"Esta campaña está dedicada a todos los alicantinos que han pasado a mejor vida. Y a los que aún están por ahí abajo y que con el paso del tiempo, obviamente y sin exclusión, irán a hacerles una alegre visita"
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Para informarte y participar en la Campaña de Concienciación Ciudadana "SER ALICANTINO DUELE... ¡¡EN EL MÁS ALLÁ!!", visita ESTE enlace de la Asociación Cultural Alicante Vivo
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"Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales".
(Miguel Delibes)
(Miguel Delibes)
LA CURIOSIDAD
Pareja de gatos en el florero de uno de los panteones del Cementerio Municipal de Alicante
En una de nuestras (muchas) visitas al Camposanto Municipal, mientras fotografiábamos a los felinos que dormitaban en el panteón de la familia Prytz, un anciano se acercó y nos preguntó:
-"Oigan ustedes...¿Por qué los cementerios están llenos de gatos negros?"
Nosotros respondimos:
-"Suponemos que es el lugar más tranquilo del mundo, lejos de coches, ruidos y gamberros; los gatos, negros o blancos, son amantes de la vida silenciosa y pausada".
No sabemos si la respuesta complació o no al anciano; lo cierto es que, como en muchos otros aspectos de la vida, la respuesta sencilla suele ser la más acertada. Y, tratándose de temas tan serios como la "muerte", "la otra vida", "hincar el pico", "diñarla" o "doblar la servilleta", creemos que fue la respuesta más simple que nosotros pudimos encontrar aquella mañana.
Sin embargo, existen muchas teorías (alguna de ellas, disparatadas) sobre la presencia de los gatos en los Cementerios. Se habla de la percepción extraordinaria, por parte de los felinos, de las vibraciones energéticas y sobrenaturales, argumentando que los Camposantos están llenas de ellas; también se cuenta que, mientras el perro acompaña a su amo durante la vida "terrenal", el gato conduce las almas de los difuntos en su largo periplo hacia el más allá.
En el mundo de lo paranormal, el gato es un animal mágico. En la Edad Media, erróneamente, se relacionó a los gatos negros con la brujería (se decía que eran brujas ocultas) motivo por el cual eran perseguidos, cazados y quemados en hogueras. Debido a esto, la población de gatos disminuyó haciendo así que la población de ratas se incrementara. Pronto se propagaron las grandes epidemias de nuestra historia, como la peste negra.
En el mundo de lo paranormal, el gato es un animal mágico. En la Edad Media, erróneamente, se relacionó a los gatos negros con la brujería (se decía que eran brujas ocultas) motivo por el cual eran perseguidos, cazados y quemados en hogueras. Debido a esto, la población de gatos disminuyó haciendo así que la población de ratas se incrementara. Pronto se propagaron las grandes epidemias de nuestra historia, como la peste negra.
Gatos en la quietud de nuestro Cementerio
Por suerte, no siempre fueron un símbolo negativo. En Egipto, se los consideraba animales sagrados relacionados con el culto a la diosa Bastet; en la Inglaterra Victoriana, si unos novios recién casados se encontraban con un gato negro, esto simbolizaba prosperidad en el matrimonio; y los marineros creían que tener un gato a bordo les traería buena suerte en la pesca. Más aún, sus mujeres solían tener uno en casa, ya que esto parecía "asegurar" que sus maridos volverían sanos y salvos después de la travesía.
En la actualidad, es una de las mascotas más populares en todo el mundo. Diversos estudios han corroborado que su domesticación es relativamente reciente, por lo que pueden vivir perfectamente en ambientes silvetres y aceptan al humano como tal, aunque nunca se ponen bajo su estricto mandato y dominio.
Así pues, si un día se nos acerca por el Cementerio un gato y ronronea, maulla y se enrosca a nuestros pies, lo más sensato es acariciarle con suavidad la cabeza y no salir huyendo como "alma que se lleva el demonio".
Así pues, si un día se nos acerca por el Cementerio un gato y ronronea, maulla y se enrosca a nuestros pies, lo más sensato es acariciarle con suavidad la cabeza y no salir huyendo como "alma que se lleva el demonio".
HISTORIA DE LOS CEMENTERIOS DE ALICANTE
Cuadro 12 del Cementerio Municipal de Alicante: las fosas comunes
La muerte ha tenido en Alicante, a lo largo de la historia, las mismas ceremonias y "parafernalias" que en el resto de España. Cuando los ciudadanos de nuestra ciudad compraban el ticket para su último viaje, todos ellos eran enterrados en el interior de las iglesias, aunque existían ciertos matices: a los nobles se les ponía ricas lápidas con escudos nobiliarios grabados (valga el ejemplo de la Concatedral de San Nicolás), mientras que los pobres iban a parar a grandes bóvedas o criptas subterráneas en las que el tiempo borraba toda huella de su pasado. D. Rafael Viravens i Pastor ya comentó en su tiempo que esa costumbre debía desaparecer, pues "los fieles que iban á cumplir los deberes religiosos , es natural que percibieran los miasmas fétidos de las sepulturas, por más que se cuidaba cubrirlas herméticamente".
La epidemia de peste negra que asoló Alicante en 1648, obligó al Ayuntamiento a plantearse la necesidad de construir un cementerio general; y así se hizo, en uno de los bancales de lo que hoy es la Fábrica de Tabacos. En este cementerio se enterraba al pueblo llano, puesto que los edificios religiosos seguían siendo la última morada de quienes tenían panteones en propiedad.
