ARTÍCULO DE JOSÉ LUIS LURI PRIETO Y ALICANTE VIVO
D. Trinitario María González de Quijano e Iturregui
La bacteria responsable del “cólera”, una de las epidemias más terribles de la historia de la humanidad, recibe el nombre de “vibrio cholerae”. Identificada en el año 1854 por Filippo Pacini, invadió con gran rapidez y virulencia los continentes de Asia, Europa y América en el siglo XIX. Aún hoy está presente en zonas deprimidas del subcontinente Indio, Sureste Asiatico, Latinoamérica y el Africa Subsahariana.
Enfermedad infectocontagiosa que se trasmite por regla general cuando el bacilo infecta el agua potable o los alimentos, sus síntomas abarcan en su fase más aguda desde la diarrea hasta la muerte, pasando por vómitos, deshidratación, decaimiento, disfunción sexual, pérdida de memoria, calambres musculares y aumento de la viscosidad sanguínea. Se desarrolla en contextos de insalubridad, falta de servicios sanitarios básicos, controles de alimentos y alcantarillado, lo que sumado a su facilidad de contagio y su mortandad, son motivos suficientes para que cunda rapidamente la alarma entre la población. Nuestra ciudad, en aquel año de 1854 (fecha de la terrible epidemia de "cólera morbo"), tenía esas deficiencias. Recordemos que hasta finales del siglo XIX, Alicante era una urbe encintada por grandes murallas, superpoblada, sin posibilidad de expansión e insalubre. A todo ello habría que sumar el alto nivel de analfabetismo e incultura de una sociedad ignorante y temerosa de Dios, que veía en cada enfermedad un estigma insalvable.
Cuando repasamos la Historia reciente de Alicante, descubrimos cómo la epidemia del "cólera morbo" de 1854 está inexorablemente unida a un hombre del que conocemos muy pocos datos. A pesar del folleto publicado en el año 2004 por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Alicante, la figura del Gobernador Civil D. Trinitario María González de Quijano e Iturregui (Trino Quijano) yace en un oscuro rincón de nuestro pasado. Actualmente sólo recordamos o tenemos información sobre su labor desempeñada en nuestra ciudad durante los 25 días en que ostentó su cargo. Sin embargo... ¿quién era en verdad Trino Quijano? ¿Qué labor desempeñó antes de su llegada a Alicante? Al no existir demasiados datos al respecto en el Archivo Municipal, la Asociación Cultural Alicante Vivo ha necesitado la ayuda de D. José Luis Luri Prieto (que ha recalado mucha información en el Ministerio de Cultura y en las misivas de Trino dirigidas a D. Fernando Muñoz, segundo esposo de la Reina María Cristina, conservadas en su archivo personal) y de Dña. Erún Ortiz, del Ayuntamiento de Guetaria (que nos cedió amablemente los libros “Guetaria: Lo que fue… Lo que es… Lo que puede ser” y “Getaria, entre el mar, el cielo y la montaña”). Sin ellos, hoy no tendríamos este trabajo y D. Trino seguiría siendo un desconocido en nuestra ciudad.
Trino Quijano nació en Guetaria (Guipuzcoa) el dia 8 de mayo de 1808. Hijo de D. José González de Quijano de Hijar y de Dña. María Luisa Iturregui de Guetaria, ingresó en 1823 en el Real Cuerpo de Guardia, llegando a ejercer el cargo de Alférez de Caballería. Sin embargo, pronto abandonó su carrera militar por la carrera política, convirtiéndose en un miembro destacado del Partido Liberal y Progresista. Contrajo matrimonio con Dña. Adelaida Polverosi, de ascendencia italiana, dos años mayor que él, convirtiéndose en Intendente de Rentas en Navarra durante la Guerra Civil y Carlista (1833-1839). Fue también Jefe Político y Gobernador Civil en las Canarias en 1843, justo unos años antes de acabar encerrado en la Cárcel de Cádiz, por mostrar un fuerte rechazo a la dictadura del General Ramón María Narvaez.
