12 abril 2011

UN ALICANTINO EN LOS ESTADOS UNIDOS: JUAN BAUTISTA BERNABEU (y II)



Baltimore y la expansión estadounidense.


El cónsul Bernabeu se enfrentó de la mejor manera posible al expansionismo de Estados Unidos desde su destino de Baltimore, una tarea nada sencilla. La ciudad, estratégicamente ubicada al Oeste de la bahía de Chesapeake, era uno de los principales puertos de la República norteamericana, y sirvió de base a toda clase de empresas contra la América española.

En 1793 sus gentes, en especial las más modestas, auxiliaron una escuadra corsaria francesa para atacar nuestros dominios, en contra del parecer de la aristocracia de Nueva York y del Congreso. El lucrativo tráfico mercantil con los puertos de Veracruz, Cartagena de Indias, Lima, etc. exacerbó el apetito de sus piratas. En 1818, fingiendo una patente de corso de la insurrecta Buenos Aires, buques con tripulaciones inglesas y portuguesas proyectaron atacar Panamá y pasar a las aguas del Perú. Se temía que el empuje angloamericano aprovechara la sublevación de la América continental contra España para extender su comercio y poderío al Pacífico, ya surcado por sus naves balleneras (bien ponderadas en Moby Dick) y mercantes, intercambiando madera norteamericana por cobre chileno y otros productos.

El puerto de Buenos Aires en el siglo XIX

Los españoles replicaron con fórmulas idénticas, de las que no se podía abusar por temor al agravamiento de las represalias a un imperio asediado. En 1799 el Consejo Supremo de Guerra no tuvo más remedio que condenar las depredaciones del buque corsario Bonaparte, armado por capitalistas de Veracruz. A veces en la efervescente sociedad angloamericana surgía algún aventurero (precursor de otros tipos humanos) presto a disentir de la línea convencional antiespañola de la República, por razones muy personales. Para evitar el crecimiento de un amenazador grupo de esclavos negros y otros peligros, el aventurero de paso por Baltimore Richard Raynal Keene propuso entre 1810 y 1813 a las autoridades españolas repoblar Cuba y las Floridas con irlandeses y franceses de la Luisiana, otorgando cartas de naturaleza y distribuyendo tierras realengas. Estos colonos se encuadrarían en regimientos de voluntarios. Nada de todo ello acabó cumpliéndose, y Bernabeu prosiguió su consulado en condiciones cada vez más difíciles.

Bernabeu y la crisis de la monarquía española.

El Dos de Mayo de 1808 el pueblo de Madrid se alzó en armas contra la desposesión napoleónica de la Monarquía española. No todos los españoles reaccionaron con la misma gallardía y nobleza, y no escasos partidarios de Godoy, nobles, militares y altas dignidades eclesiásticas se inclinaron al principio de la Guerra de la Independencia a favor de Napoleón por miedo a una revolución en el campo patriota. En la América española las noticias de la Península se siguieron apasionadamente. Algunas autoridades, como los virreyes de Nueva España y del Río de la Plata, fueron acusadas de traidoras y destituídas en consecuencia.


De hecho no pocos godoyistas ocuparon cargos de responsabilidad en Indias, y los bonapartistas concibieron la esperanza de conseguir su reconocimiento. Agitaron sus enviados el espantajo de la anarquía y el riesgo de conquista británica, pero no sumaron nuestras Américas a sus dominios ni a sus planes de bloqueo comercial contra el Reino Unido ante el rechazo popular a los invasores y la desconfianza hacia las ideas de la Revolución, de la que Napoleón era heredero.

Juan Bautista Bernabeu no debía su responsabilidad consular a la intercesión de Godoy. Sus años de estancia en Baltimore le imbuyeron de las ideas liberales de la sociedad angloamericana, y no tuvo ningún empacho en reconocer la autoridad de la Junta Central Suprema resultante tras los complejos alzamientos provinciales contra el invasor. Su patriotismo no se enfrió con las distancias.

