En el año 1961 los alicantinos y turistas que subieron al
Castillo de Santa Bárbara se llevaron una sorpresa. A la entrada de la
fortificación, en el Revellín del Bon Repós, hoy torpemente habilitado para
aparcamiento de autobuses, se encontraron con una esbelta pirámide de sillería.
Una placa conmemorativa situada en uno de sus lados indicaba que se trataba de
un monumento conmemorativo en memoria del cartaginés Amílcar Barca. Así fue
como lo recogió brevemente ABC en su edición del 19 de abril de 1961. Pero ¿por
qué se colocó un monumento en honor a Amílcar en ese lugar y además con esa
extravagante forma? Pues bien, esta historia tiene dos comienzos diferentes que
confluyen en el tiempo con la colocación e inauguración del monumento. Vayamos
por partes.
A finales de la década de 1950, el Ayuntamiento acuerda por
fin la clausura y el desmantelamiento definitivo del Cementerio Católico de San
Blas. A los propietarios de panteones y tumbas se les ofrecieron facilidades
para trasladar los restos de sus seres queridos, así como sus capillas al Cementerio
Municipal de Nuestra Señora del Remedio. Aquellos cuerpos que no fueron
reclamados acabaron en la cripta de la actual Iglesia de San Blas. Por su
parte, los panteones que no fueron trasladados pasaron a manos municipales, siendo
sacado a pública subasta el aprovechamiento de sus materiales. Sin embargo el
Ayuntamiento se reservó el derecho de desmontar y recolocar como monumentos
algunos de los panteones singulares. Que sepamos, se colocó una columna
funeraria en la rotonda del Castillo de San Fernando transformada en monumento
a los Héroes Alicantinos de la Guerra de la Independencia; y otras tres tumbas,
vacías, fueron colocadas en el Castillo de Santa Bárbara. A saber: el panteón
de Berenguer de Marquina en el Baluarte de Santa Ana, el monumento a Nicolás
Peris situado frente a la Torre de Santa Catalina y la pirámide que nos ocupa.
A excepción de esta última, todos se conservan en su lugar y han sido
recientemente restaurados.
Del panteón piramidal, hoy en paradero desconocido, hemos
descubierto que en 1912 era propiedad de Bernardino Roca de Togores y que en su
interior estaba enterrado desde 1882 Ramón Sardina, Director de la sucursal del
Banco de España en Alicante. Este
panteón piramidal es prácticamente idéntico a otros de carácter masónico
situados en diversos cementerios españoles y europeos.
Tanto la pirámide como la columna funeraria del Tossal son
visibles en las pocas fotos de conjunto que se conservan del Cementerio
samblasino.
Para comprender el porqué de la lápida de Amílcar tenemos
que viajar a 1932. En las excavaciones realizadas en el Tossal de Manises fue
hallado un fragmento de inscripción que el Catedrático José Lafuente Vidal en
su obra “Alicante en la Edad Antigua” interpretó erróneamente como parte una
lápida conmemorativa de la tumba de Amílcar. La aparición de dos nuevos
fragmentos en 1958 y el encaje en el fragmento de Lafuente, realizado en 1970
por el Director del Museo Arqueológico Provincial Enrique Llobregat, dieron al
traste con esta hipótesis que ya de por sí se sustentaba de forma precaria.
Ya pueden suponer de qué forma confluyen estas dos historias
en lo alto del Benacantil. La pirámide colocada en 1961 con sus inscripciones
conmemorativas y la reconstrucción de la lápida de Lafuente dejaron de tener
sentido tras la publicación del estudio de Llobregat en la revista número 4 del
Instituto de Estudios Alicantinos y su difusión en la prensa local. Si a esto
unimos la conversión del baluarte en aparcamiento de autobuses, el desmontaje
del monumento era cuestión de tiempo.
Fuentes:
- Diario ABC
- Revistas del IEA Juan Gil-Albert
- Archivo Municipal de Alicante
ALFREDO CAMPELLO QUEREDA
Publicado en ABC Alicante el 14 de septiembre de 2014
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