Ramón María Narvaez
En 1848 Europa vivía la llamada “Primavera de los Pueblos”, al grito de “¡Viva la Libertad!”. Las oleadas revolucionarias sacudían naciones como Francia, Italia, Austria, Alemania y Hungría. En España, el régimen despótico del general Narváez se disponía a combatir cualquier intento desestabilizador a sangre y fuego, imponiendo la “Ley del Terror”. Las garantías constitucionales fueron abolidas por el gobierno español moderado y los afectos progresistas sufrieron la persecución despiadada de espías y salvaguardias a sueldo. En todas las provincias, los jefes políticos dictaban órdenes de destierro que arrancaban a destacados liberales de su casa y sus familias sin abrir causa ni dar razones. Se sucedieron las delaciones, las venganzas, las falsas denuncias…
Un levantamiento popular fue rápidamente reprimido en Madrid durante la noche del 26 de marzo. Una nueva tentativa fracasó el 7 de mayo. Cientos de ciudadanos sufrieron prisión y fueron enviados en cuerdas de presidiarios a los puertos españoles para ser confinados en las Canarias, Las Marianas, Cuba o Filipinas. Muchos no retornaron a España, sucumbiendo en sus destinos por el hambre o la enfermedad. Aquellos que defendieron a su Reina en los campos de batalla durante la guerra contra el carlismo, experimentaron ahora el gran dolor de sentirse traicionados ante el patriotismo que evidenciaba su hoja de servicios.
A principios de mayo, D. Trino Quijano fue detenido en su casa de Madrid. Su nombre aparecía en un listado confeccionado por el Conde de Vistahermosa a instancias del Ministro de Gobernación, D. Luis José Sartorious. El encabezamiento de la nómina era suficientemente elocuente: “Lista de personas que estorban en Madrid y deben ser deportadas a Filipinas por instrucciones verbales”. Don Trino fue calificado de “bullanguero progresista”. El Conde de Vistahermosa dictó orden instruyendo que Quijano fuera conducido a las cárceles de Cádiz para su posterior destierro en ultramar. Esta conducción fue comisionada a un destacamento de la Guarda Civil con muy estrictas condiciones. En silla de postas parte la cuerda el día 10 de mayo. Así lo relató él mismo a un amigo personal: “(…) Me confirmé más y más en la idea cuando me encerraron en un coche de sólo 7 asientos con 5 guardias civiles con armas cargadas de todas clases, pues hasta llevaban pistolas, y al notar que las portezuelas y ventanillas del coche venían claveteadas y con fuertes candados, sin considerar el cabo que lo mandó que necesariamente debíamos asfixiarnos con lo intenso del calor, los fétidos de los soldados, la total ausencia de respiración, el de no parar a comer, ni descansar en población, puesto que hasta los tiros se mudaban en los ejidos o a más larga distancia de las casas de postas. Ruinmente enfermos Laberón, un guardia civil y yo, llegamos todos muy estropeados a esta cárcel. Cuando advertí que las carabinas eran de pistón sin seguro, les pronostiqué tendríamos alguna desgracia. El sargento que con un civil me guardaban, se le escapó el tiro al sacar su carabina en La Carlota, y cuya bala pasó entre mi frente y la suya, raspándole un poco la gorra: ni estos peligros ni nuestra enfermedad podía recabar la menor detención, pues decía el capitán que sus instrucciones eran tan severas que hasta nos matarían si le salía alguna partida de ladrones. Esta es la manera de conducir a un real servidor del Estado y de su Reina, arrancándole de su domicilio, sin reconocerle sus papeles, sin preguntarle siquiera su nombre (…) Voy sin un cuarto después de haber arruinado a mis parientes y a mi pobre Patrona, son lo costoso de mis prisiones, y estando incomunicado: aún llevo la frente erguida porque sabe la satisfacción, que a pesar que el menor servicio que he prestado a mis poderosos amigos, importa más que todos sus estados, no habrá uno siquiera que levante el dedo y diga que he servido a ellos ni a nadie, ni ha admitido menos los favores más insignificantes”
Material cedido por D. José Luis Luri Prieto
“Excmo Sr. Duque de Riánsares:
Cárcel de Cádiz, 20 de mayo
Cárcel de Cádiz, 20 de mayo
Mi favorecedor y amigo: cuánto siento afligir el ánimo de V. pero no puedo menos que hacerlo pues la fatalidad y las coincidencias me persiguen.
