El 14 de abril de 1841, D. Mariano Roca de Togores, primer Marqués de Molíns, escribía una letrilla al poeta castellano D. Manuel Bretón de los Herreros, en la que ensalzaba las excelencias climatológicas de Alicante. Su título quedaría grabado de forma indeleble e inseparable al nombre de nuestra ciudad: «La Millor Terra del Món», aunque su título original era «Alicante», y según lo publicara la Sociedad del Liceo de Alicante, se trataba de un «Adagio Alicantino», que efectivamente iba dedicado al citado poeta.
D. Mariano Roca de Togores y Carrasco (Albacete 1812 - Lequeitio 1889), orador, escritor y político conservador, era de distinguida familia oriunda de nuestra provincia, en concreto de la pedanía oriolana de Molíns, y que de hecho residía en Orihuela en el Palacio familiar que su padre, el Conde de Pinohermoso (actualmente Ducado de Pinohermoso), tenía junto a la Catedral de Orihuela, lo que hizo que aquí tuviera numeroso bienes y residiera grandes temporadas, muy especialmente en una finca de la capital que se denominaba «El Carmen», conociendo así sobradamente nuestro magnífico clima. Que naciera en Albacete es anecdótico, pues se dio la circunstancia de su madre dio a luz durante un viaje de regreso de Madrid a Alicante, precisamente al pasar por esta capital manchega.
D. Mariano Roca de Togores,
Marqués de Molíns
Marqués de Molíns
Llegó a ostentar varios ministerios, como el de Fomento, reformando la Real Academia Española de la Lengua (que dirigió en 1865), la Real Academia de la Historia, la Real Academia de Medicina y Ciencias Naturales y la Real Academia de Leyes de estos Reynos y de Derecho Público, y fundando la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Fue varias veces Ministro de Marina, y también de Regencia, además de Embajador de España en Londres, París y la Santa Sede. Se interesó especialmente por la promoción y el cuidado de los intereses morales y materiales del pueblo alicantino, y ello le hizo acreedor en 1848 de su título nobiliario que hace referencia al lugar de donde era oriundo. Era además Vizconde de Rocamora, Caballero de la Gran Orden de Caballería del Toisón de Oro (1863), Gran Cruz de la Orden de Carlos III, Caballero de las Órdenes de San Juan y de la de Calatrava, Maestrante de Valencia, Diputado y Senador vitalicio del Reino, Académico de las Reales Academias de Historia, de Bellas Artes de San Fernando y de Ciencias Morales y Políticas, y fue designado Director de la Biblioteca Nacional y Presidente del Ateneo de Madrid.
Como escritor cultivó todos los géneros, desde el drama histórico hasta la seguidilla popular. En sus obras poéticas se mezclan las piezas neoclásicas y románticas. En sus romances jocosos y letrillas hay verdadera gracia y alegría. También hay poemas de amor y religiosos, así como numerosos artículos. Fue un mecenas de las Artes y las Letras y eran famosas sus veladas literarias en su palacio de Madrid, en las que se reunían los mejores artistas y escritores de la capital, entre ellos Bretón de los Herreros, siendo además introductor del romanticismo teatral en nuestro país. Escribió también biografías, entre ellas precisamente «Bretón de los Herreros: recuerdos de su vida y de sus obras» (1883).
En cuanto a D. Manuel Bretón de los Herreros (Quel 1796 - Madrid 1873), uno de los mejores poetas festivos del teatro español del siglo XIX, a sus 16 años de edad se sintió impulsado durante la Guerra de la Independencia a iniciarse en el servicio de las armas, eligiendo Alicante por ser una de las contadas plazas que no se habían doblegado a las huestes de Napoleón, siguiendo la carrera militar durante 10 años y regresando a Madrid, donde sería bibliotecario en la Biblioteca Nacional, dirigida entonces como hemos visto por Roca de Togores. Ese tiempo que aquí estuvo fue suficiente para que Alicante le dejara una huella imborrable.