En 1810 llegaron comisionados de José I a los Estados Unidos en busca de reconocimiento tras las victoriosas campañas francesas al Sur de Despeñaperros. Se daba a España por sentenciada, y los independentistas iberoamericanos se lanzaron al combate y los británicos sopesaron ocupar Cádiz preventivamente. Bernabeu se mantuvo firme ante los napoleónicos, que se afanaron en halagar a los angloamericanos para indisponerlos contra los británicos. Al igual que otros representantes consulares y diplomáticos afectos a la España patriota y contraria a Jose I, no sólo no recibió durante varios años ninguna asignación salarial, sino que tuvo que correr con los cuantiosos dispendios de su cargo recurriendo a su propio patrimonio.

José Bonaparte

En 1812 Napoleón se complació con la ruptura de hostilidades entre EE. UU. y el Reino Unido, cuyas consecuencias comerciales, políticas y militares refirió Bernabeu entre noviembre de 1812 y junio de 1814 al Capitán General de Cuba Juan Ruiz de Apodaca. El embargo bélico nos perjudicaba en un momento en el que toda aportación económica era vital para la supervivencia española.

La promoción profesional y social de un servidor de España.

La derrota de Napoleón distó de aquietar nuestras aguas políticas, pues mientras las Américas continuaban en pie de guerra por la independencia, en la Península comenzaba un larga y penosa confrontación entre absolutistas y liberales.

Hombre de ideas patrióticas, Bernabeu no dejó de servir a los gabinetes absolutistas de Fernando VII desde su atalaya de Baltimore. Entre 1816 y 1818 informó cumplidamente de las acciones corsarias favorables a la Emancipación iberoamericana, y ayudó a los enviados diplomáticos españoles en misión en los Estados Unidos coincidiendo con sus campañas contra las Floridas. Su profesionalidad fue recompensada por nuestra administración, sumida en una de sus horas históricas más bajas por la carencia de reformas necesarias, la arbitrariedad del rey y sus favoritos, y el caos organizativo derivado de un Antiguo Régimen en números rojos. Obtuvo la gracia de Comisario honorario de Marina con funciones de intendente; es decir, de administración de fondos, recluta de marinería, provisión de bastimentos y revisión técnica de los navíos. Se reconoció su competencia técnica consular en materias navales, en suma, aplicando una tradición que se remontaba a los mejores días de Felipe V.

Su condición de fiel servidor le vino acreditada por su grado de Caballero de la Orden Americana de Isabel la Católica en 1817. En 1815 Fernando VII fundó esta Orden, aún existente, para premiar la lealtad y los méritos de sus súbditos en Indias. En el fondo absolutistas y liberales compartieron la idea de que la Emancipación iberoamericana era la protesta de una oligarquía díscola que no representaba los verdaderos sentimientos de fidelidad de las masas modestas, mestizas y amerindias. Tras la restauración de Fernando VII como rey absoluto de las Españas, los supuestos rebeldes quedaron al descubierto, y sólo se tenía que enviar un ejército para retornar las Indias a su prístina obediencia. Las agrias disputas en el campo independentista, caso de Buenos Aires, alentaron razonamientos tan poco realistas entre unos gobernantes que a la altura de 1829 todavía creían en la viabilidad de una reconquista española de las Américas: Bernabeu informó en octubre de 1825 de la supuesta muerte de Bolívar en coincidencia con la numantina resistencia del general Rodil en El Callao, dando pábulo a todo género de ilusiones. La declaración de la Doctrina Monroe no lo refrenó.

En 1817 don Juan Bautista viajó a España con la vista puesta en su promoción social y en la resolución de sus temas familiares, cuando nuestro país sufría una durísima postguerra. En su ausencia de Baltimore Pablo Chacón ejerció de forma interina su consulado, ocupándose de abortar la expedición del liberal Mina el Mozo a Nueva España.

La venta de su patrimonio alicantino y el retiro en Baltimore.