El día de mi cumpleaños (40 actuales) fue el ocho de este mes, y me prendieron cuando me estaba vistiendo para recibir algunas visitas; hoy pensaba celebrar los días de Vd. y los he pasado en el calabozo a consecuencia de cierta delación que anoche dieron al Jefe Político, de que se proyectaba ganar al alcaide para la libertad de algunos presos políticos. Por fortuna, Narciso Escosura, a mi petición, lo tienen en otro punto, que a la singularidad poco envidiable de esta ciudad y desde que me unieron a él para el viaje con marcada intención, presagié mal. A mí nadie me conoce en esta ciudad sino el que ha sido tres veces alcalde desde el año 43; y dos empleado de esta Aduana, que habiendo sido en otros tiempos mis subalternos, han venido a ofrecerme sus respetos con el Jefe Político: únicas visitas que he tenido. He pasado una noche cruel por la coincidencia de los días, pero en lo demás, sabía que este Jefe Político, que conocía mis antecedentes, me haría junta haciéndome absoluta abstracción y devolviéndome a mi cuarto. Laberón y yo le hemos dirigido una carta llena de sentimiento por este incidente que sólo hemos sabido por el conducto de su autoridad. Por mí sé decir que he podido escaparme del camino, pero puede estar seguro el Gobierno que sin exigirme ni aún la palabra de honor.
El día de mi cumpleaños (40 actuales) fue el ocho de este mes, y me prendieron cuando me estaba vistiendo para recibir algunas visitas; hoy pensaba celebrar los días de Vd. y los he pasado en el calabozo a consecuencia de cierta delación que anoche dieron al Jefe Político, de que se proyectaba ganar al alcaide para la libertad de algunos presos políticos. Por fortuna, Narciso Escosura, a mi petición, lo tienen en otro punto, que a la singularidad poco envidiable de esta ciudad y desde que me unieron a él para el viaje con marcada intención, presagié mal. A mí nadie me conoce en esta ciudad sino el que ha sido tres veces alcalde desde el año 43; y dos empleado de esta Aduana, que habiendo sido en otros tiempos mis subalternos, han venido a ofrecerme sus respetos con el Jefe Político: únicas visitas que he tenido. He pasado una noche cruel por la coincidencia de los días, pero en lo demás, sabía que este Jefe Político, que conocía mis antecedentes, me haría junta haciéndome absoluta abstracción y devolviéndome a mi cuarto. Laberón y yo le hemos dirigido una carta llena de sentimiento por este incidente que sólo hemos sabido por el conducto de su autoridad. Por mí sé decir que he podido escaparme del camino, pero puede estar seguro el Gobierno que sin exigirme ni aún la palabra de honor.
Trino Quijano”.
Material cedido por D. José Luis Luri Prieto
“Tengo el honor de dirigir a usted la adjunta exposición y espero que la rectitud y justificación de vuesa ilustrísima inclinará el animo de Su Majestad para que se resuelva a la mayor brevedad posible mi súplica.”
El 15 de julio, don Trino remite la carta superior al Duque de Valencia, General Narváez, cuyo escrito contiene la exposición de su caso y la solicitud de que una copia le sea entregada a S.M. La Reina. Se intuye que esta gestión fue satisfactoria, puesto que el 22 de agosto de aquel año, D. Trino abandonó las cárceles de Cádiz para ser conducido a destierro en Navarra como reducción de pena.