D. Manuel Bretón de los Herreros
Tras haber coincidido varias veces en Madrid, a partir de 1828 ambos trabaron una gran amistad, viajando juntos con frecuencia. Fue Secretario Perpetuo de la Academia Española de la Lengua, que había sido reformada y era dirigida por Roca de Togores, y asiduo del Ateneo de Madrid, presidido igualmente por Roca de Togores. Y de este modo, en una de las frecuentes misivas de éste a su amigo Bretón de los Herreros, escrita en su finca «El Carmen», que por cierto estaba situada donde el actual Parque Municipal del Palmeral, en la entonces Partida de Babel, y que contaba con más de 7000 palmeras, Roca de Togores evocaba con los versos citados íntegramente a continuación, tratando de provocarle sana envidia a su amigo, la ciudad que ambos conocían:
Sepades, señor Bretón,
que de Poniente a Levante,
es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Mientras que a vos embozado
por las mañanas de enero,
a la orilla del brasero
os da un dolor de costado,
yo me voy desabrochado
desde el Muelle al Malecón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Sólo en pasas, por estrenas,
gastáis vos un Potosí,
mientras abundan aquí
racimos como azucenas,
y venden por dos seisenas
el Porrat de San Antón;
que es si disputa Alicante
la millor terra del món.
Vos ponderáis la dulzura
de las hijas de la villa:
buen provecho su mantilla
os haga y su empopadura;
que si yo busco ternura,
le clavo el diente al turrón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Su donaire no descreo,
mas niego su primacía;
y aún os juro por Talía
que si vierais lo que veo
desde este sitio en que leo,
que mudarais de opinión:
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Ni es mucho, ni yo lo dudo,
que la gente cortesana
tenga la lengua liviana
y el entendimiento agudo;
pero aquí aun el sordomudo
despunta por socarrón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Mientras vos sudáis lo tinto
empotrado en la luneta,
yo al compás de la retreta
bajo el verde terebinto
estoy oyendo el requinto,
¡sin ver tanto farolón!
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
¡Vos en remojo y no es cuento,
en una sartén de estaño,
mientras tengo el mar por baño
y por toldo el firmamento,
y aún a veces represento
la fábula de Acteón!...
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
¡Bailes! ¡Vaya noramala!
¿Qué es el ver en una hora
al son de dulzaina mora
juntarse tanta zagala,
y tornar un barrio sala
y danzar en procesión?
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Espectáculo gentil
vuestro circo representa,
y es su diversión cruenta
digna de plebe servil;
aquí de plaza y toril,
hace cualquier callejón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
¿Llega el pez vivito aún
a Madrid desde Bilbao?
Denme arroz con bacalao
y ancha torta con atún,
y del aloque común
añadan medio porrón;
¡y nieguen que es Alicante
la millor terra del món!
¿No veis en el breve espacio
que el mar cierra y las montañas,
en vez de humildes cabañas
tanto soberbio palacio?
¿Y de perlas y topacio
las uvas de promisión?
Pues negad que es Alicante
la millor terra del món.
Junto al nopal de Occidente
se alza la palma lozana,
y en la estación más temprana
ni aun el almendro imprudente
de dar su flor se arrepiente
al soplo del Aquilón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Nunca el mar a esta ribera
niega su plácida brisa,
ni su apacible sonrisa
esconde la primavera;
un naufragio pareciera
fabulosa tradición;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Mas como en fin la marea
dentro del puerto importuna,
aún recuerdo la tribuna
y la pública Asamblea;
pero disipa esta idea
un trago de fondillón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Hoy que, mísero trofeo
de robustos aquilones,
miro tornarse en baldones
los ensueños del deseo,
hallo aquí en nuestro Liceo
fraternal consolación.
¡Salud, salud, Alicante,
mi puerto de salvación!
¡Salud! si arreciado zumba
el vendaval enemigo,
tú me darás un abrigo
junto a la paterna tumba;
y al menos cuando sucumba
en la común disensión,
reposarán mis cenizas
donde está mi corazón.
