las instalaciones estratégicas de la ciudad, en especial de su puerto. Estas operaciones en la retaguardia eran muy importantes para mantener la logística republicana, y a su vez, eran un objetivo primordial para el ejército sublevado, que era informado de ellas por la quinta columna. Consciente de ello, y ante la importancia que tenía esa descarga, el alto mando republicano decidió trasladar a una patrulla aérea desde el aeródromo de Liria al de Rabasa para protegerlo. Concretamente tres Polikarpov I-16, pertenecientes a la 3.ª Escuadrilla de Moscas, así llamados popularmente, a cuyos mandos estaban los jóvenes pilotos madrileños Andrés Fierro Menu y Vicente Yuste Gorbatón, junto al valenciano, nacido en Méjico, Francisco Tarazona Torán, sargento al mando de esa patrulla. No era la primera vez que este último había estado en Alicante, ciudad que le encantaba, ya que un mes antes, el 15 de junio, había estuvo en Rabasa recepcionando un Polikarpov I-16 salido del Servicio Aéreo de Fabricación, SAF-15, de Alicante, siguiendo órdenes de su superior, el as de la aviación republicana, José María Bravo que estaba al frente de la 3.ª Escuadrilla de Moscas y cuyos aparatos llevaban pintados sobre su fuselaje la pieza de dominó del seis doble como seña identificativa.
Por esa razón esa mañana los tres “moscas” alzaron el vuelo desde el aeródromo de Rabasa, y comenzaron a patrullar el espacio aéreo a 6.000 metros mientras en el puerto se efectuaba el traspaso del crudo a las instalaciones portuarias. Desde sus aviones miraban constantemente el cielo, era un día luminoso, para divisar cualquier aparato enemigo que pudiera aparecer. Deslumbrado, Tarazona tapaba con un dedo el Sol para descubrir si algún avión pretendía acercarse aprovechando el deslumbre de este, cuando por la parte izquierda del resplandor vio unos pequeños puntos que se acercaban. Eran seis bombarderos trimotores Savoia Marchetti SM.79 pertenecientes a la Aviación Legionaria Italiana que volaban desde su base de las islas Baleares a Alicante para bombardear su puerto. Tras avisar a sus compañeros los tres moscas se elevaron a 7.000 metros, los Saboyas venían a la considerable altitud de 5.000, se adentraron en el mar para sorprenderles y se acercaron a ellos por su lateral. Asombrados los bombarderos italianos se pusieron nerviosos, pues su vuelo comenzó a ser inestable. Los tres cazas se lanzaron a atacarles de costado. Ante esto los Savoia cerraron la formación y aceleraron para intentar llegar al puerto lo antes posible, pero los “moscas” se metieron dentro de su formación disparándoles, mientras los bombarderos les abrían fuego de cañón desde sus torres. El Polikarpov de Andrés Fierro comenzó a tener problemas en el motor, por lo que tuvo que abandonar la lucha y aterrizar en Rabasa, algo que, en el fragor del combate, no fueron conscientes sus dos compañeros. Pese a que algunos cañonazos impactaron sin consecuencias en el aeroplano de de Tarazona, los bombarderos rompieron sus formación, y tres de ellos viraron apresuradamente antes de llegar a puerto lanzando sus bombas al mar y haciendo un picado tremendo para escapar de los cazas, que se olvidan de ellos y fueron a por los restantes que seguían su rumbo hacía la ciudad. Tarazona y Fierro se ensañaron ametrallando al Savoia jefe de la escuadrilla que empezó a arder “comenzando a girar sobre su plano derecho en una barrena plana”. Ante esto Fierro le siguió, ametrallándole continuamente por si fuera una artimaña, mientras Tarazona se lanzaba contra otro bombardero que estaba en su línea de vuelo y comenzó a dispararle, pero sorprendentemente este no le contestó. Ante esto el aviador republicano siguió al Savoia cuyo motor derecho no le funcionaba, muy probablemente esperando poder capturarlo si este hacía un aterrizaje de emergencia, lo que hubiese supuesto todo un triunfo, ya que la aeronave pasaría a las filas republicanas. Pero no fue así, el bombardero continuó su rumbo en un extraño vuelo mientras Tarazona le seguía un considerable tiempo hasta que llegó cerca del aeródromo del Carmoli, en el término de Cartagena, y el Savoia con su motor parado se adentraba en el mar perdiendo altura poco a poco. El republicano dio la vuelta, por miedo a que le escaseara el combustible y la munición, y regresó a Rabasa, llegando a la conclusión de que aquel bombardero se había convertido en un avión fantasma con todos sus tripulantes muertos que descendería de altura lentamente hasta caer al mar. Con la satisfacción de haber evitado el bombardeo al puerto Tarazona llegó a Rabasa y se reunió con Yuste que se disponía a aterrizar, pero se encontraron con la sorpresa de que el aeródromo había sido bombardeado por otros seis bombarderos de la Aviación Legionaria italiana que habían entrado por el norte. Ante esto los dos “moscas” pusieron rumbo al aeródromo del Carmolí donde aterrizaron, desconociendo por qué no lo hicieron en los del Alted, Onil, Santa Pola o Monóvar, mucho más cercanos. Muy probablemente porque era más conocido para ellos, ya que en él habían hecho instrucción, y estaría más preparado logísticamente. Ya en él su superior José María Bravo se puso en contacto con ellos desde Rabasa ordenándoles que regresaran, pues la pista no se había visto afectada por el bombardeo. Tras media hora de vuelo aterrizaron en el aeródromo alicantino donde se encontraron con su compañero de patrulla Andrés Fierro, que había aterrizado por sus problemas técnicos, y con la 3. ª Escuadrilla de Moscas, con Bravo a la cabeza, que se habían trasladados del aeródromo de Liria al de Rabasa, con la intención de defender la zona de Alicante a Cartagena.