Es en ese momento en donde la vida de Quijano entró en relación con Alicante, siendo la faceta de la que más datos (y más contrastados) tenemos. Liberado y laboralmente activo en su nueva vida, comenzaron a darse los primeros casos de “cólera morbo” en nuestra ciudad. Era el año 1854. Había estallado una revolución que acabó con los gobiernos ultraconservadores. Espartero tomó el poder, el trono se tambaleó y la reina madre fue expulsada. Todo ello provocó la destitución del Gobernador Civil de Alicante, el moderado José María Montalvo, quedando pendiente de designar su sustituto.
La gente empezaba a morir a causa de la enfermedad y no había nadie para ponerse al frente. El día 16 de agosto, fue nombrado oficialmente Gobernador Civil D. Trinitario Maria González de Quijano. Contaba 47 años de edad. Decidió venir a Alicante "con la velocidad del rayo", cuando recibiera en Madrid la Credencial necesaria, hecho que sucedió el 22 de Agosto, tras 36 horas de penoso viaje en carruaje.
Alicante contaba entonces, aproximadamente, 18.000 habitantes, todos ellos enfermos o futuros enfermos potenciales de cólera. Muchos de ellos, alrededor de 8.000, huyeron a los pueblos y fincas de la provincia, pensando que la enfermedad quedaría atrapada entre nuestras murallas. Pero se equivocaron. La plaga acabaría invadiendo toda la provincia inexorablemente, convirtiendo aquel año en una fecha nefasta para nuestra Historia. Hoy, 156 años después, sabemos que la ignorancia sobre el cólera y la falta de higiene entre los alicantinos, provocaron 1964 muertes en los 47 días que duró la epidemia. ¡Un 20% de la población total!
El día 23 de Agosto, Quijano publicó un bando que transcribimos en su totalidad: “Vista la gravedad de las circunstancias y oído el parecer de los facultativos he dispuesto lo siguiente: 1.º Los dueños de los cafés y horchaterías tendrán en sus establecimientos constantemente, noche y día, depósitos de arroz para el servicio público y especialmente para los enfermos; 2.º todos los farmacéuticos de la capital facilitarán gratis toda clase de medicamentos, mediante receta firmada por un facultativo, y con el visto bueno del respectivo alcalde de barrio. El importe de estas recetas se abonará en el Gobierno Civil, pasadas las actuales circunstancias» (CERDÁN TATO, E. “Gateras”). Del mismo modo, advirtió que serían sancionados los especuladores que vendieran artículos de primera necesidad a sobreprecio. Suya fue la frase: “Para salvar al pueblo, hasta de las rocas se hacen brotar recursos”
Material cedido por D. José Luis Luri Prieto
Sin embargo, pronto encontró serios problemas con la Iglesia. Del mismo modo que muchos ciudadanos se habían marchado de la ciudad cuando se inició la epidemia, gran parte del clero hizo lo mismo. Por ello, “con la franqueza proverbial de los vascongados”, Quijano denunció la huída del obispo y de los sacerdotes, obligándoles a regresar en menos de 48 horas para reconfortar a los enfermos o dar la extrema-unción a quien procediera. Sin embargo, el obispo de la diócesis, Felix Herrero Valverde, no le hizo caso. Por el contrario, la propia prensa criticó la actitud de los religiosos: “A pesar de las comunicaciones de nuestro Gobernador con el señor Obispo de la Diócesis (…) su ilustrísima se muestra poco dispuesto a emprender el viaje. Sería para nosotros el más cruel desengaño que el señor Obispo no acudiera a cumplir su cometido” (“El Clamor Público”, Madrid, viernes 1 de septiembre de 1854)
Pero no lo hizo
Mientras unos huían, Quijano daba dinero de su propio bolsillo a las familias más pobres para que compraran alimentos, al tiempo que concedía ayudas económicas de tres reales diarios a las familias consideradas pobres de solemnidad. Otorgó exención del pago de tributos para los alimentos y prohibió los cordones sanitarios que mantenían aislado a Alicante. Todo ello, mientras visitaba a los enfermos, que se le morían en sus brazos.