La Guerra de la Independencia no asoló Alicante como muchas otras plazas peninsulares (Zaragoza, Gerona, Tarragona, San Sebastián, etc.), pero supuso una enorme carga financiera sobre su municipio. Don Juan Bautista no perdió el contacto ni con la Terreta ni con sus familiares de todo el antiguo Reino de Valencia, como su primo hermano Antonio Bernabeu, arcediano de Murviedro (actual Sagunto) en la Catedral de Valencia, y su cuñado Antonio de Torres, tesorero de la renta de la Cruzada residente en la misma Valencia. Además de los padecimientos de sus naturales, supo de las oportunidades de negocio que se presentaban en su tierra de origen.

Con la recuperación de las libertades constitucionales en 1820, el ambiente social se animó considerablemente en Alicante. Era preciso acometer reformas urbanísticas en una ciudad de incómodas fortificaciones y áreas de habitación saturadas como el barrio de la Vila Vella. Bajo la Pepa nuestro ayuntamiento, encabezado por el alcalde primero el barón de Finestrat, acrecentó su autonomía del poder central y sus atribuciones, e inició una política de obras públicas con la cooperación del gobernador accidental de la plaza don Pablo Miranda. Comenzaron las obras para transformar el antiguo Vall en el Paseo de Quiroga o la actual Rambla de Méndez Núñez. En las operaciones urbanísticas de reforma edilicia y compra-venta de solares intervinieron con decisión los comerciantes y hacendados alicantinos, que consiguieron hacer fortuna proveyendo a las tropas aliadas en la Guerra de la Independencia, encajando con dignidad los atrasos y triquiñuelas de las tesorerías españolas.

El Paseo de Quiroga levantado sobre las antiguas calles
del Muro y del Valle (alicante1850.blogspot.com)


El impulso de cambio venía de años anteriores. Desde 1817 don Juan Bautista había negociado con parte de su patrimonio inmobiliario en la parroquia de Santa María. Solicitó autorización de Fernando VII para vender su casa en la Plaza de Ramiro (vecina a otros domicilios integrantes de su mayorazgo) al comerciante Felipe Piquer por el valor de 6.600 libras valencianas, que entregaría en el momento de la venta 4.950 y los restantes 1.650 cuando fuera conocido el permiso real. En caso de que Fernando VII no diera su beneplácito a su fiel cónsul en Baltimore, Piquer no tenía que satisfacer el segundo término de compra, y en el plazo máximo de un año se le podía recomprar la casa por el precio de 4.950 libras: una verdadera penalización para el titular del mayorazgo.

No resulta extraño que la Ley de Supresión de Mayorazgos de 1820, que autorizaba la libre disposición de la mitad de los patrimonios vinculados y el paso con iguales condiciones de la otra mitad a los sucesores del mayorazgo, fuera tan bien acogida por todos los potentados y hacendados de España. Las ideas de nuestro hombre, tras años de estancia en los Estados Unidos, eran proclives al liberalismo moderado, distante tanto del absolutismo como del radicalismo. Liberado de las anteriores trabas legales, en el verano de 1821 convino a través de intermediarios con el comerciante Gaspar Waring la venta del resto de las casas de su propiedad en Alicante (las dos de la Calle del Portal Nuevo y la del Callizo de pescadores) por 66.000 reales de vellón o 6.600 libras siguiendo el justiprecio de los peritos, el arquitecto titular de Alicante José Cascant en su nombre, y el maestro de obras Marcos Arques, de la Academia de San Carlos de Valencia, en el del Síndico del Ayuntamiento. Autorizada la transacción por el alcalde, Waring pagaría la mitad de la cifra estipulada en moneda de plata como garantía ante las devaluaciones de las monedas en circulación, y la parte restante a través de una pensión anual de 990 reales o 99 libras, cuyo primer pago se haría el 23 de agosto de 1822.

Don Juan Bautista era un sagaz hombre de negocios, y de un patrimonio valorado en un poco más de 2.557 libras obtuvo 13.200 entre 1817 y 1821, pese al estado ruinoso de las viviendas del Portal Nuevo en caso de división forzada, ocasionando problemas con los inquilinos y vecinos. Vemos que la especulación inmobiliaria no es una jovenzuela en la Historia. Según lo dispuesto en la ley, reservó la mitad de lo ganado a su sucesor por vía de un censo o asignación vitalicia al 3% anual sobre el valor de 6.600 libras.