Mientras, ese mismo día, el gobernador civil de la provincia enviaba el siguiente telegrama al gobierno: “A las 10:30 del día de hoy, han volado sobre el campo de Rabasa, 9 aparatos 'Savoia'; arrojando sobre el mismo 50 bombas explosivas de 100kg y 40 incendiarias de 20kg, que han causado desperfectos de escasa importancia. Afortunadamente no hay que lamentar desgracias personales”. Por su parte los sublevados escribían la siguiente información en el parte oficial de guerra de ese día: “Nuevamente ha sido bombardeado el aeródromo de Rabasa, 5 aviones italianos arrojan sobre el aeródromo un total de 60 bombas. Las bombas son arrojadas desde 5.400m. En las que se encuentran 40 bombas de 100kgs y 20 incendiarias de 20. Los bombardeos son atacados por 3 cazas que acuden en auxilio y ponen en fuga a los aviones”. Paradójicamente la actuación de los cazas solo es mencionada por el parte del ejército franquista. Como vemos la información es sesgada o incompleta, ambos solo hablan de una escuadrilla de aviones italianos. Sin embargo la DECA, el cendro de Observaciones de Valencia, comunicó que a las 10:00 dos escuadrillas de la base de Palma iban en vuelo a las 9:50 hacia la costa alicantina. Pero luego solo informaron de una de ellas, con siete aparatos, que sobrevoló el Cabo Huertas, por el norte, entre las 10:30 y las 10:40, a 4.000 metros, arrojando entre cincuenta y cien bombas de diferente peso durante tres minutos sobre el aeródromo de Rabasa, siendo amenazados por los antiaéreos. El bombardeo tuvo poca eficacia pues no causaron daños, salvo cortar las comunicaciones telefónicas con el aeródromo de Rabasa, desapareciendo los bombarderos Savoia por el este. En el informe se menciona que Salió un avión Fiat, algo que no sucedió, y tres moscas a perseguirles pero que desconocían el resultado de esta persecución. Por todo ello vemos la falta de información sobre la otra escuadrilla de Savoias que entró a la bahía por el este y el resultado de su enfrentamiento con los Polikarpov republicanos que, al ser sobre el mar, no tuvo espectadores pues estarían guareciéndose o más interesados en los otros Savoias, a los que muy probablemente la presencia de los cazas obligó a hacer el bombardeo de manera precipitada y poco efectiva. Bombarderos que carecían de protección de cazas, lo que nos hace ver la impunidad con la que efectuaban sus acciones. Por todo ello se puede considerar que la actuación de los moscas fue un éxito, consiguieron derribar dos Savoia Marchetti y evitar el bombardeo al puerto, pese a que ese día sobrevolaron la bahía y puerto de Alicante el considerable número de doce bombarderos en dos escuadrilla que entraron por dos zonas diferentes. Sin embargo, la inferioridad numérica de la aviación republicana era clamorosa y no pudieron evitar el poco efectivo bombardeo a Rabasa.
El 7 de julio, tres días después, la escuadrilla despegó y puso rumbo al aeródromo del Carmolí en Cartagena y de allí a Camporrobles, al noroeste de Utiel, para actuar en el frente de Aragón, donde el 18 de ese mes moriría al ser derribado Vicente Yuste Gorbatón durante una misión en la zona de Sarrión. Como se ha visto, la presencia de cazas republicanos era una importante baza para la defensa de la ciudad, sin embargo, como describió el propio Francisco Tarazona en sus memorias: “La única fuerza aérea de la República tiene que ser usada en todas partes, en todos los frentes. Los únicos aviones que no van de La Ceca a La Meca son los que están destacados para la defensa de los grandes puertos. Ni Madrid, ni Alicante, ni Almería, salvo en ocasiones muy especiales, conocen de estos medios de defensa. Los cielos y mares, en los alrededores de Barcelona y Valencia, son vigilados por una patrulla de «Moscas» desecho de las escuadrillas, aviones capotados que se han reparado, y que, en los picados, se tuercen en barrenas involuntarias, tripulados por individuos ineptos. El resultado es obvio. Todo el idealismo está en las trincheras. Los civiles y la retaguardia dudan”.
MIGUEL ÁNGEL GUILL ORTEGA
Bibliografía:
TARAZONA TORAN, Francisco, 1974: Yo fui piloto de caza rojo. Editorial San Martin. Madrid.
ROSSER LIMIÑANA, Pablo. (coord.), 2018: Alicante en guerra: de la ciudad republicana de retaguardia y refugios, a la ciudad destrozada, derrotada y franquista. Vol I. Ayuntamiento de Alicante. Alicante.