Si tomamos como referencia los casi 300.000 muertos por cólera en todo el país aquel año, aún damos más importancia a la labor de Quijano. Durante la semana del 23 al 29 de Agosto, la epidemia se extendió por la provincia; y nuestro Gobernador acudió a caballo, presuroso, a localidades como Alcoy, Cocentaina y Monforte. En todos los pueblos era tratado como un héroe, e incluso en Alicante fue llevado a hombros por toda la ciudad cuando consiguió víveres para la necesitada población.
Como era de esperar, su ejemplar labor llegó pronto a oídos de la Reina Isabell II, que le concedió el 5 de septiembre la Gran Cruz de Isabel La Católica. Pero él siguió trabajando incansable: estableció guardias de tres médicos y cuatro practicantes en los bajos del Ayuntamiento entre las diez de la noche y las cinco de la madrugada.
Exhausto por los viajes, Quijano cae agotado. Pero lo que en un principio achacaban los médicos al cansancio, se acabó convirtiendo en contagio del cólera. Se le diagnosticó la enfermedad el 14 de Septiembre, precisamente cuando el mal empezaba a remitir en la ciudad. Una de sus últimas frases fue: “Sé que voy a morir pero muero contento porque voy a ser yo el último de la procesión”. Aún así, enterado que Castalla estaba infectada y no había médico, pidió un caballo para acudir con personal sanitario. Pero le fue imposible ni siquiera subirse al animal. Delirando y entre grandes sufrimientos físicos, murió a la una y cuarto de la madrugada del día 15.
"Con el dolor más profundo anunciamos a nuestros lectores la muerte de D. Trino González de Quijano, dignísimo Gobernador Civil de Alicante. Quijano ha muerto, no en servicio de una fracción política, sino en defensa de la humanidad. Alicante lamenta la irreparable pérdida de un padre: Alicante debe consagrar un monumento a su memoria" (Diario "Unión Liberal". Madrid)
Material cedido por D. José Luis Luri Prieto
"D. Trino González de Quijano, malogrado esposo de la esponente, ha perecido en Alicante cumpliendo una misión sagrada. A medida que crecían los horribles estragos de la epidemia, se hacía más fecunda su caridad cristiana (...) Ni una sóla vez tembló ante la muerte, que en derredor ejercía su funesto imperio; muchos enfermos exhalaron entre sus brazos paternales el último aliento, y vino al fin a sucumbir llenando los deseos de Vuesa Merced y de su digno gobierno (...) Vengan para los días de Vuesa Merced paz y ventura; acudan sobre su cabeza las bendiciones del cielo y sea el sacrificio de un héroes, fuerte y constante estímulo en un país donde respiran tantos corazones nobles" (Dña. Adelaida Polverosi, viuda de Quijano. “Diario La España", 25 de septiembre de 1854).