Y sabed, en fin, Bretón,
que hasta el postrimer instante
será para mí Alicante
la millor terra del món.
que de Poniente a Levante,
es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Mientras que a vos embozado
por las mañanas de enero,
a la orilla del brasero
os da un dolor de costado,
yo me voy desabrochado
desde el Muelle al Malecón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Sólo en pasas, por estrenas,
gastáis vos un Potosí,
mientras abundan aquí
racimos como azucenas,
y venden por dos seisenas
el Porrat de San Antón;
que es si disputa Alicante
la millor terra del món.
Vos ponderáis la dulzura
de las hijas de la villa:
buen provecho su mantilla
os haga y su empopadura;
que si yo busco ternura,
le clavo el diente al turrón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Su donaire no descreo,
mas niego su primacía;
y aún os juro por Talía
que si vierais lo que veo
desde este sitio en que leo,
que mudarais de opinión:
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Ni es mucho, ni yo lo dudo,
que la gente cortesana
tenga la lengua liviana
y el entendimiento agudo;
pero aquí aun el sordomudo
despunta por socarrón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Mientras vos sudáis lo tinto
empotrado en la luneta,
yo al compás de la retreta
bajo el verde terebinto
estoy oyendo el requinto,
¡sin ver tanto farolón!
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
¡Vos en remojo y no es cuento,
en una sartén de estaño,
mientras tengo el mar por baño
y por toldo el firmamento,
y aún a veces represento
la fábula de Acteón!...
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
¡Bailes! ¡Vaya noramala!
¿Qué es el ver en una hora
al son de dulzaina mora
juntarse tanta zagala,
y tornar un barrio sala
y danzar en procesión?
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Espectáculo gentil
vuestro circo representa,
y es su diversión cruenta
digna de plebe servil;
aquí de plaza y toril,
hace cualquier callejón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
¿Llega el pez vivito aún
a Madrid desde Bilbao?
Denme arroz con bacalao
y ancha torta con atún,
y del aloque común
añadan medio porrón;
¡y nieguen que es Alicante
la millor terra del món!
¿No veis en el breve espacio
que el mar cierra y las montañas,
en vez de humildes cabañas
tanto soberbio palacio?
¿Y de perlas y topacio
las uvas de promisión?
Pues negad que es Alicante
la millor terra del món.
Junto al nopal de Occidente
se alza la palma lozana,
y en la estación más temprana
ni aun el almendro imprudente
de dar su flor se arrepiente
al soplo del Aquilón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Nunca el mar a esta ribera
niega su plácida brisa,
ni su apacible sonrisa
esconde la primavera;
un naufragio pareciera
fabulosa tradición;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Mas como en fin la marea
dentro del puerto importuna,
aún recuerdo la tribuna
y la pública Asamblea;
pero disipa esta idea
un trago de fondillón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.
Hoy que, mísero trofeo
de robustos aquilones,
miro tornarse en baldones
los ensueños del deseo,
hallo aquí en nuestro Liceo
fraternal consolación.
¡Salud, salud, Alicante,
mi puerto de salvación!
¡Salud! si arreciado zumba
el vendaval enemigo,
tú me darás un abrigo
junto a la paterna tumba;
y al menos cuando sucumba
en la común disensión,
reposarán mis cenizas
donde está mi corazón.
Y sabed, en fin, Bretón,
que hasta el postrimer instante
será para mí Alicante
la millor terra del món.
Han pasado 170 años, y nadie puede negar que esta letrilla no sólo conserva todavía plena vigencia, sino que la mantendrá por mucho tiempo, pues como más fácil y conocido ejemplo de ello, tenemos el famoso fragmento de «Himne d’Alacant», compuesto en 1902 por Juan Latorre Baeza, con letra de José Mariano Mileto y Francisco Martínez Yagües, que se inspiraron sin duda en esta letrilla, y que reza de este modo:
Es la millor terra del mon,
així el poeta heu va dir...
així el poeta heu va dir...