Las tensiones locales y las Germanías.
El gobierno municipal continuó preocupando a la monarquía. El 3 de julio de 1502 se confirmó con matices la insaculación, en unos tonos más aristocráticos. Una comisión de doce graduadores revisaría quinquenalmente a los candidatos. La elección del justicia se trasladó a San Andrés, la de los jurados al último día de Pascua, y la del almotacén a San Bartolomé. Ingresaron en el Saco Mayor el sobrecequiero y el clavario. Se intentó controlar el endeudamiento municipal. En 1508 padeció una nueva suspensión, y en 1510 se confirmó otra vez, ejemplificando las dificultades de la ciudad, sometida a las disputas oligárquicas, los rigores del endeudamiento inducido por la monarquía y la exclusión de los menestrales (obligados a cargar con el grueso de los pagos de la hacienda local).
Estos problemas fueron comunes a otras localidades del Reino de Valencia con variantes, y condujeron al estallido de las Germanías, expresión inicialmente despectiva aplicada a una fraternidad de mala gente. Sus partidarios se inclinaron por la de “germandat”, pero la primera hizo fortuna, bautizando definitívamente el alzamiento popular que intentó reformar la institución y la gestión municipales. Al comienzo se legitimó en nombre del monarca, pero el ritmo de los acontecimientos condujo a la ruptura descarnada con las autoridades reales y a la violencia antimusulmana. A partir de agosto de 1519 se configuró en la capital valenciana la germanía por vez primera. El 22 de febrero de 1520 los agermanados de Valencia enviaron emisarios a otros puntos del Reino para extender el movimiento. El 22 de junio de aquel mismo año la inquietud ya atenazaba Alicante: sus jurados mostraron su fidelidad al virrey don Diego Hurtado de Mendoza, que les instó a administrar justicia. Sin embargo, en agosto Orihuela se sumó a la rebelión, arrastrando finalmente a nuestra localidad.
El cronista Bendicho intentó minimizar el vuelo de la germanía en Alicante, ciudad siempre fiel al monarca, y Viravens interpretó en este sentido una serie de cartas de las autoridades reales a nuestro municipio. Sin embargo, la lectura de Martí de Viciana, Bellot, Escolano y Cascales, además del estudio de documentos como los de las composiciones, no lo confirma. A la espera de ulteriores investigaciones, bien podemos sostener su importancia en nuestra ciudad.
En el último trimestre de 1520 los grupos de la ciudadanía menor se alinearon militarmente sin el consentimiento de la autoridad, estructurándose en “dehenes” al uso de la hueste municipal. El propio Bendicho menciona el alzamiento de una de sus banderas en la calle de labradores, que Viravens interpretaría como un intento de los sublevados de sumar a su causa al caballero Francesc Pérez. Esta fuerza popular impondría una Junta de Trece encargada de supervisar y corregir las elecciones locales, el reparto de cargas y otras gestiones de una administración municipal que no sería abolida de “iure”.
Pronto surgieron las discrepancias entre agermanados moderados y radicales. Carlos I, con el deseo de aprovecharlas, envió como mediador al secretario aragonés Juan González de Villasimpliz, viajando hacia Alicante por la también agermanada Jijona en compañía del moderado Soriano. El 22 de febrero de 1521 llegó a nuestra localidad. En aquel mismo mes la insurrección ilicitana contra su señor don Bernardino de Cárdenas fortalecería al ala radical.
Las tendencias moderadas se impusieron en Alicante, libre de tales vínculos señoriales, y el citado secretario consiguió la detención del síndico ilicitano por los oficiales reales de nuestra ciudad. El 30 de marzo Carlos I advirtió a Alicante contra cualquier anulación de derechos fiscales y le instó a separarse de la germanía. Tal cosa no sucedió, y el 30 de abril los agermanados alicantinos escribieron a Valencia recabando auxilio.
Las hostilidades se desataron con vigor. Los agermanados compensaron su derrota en Oropesa el 4 de julio con la toma del castillo de Játiva el día 14 y la victoria en la batalla de Gandía el 24, donde combatieron al lado del virrey varios caballeros alicantinos. El enfrentamiento tuvo un cariz fratricida muy marcado. En las Montañas los agermanados desataron la furia de los bautizos forzados de los mudéjares.
En las inmediaciones de Alicante se acecharon las fuerzas virreinales de Andrés Porta, sitas en su Huerta, y las agermanadas de tránsito en Jijona, que iban a socorrer a Orihuela. Los grandes aristócratas de la gobernación, como su titular don Pero Maça, combatieron con denuedo la germanía. Contaron con el apoyo del adelantado de Murcia, el marqués de Los Vélez don Pedro Fajardo, que había coqueteado con los comuneros.
