Quisiera, desde esas modestas palabras mias, de mis más que modestas posibilidades, rescatar del olvido, esa otra muerte, al autor de un bellísimo elogio, que hizo al fuego y a nuestra tierra a la que amó, sin ser alicantino.
Su nombre Domingo Manfredi Cano. Su sentir "Elogio del Fuego" publicado en el Llibret de la Sagrada Familia de 1960.
Lo encontré en una mañana de Archivo, pues me apasiona el bucear entre esos lejagos “polvorientos “ del Ayer.
Al no poder hacer fotocopias y pensando que en Internet, está todo, confiada salí a su búsqueda. Más no fue así. Por lo que volví al Archivo a copiarlo a la manera amanuense.
De caligrafía difícil de descifrar, lo he pasado a caracteres legibles para compartirlo lo más posible y de paso si alguien tuvo la dicha de conocerle, que me/nos hable de él.
Agradecida, les adjunto ese precioso Elogio:
Porque purifica como el sufrimiento, amo al fuego. Creo que el hombre saltó de bestia a sujeto racional el día que fue capaz de encender el primer fuego.Puede, incluso que el soplo divino que transformaría el barro en inteligencia,el mono en “ homo sapiens” fuese precisamente esa posibilidad de encender fuego.Como un símbolo, lenguas de fuego bajaron sobre el colegio el día de Pentecostés.
Amo al fuego, tanto cuando es mínimo y dulce en el hogar como cuando es destructor y salvaje en el incendio forestal.Lo amo porque es destello de poderío; porque consume hasta la absoluta destrucción; porque calienta, venciéndolos, al aire y al agua; porque alumbra; porque cuando se hace rescoldo en un tronco de encina nos da para nuestra alegría los más hermosos tonos del rojo que podemos ver jamás, ni siquiera el rubí. Amo al fuego porque es familiar; porque une a los hombres; porque fue una candela, una hoguera, el primer ombligo del mundo, el primer centro vital alrededor del que se agruparon viejos y jóvenes, grandes y pequeños, para conversar; supremo deleite del espíritu del Hombre.Lo amo porque entibió el ambiente de las cavernas prehistóricas, porque con su tibieza hizo posible el amor y despertó en los esposos la certidumbre de la ternura.
Amo al fuego cuando baja del cielo en la centella.Impresiona, da miedo, pero sirve de mínimo apunte para que nos imaginemos lo que sería los días tremendos de Creación, cuando el fuego, el agua y el aire saltaban en las manos abiertas de Dios como pelotas mágicas en manos de un malabarista.El agua es la enemiga del fuego, y el aire, su amigo cuando el fuego merece la pena, porque para el fuego pequeño no hay mayor enemigo que el mismo aire. Yo soy amigo del fuego grande, del que puede tanto que hace del aire un aliado y no un enemigo.
Amo las hogueras alicantinas por lo que tienen de simbólicas. Para mi, que no soy alicantino, sino andaluz, las hogueras de Alicante son alardes que el hombre mediterráneo hace de su poderío, de su dominio sobre el gran elemento : el Fuego.
No es una cosa sencilla, ni un pasatiempo.Las hogueras de Alicante son teoremas filosóficos, en virtud de los cuales el hombre invoca al Fuego y lo doma, para hacerlo pasar por el aro, como el domador doma al león para luego hacerle entrar en el anillo del hierro.
No se trata de una fiesta, no se trata de una diversión popular, aunque en apariencia sea eso y no otra cosa.Las hogueras de Alicante son ejercicios de poder para el Hombre, ejercicios de humildad para el Fuego. Es como si los alicantinos le dijeran al terrible elemento: “ Tú, que estuviste en el principio del Mundo, que grabastes las piedras de Moisés, que trajiste el Espíritu Santo a los Apóstoles, tu mismo, Fuego amado y temido, vienes aquí cada año a ser juguete nuestro, a dejarte dominar por nosotros, como un gigante que se amansara tanto que tumbado en el suelo dejase que los niños le hurgaran en las orejas y le ataran las manos “.
Desde esta tierra madrileña, campamento de España, como la llamó alguien, en el que han levantado su tienda de campaña gentes de todos los puntos cardinales de la Patría, envío hasta el barrio de la Sagrada Familia alicantino mi mejor saludo, y con la imaginación extiendo los brazos, con las manos abiertas, queriendo llegar hasta su Hoguera para sentir su calor y con el calor la caricia en mi corazón del padre Fuego, al que amo tanto.
