Palabras de agradecimiento con motivo de la entrega de la distinción honorífica de Título de Hijo Predilecto de Alicante, a D. Enrique Cutillas Bernal en el Pleno Extraordinario del 13 de diciembre de 2012.
Sra. Alcaldesa y Concejales en pleno del Excmo. Ayuntamiento de Alicante, Autoridades,
queridos amigos y paisanos. Buenos días a todos.
Me corresponde, en nombre de mi madre y mío, dar las gracias en este Pleno Extraordinario
por la entrega del Título de Hijo Predilecto de Alicante a mi padre, Enrique Cutillas Bernal .
Distinción que nos honra profundamente.
Como orgulloso hijo y alicantino, el solo hecho de hablar de mi padre ya resulta un honor en
sí mismo. He preparado estas líneas tratando de emular, si quiera sea en las formas, el rito
que vuestro hijo predilecto seguía al escribir. Sobre cuartillas, manuscrito con sus bolígrafos
favoritos, y esquematizando las ideas que nacían en sus fichas. Ritual que espero, nos
acerque hoy a él.
Y permítanme seguir más con la expresión acelerada, y el nudo de la emoción por esta
distinción. A sabiendas de lo injusto que resultaría, en un acto en torno a los cinco insignes
paisanos que nos reúnen, terminar aquí sin más el agradecimiento. Porque –y hablo ya de mi
padre– nunca lo vi rellenar sus trabajos sino vaciarse de cariño en ellos. Sean cuales fueran.
Hace 15 años, un poco más, el 26 de febrero de 1997, ese mismo espacio, solemne, el salón
azul, acogía la presentación de un libro. Este libro, el primero que se publicaba de mi padre,
se titulaba “El monasterio de la Santa Faz: El patronato de la Ciudad: 1518-1804”
Casi nada, alicantinos. ¡La Santa Faz! Porque Enrique Cutillas es cronista, Enrique Cutillas
es articulista y Enrique Cutillas, ahora, es hijo predilecto. Pero antes que todo esto, Enrique
Cutillas es Santa Faz y Alicante ha de reivindicarlo. Nada que ver con la magia o la
autenticidad de la reliquia, sino con algo más real y palpable, objeto de codicia de las élites
sociales: el fervor que mueve a los alicantinos hasta su más importante centro de
religiosidad.
Aquel día de 1997, mi madre y yo asistíamos, silentes, a esta puesta de largo. Y apenas, se
lo aseguro, podíamos vislumbrar las satisfacciones que recibiríamos del historiador. Hoy
somos nosotros quienes recibimos en su derecho el foco de atención. En el mismo lugar y ya
con una idea más formada del alcance de quien a la postre sería Cronista Municipal.
El homenaje que a título póstumo hoy le brinda la Ciudad culmina el que ya le dedicaron
antes, con el mérito del pionero, otras ilustres instituciones locales, como la Universidad de
Alicante, el Real Liceo Casino, el Ateneo Científico y Literario y sobre todo, prueba de su
reconocimiento popular, callados actores de la Ciudad como son cofradías de Semana Santa,
hogueras y barracas.
Llegados a este punto quiero revelar que fue, muy cerca de aquí, en las dependencias que
ocupaba el viejo archivo municipal, en los bajos del edificio consistorial en el que ahora
estamos, donde descubrí por vez primera qué era esa investigación en que mi padre ocupaba
su tiempo. El papel viejo, con olor y tacto característico que bien respetan quienes beben
estas fuentes. Sin duda me considero un testigo privilegiado de ello y me da cierta libertad
para aseverar que, apreciados asistentes, puede haber eruditos y entendidos, pero no dejan
de ser habilidosos diletantes de la historia leída en papel satinado, rústica y las más veces,
lugares comunes. Pero para investigar la Historia, para ser cronista de verdad, no vale el
nombramiento de un pleno municipal. Ni siquiera te hace falta. Has de optar por descender,
agarrado al pasamano de los legajos, hacia un destino conservado en los archivos y al que
llegas para cuestionarlo. Y esto, hacerlo un día tras otro, año tras año.
Así se lo tomaba mi padre, no me cabe duda. Con una peculiar combinación de
responsabilidad e ironía, ya fuera para llamar la atención por antiguas dejaciones
municipales que ocuparon antes esos asientos, ya fuera para alertar a actuales corporaciones,
como en el ameno estudio que Cutillas Bernal nos dejó sobre la geografía urbana del Plà del
Bon Repós de 1940 a 1990. Ahora, a la vista de los honores que tributa la Ciudad en la que
escogió quedarse a vivir el autor, y siempre que Cultura, Sr. Miguel Valor, me brinde la
ocasión, me veo placenteramente obligado a pedir, para Alicante, la recuperación pública de
este primigenio trabajo de su hijo predilecto.
Por lo dicho anteriormente, la obra de investigación que ha dejado mi padre, la más severa,
la de más difícil comprensión, ha de trascender a la escrita en su condición de cronista
municipal, cargo que ocupó los tres últimos años de su vida. Lamentablemente, como
Cronista de este Ayuntamiento, mi padre no pudo asistir a la presentación de ninguno de los
tres libros que nos legó sobre su visión de setenta y cinco años del siglo XX.
En efecto, y para terminar, desde donde empezaba, sus tres libros sobre la Santa Faz
acicalaban el contenido de la que había sido la tesis doctoral de Cutillas Bernal. Sobre el
monasterio de las Clarisas, su fundación municipal hace más de 500 años, el trato y dejación
que impartieron gobernadores y corporaciones de todos los colores, la vida cotidiana de las
monjas, las encomiendas de los alicantinos ante la muerte y en fin, cómo fue arrebatada la
propiedad del monasterio por la diócesis hace algo más de 30 años.
En medio de todo ello, casi medio millar de artículos, muchos de ámbito históricocientífico,
pues no en vano el doctor Enrique Cutillas Bernal tuvo merecido predicamento
por su rigor entre la comunidad universitaria, donde el tema del monasterio verónico se
mostró en foros nacionales. Pero sobre todo, por centenares de artículos de prensa que en
apenas 10 años, publicó en el Diario Información de Alicante, dotándole, no me cabe duda,
del predicamento popular que es la causa de que, muchos de ustedes estén hoy aquí.
Etimológicamente historiador viene de histor, que en el griego clásico pudiera traducirse
como 'el que ve', y hoy 13 de diciembre se celebra Santa Lucía, la patrona de la vista. Desde
luego, aún con mi gesto adusto por la responsabilidad de mostrarme sinceramente honrado,
evoco el rostro de mi padre, y sé que, con mucho más sentido del humor recibiría él este
honor que hoy le conceden.
Muchas gracias.
ENRIQUE CUTILLAS IGLESIAS