Debo reconocer que no me lo esperaba. Y, para ser sincero, yo ya había estado allí. Hace muchos, muchos años. De modo que debía saber qué es lo que me iba a encontrar. Además, no hacía mucho que mi amigo Rubén Bodewig (quién me recomendó, por cierto, la visita) había publicado unas fotos magníficas de La Muralla Roja...Y para colmo, Bofill no es de mis arquitectos preferidos.
Aún así. No me lo esperaba. De mis experiencias -entre místicas e infantiles- en La Muralla Roja, hablaré en su momento. O en varios momentos, porque me temo que me llevará más de una entrada sólo ese edificio. Ese, La Muralla Roja, era en realidad mi objetivo. Y bajar, si tenía tiempo, a lo que en su momento fue el Club Social que Bofill diseñó para estos edificios.
Así que...¿De qué estamos hablando? ¿Qué es La Manzanera?
Cuando te desvías desde la carretera nacional hacia Calpe, y tuerces a la derecha y te encuentras -ya- un cartel que indica la dirección hacia los "edificios de Ricardo Bofill", te das cuenta de que en Calpe, esta zona tiene su importancia. Entonces, siguiendo las indicaciones, te vas adentrando en un entorno, aunque relativamente habitado, también con una apariencia de agreste y solitario. Tras unos giros de la carretera, y casi de sopetón te encuentras los dos edificios más llamativos del enclave, ambos de Ricardo Bofill: Xanadú a la izquierda y La Muralla Roja a la derecha.
Imagen: Google,maps / Street View |
Aún en ese momento, al margen de que me gustaran más o menos los edificios, no fui consciente de que estaba a punto de entrar en un micromundo ajeno por completo al resto, pero perfectamente integrado en el magnífico y bellísimo entorno de la Cala Manzanera; de separarme en el tiempo y en el espacio para entrar en una especie de no lugar en el no tiempo. Algo atemporal. Algo que no se describe, pero sí se nota. Mejor, algo que -poco a poco- se va notando. Incluso días, semanas, después.
No quiero extenderme demasiado. Se, porque no tengo la suficiente destreza, que no podré transmitir las sensaciones que me produjo la visita. Espero, al menos, que os mueva la curiosidad, y vayáis, y sintáis algo parecido.
En esta entrada podréis ver las fotos que le hice al Xanadú, casi de pasada entre La Muralla Roja y el Club Social. A continuación, fotos del propio Club Social en el estado -lamentable- en que se encuentra. Parece que el ayuntamiento de Calp quiere restaurarlo y hacer algo interesante con él. Ojalá.
Además, y por gentileza de mi amigo, y excelente fotógrafo, Nacho Sendón, podéis disfrutar de unas estupendas fotos de Atrium, la tercera obra en discordia de Bofill en La Manzanera, a la cual no tuvimos ocasión de hacerle demasiado caso, y una foto más de Xanadú.
Para terminar, el título no es caprichoso en absoluto. Esta visita la hice acompañado de mi hermano, Ramón Escolano. Los dos somos neófitos en materia arquitectónica, y dado que su punto de vista difiere bastante del mío, al tiempo que es un magnífico escritor, os ofrezco su opinión tras las imágenes.
Seguro que os sorprenderá
El entorno, desde el Club Social |
-"Te ¿vienes a Calpe una tarde? – Mi hermano
-¿A qué? -Yo
-Voy a hacer unas fotos de unas casas. Así echamos la tarde y luego nos tomamos una cerveza.”
Y claro, yo nunca digo que no a una cerveza y menos si sospecho que voy a ser invitado. Así pues con esa premisa (y promesa) me embarqué. Llamadme facilón.
Allá que nos fuimos, con un Yaris como navío y a los acordes de Highway to Hell (entre otras varias). Al pasar por Benidorm vimos, desde la autopista, un edificio muy chulo de cuyo nombre no me acuerdo, pero que al parecer va a ser de los más altos cuando esté acabado.
Reconozco que desde que la salida “Calpe” de la autopista hasta que llegamos al que era nuestro destino (la cala Manzanera) se me hizo largo. Y eso que está bien indicado y ni nos perdimos ni nada (cosa que nos siempre podemos decir mi hermano y yo cuando vamos a hacer fotos…, pero esa es otra historia). Como digo está bien indicado con sucesivas flechitas con el letrerito de “Edificios Bofill”. Se ve que la cosa es importante y el payo también.
Y allá que llegamos. Y allí estaban. Los edificios. Cosa obvia, ya que están allí desde finales de los 60-principios de los 70. Vaya fiasco habría sido de no estar. Pero estaban. Según tengo dicho, hoy tengo que hablar de lo que me parecieron por fuera y de la cala y el recinto social de dichos edificios. Y llevo un buen rato hablando, pero rato… Hasta que me he dado cuenta de que quizá, y sólo quizá, mi hermano se refería a que lo escribiera. Tardo, pero al final voy al sitio…
Bien. Los edificios, por fuera bien. Me gustó más el rojo, La Muralla Roja -nada que ver con la Muralla China, que también es “Roja”, pero pilla más a desmano-, que el verde (Xanadú…, creo que hicieron una peli, pero no me hagáis mucho caso). Ya hablaré otro día del rojo por dentro y como le puede cambiar a uno la opinión. El verde sólo lo vimos por fuera y, bueno, además de ser de un verde feo (seguro que las damas que lean esto tendrán una variante más exacta de la tonalidad, para mí: verde feo), parecía estar hecho a retales. Como si le hubiera dado un Exin Castillos y una botella de Bourbon a un niño y él hubiera reflejado el resultado (igual lo hizo, viendo como despuntó luego el hijo…)
Para finalizar la tarde bajamos hasta el club social, junto a la susodicha Cala. Bien. Partamos de que yo soy muy gallina. Pero muy. Pero de susto más que fácil. Dicho esto, lo que queda ahora del club social tiene más pinta de lugar de reunión para hacer sacrificios de vírgenes a Satán (llámale Satán, llámale cualquier otro bicho al que se le hagan sacrificios), que de un lugar de ocio y diversión… Aunque bien mirado, los de los sacrificios también se lo pasarán bien (no tanto los sacrificados).
Dicho todo esto (y después escrito) la tarde se puede resumir de una manera: la cerveza quedó en promesa. ¿Lo pasé bien? Sí. Pero, ¿y mi cerveza? Que ya se sabe que cerveza que se pierde ya no vuelve.