Diez meses después de fallecido Quijano, el día 13 de julio de 1855, el caso de la prisión de nuestro hombre saltó en las Cortes a instancias de la discusión de un dictamen sobre presos en Filipinas. El diputado progresista, D. Fernando Madoz, dirigió una detallada alocución sobre los excesos moderados durante el año de 1848. Con respecto al traslado y encarcelamiento de D. Trino, apuntó:
“Qué pasiones dominaron a aquel gobierno para perseguirlos [se refiere a los tres presos], con sólo leer las instrucciones que por escrito dio el Conde de Vistahermosa de acuerdo con el gobierno, al jefe de la Guardia Civil encargado de conducir a estos individuos, el cual se portó con la mayor caballerosidad, benevolencia y finura. “A las ocho de la noche emprenderá Vd. su marcha para Cádiz en la silla de postas, conduciendo en calidad de presos a don Narciso de la Escosura, don Francisco Laberón y don Trino Quijano, y para el mejor despacho de su comisión observará Vd. las observaciones siguientes: primera, que a las siete en punto de la tarde se constituirá Vd. en las cárceles de la Villa donde les serán entregados bajo recibos para partir a las ocho en punto. Segunda. Se colocará Vd. con dos de dichos presos en una berlina cerrada con llave por dentro, y el otro en la caja de atrás con dos guardias civiles, de modo que el preso esté en el lado opuesto de la portezuela y un guardia civil a otra; y otro ocupará el asiento del mayoral. Tercera. Bajo ningún pretexto parará Vd. en pueblo alguno: las comidas se harán en las ventas del tránsito, y al llegar a ellas se apeará Vd. antes que los presos, dejándolos cerrados hasta que Vd. se cerciore no haber nadie en ellas, y sin permitir después que nadie se aproxime a hablarles mientras comen, y seguirá Vd. en seguido al camino sin detención ni parada alguna para dormir. Cuarta. Cuando se haya de relevar el tiro en alguna población, seguirá Vd. un cuarto de legua más allá, dejando en el pueblo un guardia civil para que vaya con el tiro. Quinta. No permitirá Vd. que escriban, aún a su familia. Sexta. Al llegar Vd. a Cádiz, a cuyo punto va destinado, entregará Vd. los presos al gobernador civil, y se volverá Vd. inmediatamente en la misma silla de posta, y a su regreso recibirá Vd. 4.000 rs. vn”.
Material cedido por D. José Luis Luri Prieto
En Alicante, un grupo de personalidades de la ciudad decidió elevar un monumento en recuerdo y gratitud del pueblo a su memoria. La primera piedra no se pondría hasta el 17 de junio de 1855, y los gastos se sufragaron por suscripción popular. Hasta el 16 de Septiembre de 1857 no se inauguraría oficialmente, aunque faltaron numerososo elementos decorativos que no se concluyeron hasta 1880, veintiséis años después de su fallecimiento.
Sin embargo, esa es otra historia y otros hechos que ya comentaremos en otra ocasión.
“En ocasiones, nos preguntamos dónde podríamos encontrar en la actualidad a un político, sea del signo que sea, capaz de hacer una décima parte de lo que hizo este hombre. Creemos que habría que entregar una copia de su vida y sus actos no sólo entre los escolares, sino entre la clase política, en el pleno de los Ayuntamientos, en el Gobierno Civil, en la Diputación, y en las sedes de los partidos políticos” (MOYA FUSTER, D.)
D.E.P.
Extraído de la crónica de Juan Vila y Blanco una de las muchas cartas que los Ayuntamientos de la Provincia remiten a Quijano en agradecimiento a su visita y ayuda:
"M.I.S. El Ayuntamiento , Clero y Junta de Sanidad de la villa de Altea acuden á V.S. llenos del más profundo reconocimiento por los incalculables beneficios de que le es deudora la Provincia toda , y al cumplir con los deberes que inspira la gratitud, no puede menos de rendir homenaje a esa abnegación sin ejemplo, tan pública en V.S., sacrifícándose por la salud de nuestros hermanos, arrancando de los brazos de la muerte innumerables víctimas que hubieran sin duda sucumbido sin su amparo.- Dios guarde a V.S. muchos años.- Algtea, 12 de Septiembre de 1854”
Fuentes Consultadas:
-LURI PRIETO, José Luis.
-ORTIZ, Erún. Ayuntamiento de Guetaria.
-Concejalía de Cultura. 2004. "150 aniversario de la muerte del Gobernador Trino Quijano"
-CEREZO HIJANO, Francisco. "“Guetaria: Lo que fue… Lo que es… Lo que puede ser”
-AGUIRRE SORONDO, Antxon. "Getaria entre el mar, el cielo y la montaña"
-MOYA FUSTER, Daniel. Artículo en Alicante Vivo
-CERDÁN TATO, Enrique. "Gateras"
-AMA
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