Las fuerzas caballerescas lograron sus objetivos. El 12 de agosto capituló finalmente Elche. Antes del día 26 Alicante siguió el mismo camino, dada la inclinación de muchos de sus naturales y el influjo de don Pero Maça en la localidad, según Martí de Viciana. La tenencia del castillo por Gaspar Tárrega (justicia en 1528 y en 1533) resultó de gran importancia, ya que la posesión de las fortalezas de villas y ciudades facilitó la estrategia nobiliaria, como también se verificó en Játiva y en Orihuela. El 30 las fuerzas agermanadas, entre las que se contaron soldados alicantinos, encajaron una derrota definitiva en la batalla de Orihuela. El brutal saqueo de la capital de nuestra gobernación, en el que se profanaron sus templos sin escrúpulos, se asemejó más a una campaña de Pedro el Cruel que a una simple operación aristocrática de pacificación de vasallos. Las anteriores muestras de cooperación entre los comuneros murcianos y los agermanados valencianos fueron arrinconadas vergonzosamente por el tradicional odio entre vecinos enfrentados por términos territoriales y la creación del nuevo obispado oriolano.
El 26 de agosto el virrey exigió a Alicante la contribución de tres a cuatro mil ducados de oro para su ejército. El municipio podría recurrir a la confiscación de los bienes de los agermanados o a la imposición de algún arbitrio sobre los derechos reales. Se ofrecieron dos mil a través de Jaume Torres. Las huestes del marqués de Los Vélez y del de Elche emprendieron su ruta hacia Valencia por el camino interior de Villena y Requena, pero los dineros pagados no bastaron y el Campo del Turia sufrió su brutal saqueo en octubre y noviembre. Prohombres como Pere Seva (justicia en 1507 y en la recuperada Alicante de 1521) cooperaron con gusto con la causa nobiliaria y combatieron contra los agermanados en retirada. El 18 de noviembre de 1522 el municipio alicantino mandó a Canales una fuerza nada baladí de 150 hombres.
En cambio otros alicantinos optaron por proseguir la lucha en los últimos enclaves agermanados de Játiva y Alcira. El virrey les ofreció salvoconducto en 1522. Ese mismo año Alicante pagó una composición o sanción económica de 7.000 ducados frente a los 6.000 de la más poblada Orihuela y los 2.500 de Elche. Todavía en enero de 1524 la virreina doña Germana de Foix mandó actuar contra la buena memoria de nuestros agermanados, germen de la política posterior del silencio desplegada por los amantes de las glorias locales al servicio de la monarquía.
Las consecuencias de la insurrección.
En contra de lo que algunos autores sostuvieron sin grandes datos, la animación del puerto de Alicante no arrancó tras las Germanías, según hemos comprobado anteriormente. Tal hipótesis, muy mal informada, suponía que la fuerte represión de los agermanados de Valencia obstaculizaría la expansión mercantil de su puerto, mientras la fiel (?) Alicante recibiría franquicias muy valiosas, que no se detallaban de ninguna forma. Se remataba el disparate con alguna consideración anacrónica e inoportuna acerca de la antivalencianía alicantina, corrosiva para el País (¡).
El fracaso de las Germanías no nos aportó ninguna lluvia de premios precisamente. Mientras los monfortinos representaron el 24´5% de la población del término general en 1510, trece años después decayeron al 15´2%. Las cifras de pobres indican que muchos indigentes abandonaron las áreas ponentinas para refugiarse en Alicante, sobrecargada con un 28´6% de pobres antes de la peste de 1529, corolario de las dificultades de los tiempos. En 1535 las partidas de l´Horta i Ravalet, Canyelles, Cotelles y Lloixa registraron el mísero número de veinticuatro vecinos, quizá como consecuencia de algún fenómeno de ocultación fiscal. Los enfrentamientos y las fobias perjudicaron a nuestros productores, y el municipio alicantino respondió hasta 1544 agravando las prohibiciones de compra de comprar productos hechos en otras localidades, como las modestas “espardenyes”.