Domingo Manfredi Cano ( Llibret Sagrada Familia, 1960 )"
Su nombre Domingo Manfredi Cano. Su sentir "Elogio del Fuego" publicado en el Llibret de la Sagrada Familia de 1960.
Lo encontré en una mañana de Archivo, pues me apasiona el bucear entre esos lejagos “polvorientos “ del Ayer.
Al no poder hacer fotocopias y pensando que en Internet, está todo, confiada salí a su búsqueda. Más no fue así. Por lo que volví al Archivo a copiarlo a la manera amanuense.
De caligrafía difícil de descifrar, lo he pasado a caracteres legibles para compartirlo lo más posible y de paso si alguien tuvo la dicha de conocerle, que me/nos hable de él.
Agradecida, les adjunto ese precioso Elogio:
"ELOGIO DEL FUEGO
Porque purifica como el sufrimiento, amo al fuego. Creo que el hombre saltó de bestia a sujeto racional el día que fue capaz de encender el primer fuego.Puede, incluso que el soplo divino que transformaría el barro en inteligencia,el mono en “ homo sapiens” fuese precisamente esa posibilidad de encender fuego.Como un símbolo, lenguas de fuego bajaron sobre el colegio el día de Pentecostés.
Amo al fuego, tanto cuando es mínimo y dulce en el hogar como cuando es destructor y salvaje en el incendio forestal.Lo amo porque es destello de poderío; porque consume hasta la absoluta destrucción; porque calienta, venciéndolos, al aire y al agua; porque alumbra; porque cuando se hace rescoldo en un tronco de encina nos da para nuestra alegría los más hermosos tonos del rojo que podemos ver jamás, ni siquiera el rubí. Amo al fuego porque es familiar; porque une a los hombres; porque fue una candela, una hoguera, el primer ombligo del mundo, el primer centro vital alrededor del que se agruparon viejos y jóvenes, grandes y pequeños, para conversar; supremo deleite del espíritu del Hombre.Lo amo porque entibió el ambiente de las cavernas prehistóricas, porque con su tibieza hizo posible el amor y despertó en los esposos la certidumbre de la ternura.
Amo al fuego cuando baja del cielo en la centella.Impresiona, da miedo, pero sirve de mínimo apunte para que nos imaginemos lo que sería los días tremendos de Creación, cuando el fuego, el agua y el aire saltaban en las manos abiertas de Dios como pelotas mágicas en manos de un malabarista.El agua es la enemiga del fuego, y el aire, su amigo cuando el fuego merece la pena, porque para el fuego pequeño no hay mayor enemigo que el mismo aire. Yo soy amigo del fuego grande, del que puede tanto que hace del aire un aliado y no un enemigo.
Amo las hogueras alicantinas por lo que tienen de simbólicas. Para mi, que no soy alicantino, sino andaluz, las hogueras de Alicante son alardes que el hombre mediterráneo hace de su poderío, de su dominio sobre el gran elemento : el Fuego.
No es una cosa sencilla, ni un pasatiempo.Las hogueras de Alicante son teoremas filosóficos, en virtud de los cuales el hombre invoca al Fuego y lo doma, para hacerlo pasar por el aro, como el domador doma al león para luego hacerle entrar en el anillo del hierro.
No se trata de una fiesta, no se trata de una diversión popular, aunque en apariencia sea eso y no otra cosa.Las hogueras de Alicante son ejercicios de poder para el Hombre, ejercicios de humildad para el Fuego. Es como si los alicantinos le dijeran al terrible elemento: “ Tú, que estuviste en el principio del Mundo, que grabastes las piedras de Moisés, que trajiste el Espíritu Santo a los Apóstoles, tu mismo, Fuego amado y temido, vienes aquí cada año a ser juguete nuestro, a dejarte dominar por nosotros, como un gigante que se amansara tanto que tumbado en el suelo dejase que los niños le hurgaran en las orejas y le ataran las manos “.
Desde esta tierra madrileña, campamento de España, como la llamó alguien, en el que han levantado su tienda de campaña gentes de todos los puntos cardinales de la Patría, envío hasta el barrio de la Sagrada Familia alicantino mi mejor saludo, y con la imaginación extiendo los brazos, con las manos abiertas, queriendo llegar hasta su Hoguera para sentir su calor y con el calor la caricia en mi corazón del padre Fuego, al que amo tanto.
Domingo Manfredi Cano ( Llibret Sagrada Familia, 1960 )"
MARAVILLAS BAEZA MÍNGUEZ