Su idea no pasó por el regreso a Alicante. Optó por afincarse definitivamente en la ciudad en la que llevaba viviendo tanto tiempo, Baltimore, lejos de los sobresaltos públicos de la España coetánea. Rechazó al mismo tiempo ser destinado a Rusia, de cuya acción política, comercial y militar en las Américas tenía cumplidísimo conocimiento. En el mismo 1821 solicitó prudentemente la jubilación del servicio consular. Hasta su fallecimiento en 1828 no dejó de informar ni de servir a las autoridades españolas en las Américas en la medida de sus posibilidades.

Reivindicación de la figura de Juan Bautista Bernabeu.

Desde 1989 vivimos en una vorágine de conmemoraciones de los bicentenarios de las grandes fechas de la Revolución atlántica: toma de la Bastilla, el Dos de Mayo, etc. La figura del cónsul Bernabeu puede parecer modesta a primera vista entre tales acontecimientos, pero su personalidad reunió una serie de cualidades que le permitieron navegar en tan agitado mar.

Sin ningún género de vacilaciones fue un notable servidor del Estado y de España. Nunca cedió a los favoritismos de la política de facción, manteniéndose al margen de las terribles disputas que desgarraron nuestra nación en el alba de la Edad Contemporánea. Tampoco cedió ante los muchos adversarios de nuestro amenazado imperio desde una difícil plaza de una República poco amistosa. En todo momento se comportó como un patriota en el agitado mundo atlántico de su tiempo, anticipatorio de no pocos de los problemas de la Globalización presente.

A ellos respondió Bernabeu con realismo y entereza, acreditando su temple y experiencia. Su alicantinidad consistió en que supo adaptarse sin renunciar a su personalidad, un cosmopolitismo muy nuestro a veces pésimamente entendido, que dimanaba de una aristocracia comercial atenta a las novedades con ponderación. Muchas localidades españolas no contaron con un grupo social de características similares, lo que ha favorecido por demasiados años los malentendidos y los errores de juicio hacia nuestra ciudad.

Salvando las considerables distancias sociales en relación al caso de Bernabeu, algo similar sucedió con los alicantinos que marcharon al Oranesado francés en calidad de soldados y trabajadores. En su lugar de destino hicieron valer sus energías, preservando el recuerdo de su Alicante entre sus descendientes.

Por todo ello bien merece que nuestro Ayuntamiento dedique una vía pública al Cónsul Bernabeu, ya que somos olvidadizos pero no ingratos como a veces se nos ha querido presentar con desdén.

VÍCTOR MANUEL GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo

Fuentes y bibliografía.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.
-Sección de Estado: 14, N., 44 - 19, N., 128 - 19,N., 142 - 32,N., 15 - 39, N.,11.
-Sección de Papeles de Cuba: 1710 – 1836 – 1900.
-Sección de Ultramar: 153, N., 15.

ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL; FC.-Ministerio de Hacienda, 1245, Exp. 105.

ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE ALICANTE; Sección de protocolos notariales de don José Fernández de Padilla, nº. 0933.

CHÁVEZ, T. E., España y la independencia de los Estados Unidos, Madrid, 2005.

GALÁN, V. M., El espejismo de Itaca. La política internacional a inicio del siglo XXI, Madrid, 2008.

PRADO DE LA ESCOSURA, L., “Comercio exterior y cambio económico en España (1792-1849)”, pp. 171-249, en La economía española al final del Antiguo Régimen. III. Comercio y colonias, Madrid, 1982.

RIBES, V., Presencia valenciana en los Estados Unidos (ss. XVI-XIX), Valencia, 2001.

VOLTES, P., Embajadas curiosas. Recreos y zozobras de diplomáticos españoles, Madrid, 2002.

WOOD, G. S., La revolución norteamericana, Barcelona, 2003.

 
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