En lo político, la monarquía intentó acrecentar su autoridad potenciando la oligarquización. La insaculación quizá fuera temporalmente abolida al igual que la de Orihuela. Entre 1522 y 1523 Bendicho no registró ningún titular del oficio de justicia, ejerciéndolo en 1524-25 Francesc Bernat, el de 1519, cuando las ordenanzas vedaban permanecer en el cargo dos años consecutivos. El 16 de junio de 1545 el emperador Carlos removió los escollos para convertir en jurados a Pere Seva, Pero López de Ayala y Joan Castelló, que representaron una combinación de familias oligárquicas en declive y advenedizos a la caza de oportunidades en una plaza mercantil con importantes obras de defensa en curso. Entre 1524 y 1546 los Pasqual, los Martínez de Vera y los Ferrández de Mesa, entre otros, mantuvieron su hegemonía local. Durante la postguerra se agravó un problema bajomedieval, el del influjo del gobernador Pere Maça de Liçana y del marqués de Elche. Este último porfió con nuestro municipio por la preeminencia de su escudo sobre el ciudadano en la Porta Ferrissa, recomendando a Carlos I que no recalara en Alicante al retorno de su penosa expedición a Argel en 1541.
Carlos I
Las Germanías introdujeron la enojosa cuestión morisca en la precaria coexistencia religiosa del Reino, justo cuando se recrudeció la amenaza otomana en el Mediterráneo. La brutal y forzada conversión de los mudéjares consiguió finalmente el beneplácito de la Corona y de la Iglesia sin excepciones. Los musulmanes ilicitanos que combatieron al lado de sus vecinos cristianos corrieron pareja fortuna que los fieles al señor de Novelda, el citado Pere Maça. La conversión no les garantizó ningún alivio fiscal, perjudicial para las arcas de los potentados. La insurrección de Benaguacil y del Espadán no se acercó a nuestras comarcas, y sus conversos se decantaron más por la adaptación flexible. En la cercana Novelda la guerra agermanada se insertó dentro de una lenta y penosa recuperación, pues los 193 cabezas de familia de 1379 se convirtieron en 230 en 1510 y en 233 en 1563. Hasta 1572 su población no levantó el vuelo. A la par que experimentaba nuevos bríos a partir de 1547, el Montfort islámico fue herido de muerte al reducirse a cinco hogares en 1563. Los moriscos de Agost presentaron una importancia testimonial, reiterándose las condiciones de su carta en 1535. El golpe morisco acentuó la agónica declinación del muy modesto mudejarismo alicantino.
Los primeros tiempos modernos conservaron no poco de la herencia alicantina bajomedieval de potentados locales y de combates contra los musulmanes. Sin embargo, su crecimiento comercial ya se encontraba a pleno ritmo, conectando con realidades geográficas cada vez más lejanas. Este nuevo Alicante llegó a la madurez en el último tercio del XVI, y sin él nada de nuestro presente sería inteligible.
VÍCTOR MANUEL
GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo
Fuentes:
* ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.
- Cancillería Real, nº. 1651.
- Real Patrimonio, Mestre Racional, nº. 2648.
* ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA.
- Real Patrimonio, Mestre Racional, nº. 4573, 4573bis y 4579.
* ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE.
- Libro de los Privilegios.
- Libro de arrendamientos del muelle, Armario 5, Libro 18.
- Ordenanzas municipales de Alicante, 1459-1669. Edición de A. Alberola y Mª. J. Paternina, Alicante, 1989.
- Privilegios reales de Pedro IV, Juan I y Martín I, Armario 1, Libro 2.
Bibliografía:
- Barrio, J. A., La organización municipal de Alicante, ss. XIV-XV, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 7, pp. 137-158, Alicante, 1990.
- Bellot, P., Anales de Orihuela, 2 vols. Edición de J. Torres Fontes, Murcia, 2001.
- Bendicho, V., Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante, 4 vols. Edición de Mª. L. Cabanes y C. Mas, Alicante, 1991.
- Hinojosa, J., Textos para la Historia de Alicante. Historia Medieval, Alicante, 1990.
- Maltés, J. B.-López, L., Ilice Ilustrada. Historia de la Muy Noble, Leal y Fidelísima Ciudad de Alicante. Edición de Mª. L. Cabanes y S. Llorens, Alicante, 1991.
- Martí de Viciana, R., Libro quarto de la Crónica de la Ínclita y Coronada Ciudad de Valencia y de su Reino. Edición de J. Iborra, Valencia, 2005.
- Rodríguez-Bernabeu, E., Alacant contra València, Barcelona, 1994.
- Vallés, V. J., La Germanía, Valencia, 2000.
- Vicens Vives, J., Els Trastàmares (segle XV), Barcelona, 1988.