Fotografía de D. José María Esquerdo Zaragoza, extraída
del libro "Callejero Biográfico de Sant Joan d´Alacant"
(Alfredo Campello Quereda)
del libro "Callejero Biográfico de Sant Joan d´Alacant"
(Alfredo Campello Quereda)
Antonio Machado, insigne poeta andaluz, dijo en una ocasión que todo lo que se ignora, se acaba despreciando. El autor de “Campos de Castilla”, a la sazón descendiente de una familia de médicos y científicos de gran prestigio de la centuria del XIX, era conocedor que durante una buena parte de la Historia de la humanidad, la sociedad ignorante y aquellos ignorantes que la habían regido con “benevolencia” y “humildad”, habían despreciado y castigado con las más terribles de las penas y torturas a los enfermos mentales.
Primero fue el Cristianismo, cuando se creía que las patologías cerebrales eran debidas a una posesión demoníaca del sujeto, abandonándolo a su suerte. Más tarde, bien entrada la Edad Media, el destierro se transformó en violencia, torturando a los enfermos en nombre de Dios y castigándolos con la pena capital en la hoguera. Delaciones, exorcismos, reclusiones en conventos y bosques… El Renacimiento cambió algo las cosas… pero no mucho, no se crean. Médicos de la época ya achacaban su dolencia a un mal físico, aunque seguían siendo encarcelados y encadenados al suelo, en donde se les violaba o se les aplicaba sangrías y purgas. De aquellos años frecuente era la expresión “los locos se curan sangrándolos, hasta que pierden el conocimiento”.
Realmente nada cambió en muchos siglos… y el ser humano seguía sin ser, precisamente, eso: “humano”.
Sin embargo, hubo un médico y político alicantino, natural de La Vila Joiosa para ser más exactos, que ayudó y mucho a descubrir el complejo mundo del inconsciente, e iniciar los tratamientos compasivos con unos enfermos acosados de unos males que, irónicamente, eran los mismos males que nos acechaban a todos.
Se llamaba D. José María Esquerdo Zaragoza, y a pesar de ser el investigador cuya labor sirvió de pilar y sustento a la legislación que aplicaba como atenuante la enfermedad mental, su figura sigue siendo una gran desconocida para muchos de nosotros.
Había nacido en el año 1842, en un hogar sencillo y humilde de la costa jonense. Tras licenciarse en Cirugía y Medicina -con la nada desdeñable calificación de “Sobresaliente”-, en la Universidad Central de Madrid, comenzó a interesarse en la neuropsiquiatría y en los derechos de los entonces conocidos como "enajenados". Años más tarde, en 1866, fue nombrado profesor en el Hospital General de Madrid (hoy, Hospital General Universitario Gregorio Marañón).
En 1868, tras el derrocamiento de Isabel II, el nuevo gobierno decidió avanzar en materia de Educación e Investigación, siendo el señor Esquerdo una de las figuras fundamentales de la época. Comenzó a impartir cursos de Patología General y Enfermedades Mentales en la Facultad de Medicina de Madrid, clases gratuitas y voluntarias que contribuyeron de forma fundamental al avance de la psiquiatría en nuestro país.
Nuestro ilustre fue uno de los precursores en el estudio de las enfermedades mentales, así como en las necesidades de los pacientes. Él fue el responsable de la reforma del Código Penal y la defensa en el Senado de las personas afectadas por problemas cerebrales.
Fundo varios psiquiátricos –mal llamados en la época “manicomios”-; entre ellos, el de Carabanchel y la Vila Joiosa, en donde realizó estudios sobre cómo el tratamiento de la enfermedad mental podía variar su curso y sobre la importancia del entorno en el que vivían este tipo de enfermos.
De su faceta política, cabe destacar la fundación del partido Unión Republicana Nacional, siendo Concejal y Diputado en las Cortes por las circunscripciones de Villena, Valencia, Alicante y Madrid. Del mismo modo, fue uno de los tres Concejales de la conjunción republicano-socialista, compartiendo escaño con Pablo Iglesias.
Con su muerte en el año 1912, moría el hombre que había desterrado el mito del “mono loco”, aquel primate que variaba la actitud de su especie ante la mirada despiadada de sus semejantes. Su compasión hacia los dementes nos hizo avergonzarnos de nosotros mismos, de descubrir nuestras miserias, de mostrar lo crueles y despiadados que podíamos llegar a ser con nuestros iguales, de acercarnos a los suburbios más sucios y terribles de la especie humana.
Como dijo el gran poeta alicantino, D. Salvador Sellés Gosálbez, “formemos todos un gran corazón, inmenso, para que el gran doctor Esquerdo lo cure como médico, lo ilumine como sabio, lo engrandezca como genio y lo redima como redentor”.
JUAN JOSÉ AMORES