Creemos necesaria su reproducción íntegra, por tratarse de un documento de vital importancia para conocer las formas y métodos con que se rotulaban las calles en la década de 1950.
Esperamos que os guste.
La calle, en cuestión
En la mañana del 18 de julio de 1950, tras concluir el Pleno Extraordinario del Ayuntamiento de ese día, se reunió el alcalde de la ciudad con un humilde artesano municipal. El hombre, sencillo de vestimenta pero gigante en conocimientos, había sido reclamado por la máxima autoridad local para que elaborara una placa con el nuevo nombre para una calle de Alicante. Bien conocidas eran en la ciudad las hábiles manos del artesano para fabricar placas al gusto del Excelentísimo Alcalde.
-Buenos días, señor -dijo el artesano-. ¿Usted dirá?
-Siéntate hombre. Siéntate -le indicó el alcalde, señalando una silla aterciopelada-. Como sabrás, hemos tratado en el Pleno de hoy el cambio de nombre de algunas calles de Alicante. Son muchas las avenidas con denominaciones ostentosas y opulentas, y creemos necesario cambiarlas por otras más humildes, sencillas y acordes a los tiempos de paz que vivimos.
El artesano asintió con un leve movimiento de cabeza. Se temía lo peor.
-En concreto, queremos empezar por una calle de La Ciudad de Asís -explicó el alcalde-. Hemos asfaltado el terreno y queremos dar a la nueva zona de viviendas un nombre inocente, campechano y, sobre todo, muy muy humilde.
-Pues usted me dirá -dijo el artesano, sacando un bloc de notas de su bata.
-El Pleno Municipal había pensado, en primer lugar, el nombre del General Valera. Todo un amante de la paz, un hombre sensible y pausado.
El artesano se movió incómodo en la silla.
-Verá, señor. El General Varela ya tiene calle en nuestra ciudad. Me temo que no puede ser.
-¡Vaya por Dios! -exclamó el alcalde-. No había pensado en eso. ¿Y qué le parece el nombre de General Millán Astray? Todo un patriota... Un compañero humilde, sabio y extremadamente comprensivo con los más débiles.
-Señor.... En la década de los años 20 ya se rotuló una calle con ese nombre. Tampoco va a ser posible.
-Mecagüen.... -el alcalde estaba desconcertado. Meses atrás, cuando le había pedido al artesano que le dedicara una calle a su tío Ceferino Oñate Serrano "de forma que el pueblo no lo notara mucho", el trabajador municipal no había puesto tantos peros.
El Alcalde continuó.
-También había pensado en Pio XII. Un siervo de Dios, piadoso y dispuesto a bendecir las causas nobles. Siempre siguió las pautas de humildad y paz impuestas por la Iglesia.
-Estooooo.... -el artesano empezaba a incomodarse-. En 1955, Alicante ya puso una plaza a Pio XII
-¿Y 30 de marzo? No creo que tengamos una calle con la fecha de ese bonito día.-La tenemos, señor
-¿Y General Aldave?
-También.
-¿Y Comandante FRanco?
-Sí.
-Cojones, chaval. ¿Es posible que no haya un puñetero nombre humilde y piadoso para una calle de Alicante?
-Supongo que lo habrá.
El alcalde lo miró cansado.
-Pues ponlo tu.
-¿Yo? -preguntó el artesano-. ¿Y qué nombre quiere que le ponga?-Algo sencillo... Lo que te de la gana -anunció
-Pero...
-Lo que sea. Algo.
-¿Algo? -preguntó de nuevo.-Sí, algo. Pon algo, leches. ¿Estás sordo? "A.L.G.O"
La Calle "Algo", en versión Chiquito de la Calzada
Y el artesano, como no, hizo caso a tan magnánimo Alcalde.
¿Y quién no?
¿Y quién no?
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Fuente:
"Theoria del Lucentismo rancio, singular et maritimus" (ED. Tinnus Est Pandorga)