Panorámica espectacular del Cementerio de San Blas. Pinchar en la fotografía para ampliar
La única noticia que se tiene del primigenio cementerio la ofrece el deán de San Nicolás allá por el año 1795: "tristemente encanta y subyaga nuestro cementerio, por su blancura, por sus tumbas pequeñas y humildes, por sus fosas bajas y risueñas como cunas (...), las rosas otoñales llenan el ambiente con tierna corona de soledad".
Las ceremonias mortuorias fueron cambiando con los tiempos, "modernizándose" y siendo menos rudas. Los familiares ya no se hacían cortes en la cara como en los tiempos de Alfonso X el Sabio; ahora su cubría la casa del difunto con paños blancos, desaparecían los adornos de las mesas y las camas, el difunto se amortajaba con los hábitos de algún religioso y las doncellas se cubrían con coronas de flores. "En las 24 horas que el difunto estaba expuesto en la que fue su casa, los parientes rezan el Rosario mientras un fraile lleva la cuenta". El cadáver era encerrado en una caja pintada de negro y, tras celebrarse el Oficio correspondiente, era trasladado al Camposanto. La viuda, las hijas, la madre y las hermanas del difunto, en los nueve días siguientes a su muerte, se tapaban la cabeza con mantillas negras para recibir las visitas de pésame, y no salían de la casa mortuoria, donde ni siquiera se encendía una lumbre para cocinar. En caso de fallecer un niño, por el contrario, el cuerpo se cubría con vestiduras blancas, en su cabeza se colocaba una corona de flores y, durante las horas en que estaba presente en su casa, los parientes, los amigos y los vecinos lo velaban entonando cánticos de alegría y bailando al son de guitarras y flautas.
La costumbre de velar a los muertos en casa desapareció hace ya muchos años, practicamente desde la aparición de los primeros tanatorios. Aún así, nuestras abuelas seguro que todavía lo recuerdan. Excepto puntuales y arcaicos ejemplos, ya nadie usa los tres estados de tristeza: luto riguroso, medio luto y alivio de luto. Y aunque en los pueblos pequeños aún tienen "gran aceptación" los entierros, ya casi nadie está de luto.
La costumbre de velar a los muertos en casa desapareció hace ya muchos años, practicamente desde la aparición de los primeros tanatorios. Aún así, nuestras abuelas seguro que todavía lo recuerdan. Excepto puntuales y arcaicos ejemplos, ya nadie usa los tres estados de tristeza: luto riguroso, medio luto y alivio de luto. Y aunque en los pueblos pequeños aún tienen "gran aceptación" los entierros, ya casi nadie está de luto.
Carlos III, allá por el año 1786, ya prohibió enterrar a los muertos en las iglesias; sin embargo, fue Carlos IV quien se puso de verdad serio y ordenó "la construcción de un cementerio común y capaz para todos los alicantinos". Nuestro Ayuntamiento, dispuesto a cumplir el mandato real, depositó toda la confianza en el Cabildo Colegial y le cedió todos los derechos.
La epidemia de fiebre amarilla de 1804, que se llevó en sus brazos a más de 2700 alicantinos, fue la culpable de que el Cabildo de San Nicolás lo construyera de forma inmediata, según los planos de D. Jacinto Galvañ Tormo. Fueron D. Antonio Sala y D. Tomás Pagés quienes firmaron la escritura de compraventa de los terrenos en la partida de San Blas con el Conde de Soto Ameno. Existía tanta urgencia en construir la nueva morgue que, aunque no estuvo terminada hasta 1806, se bendijo un año antes y se procedió a enterrar el primer cadaver. Dña Bernarda Lledó fue la privilegiada de ostentar dicho honor.
Según el ínclito D. Gonzalo Vidal Tur, la superficie del cementerio era de "aproximadamente unos 8626 metros cuadrados". El Cabildo había ordenado construir primero unos nichos en la pared sur, destinados a los sacerdotes y frailes. Más tarde, en colaboración con el clero de Santa María, levantó otros nichos de alquiler. Dña. María del Rosario Bismanos, acaudalada viuda alicantina, donó gran cantidad de dinero para que se levantara la obligada capilla, cuyos trabajos se iniciaron en 1852.
Diversas fotografías del Cementerio de San Blas
Por desgracia, muy pronto quedaría pequeño el cementerio. El cabildo se vio en la necesidad de adquirir en 1867 unos terrenos de la condesa de Soto-Ameno, de una superficie de 12.010 metros cuadrados. Fue la primera de las tres ampliaciones que sufrió el Camposanto, a pesar de las negativas del Ayuntamiento por la extensión a la que se estaba sometiendo la ciudad en dirección a San Blas: hubo otra en 1875 (en la que las familias más poderosas tuvieron espacio para eregir sus panteones, la clase media dispuso de nichos y los pobres incrementaron su número de fosas) y la última, laboriosa y cara por realizarse en terreno rocoso, en 1918, cuando la gripe acabó con 342 alicantinos que abarrotaron el lugar.
Pero un buen día, llegó la gripe. Y, con ella, unos aires funerarios nuevos. Nuestra Señora del Remedio, nuestro actual Cementerio, empezó a construirse en 1918, según proyecto de D. Francisco Fajardo Guardiola y, un año más tarde, se prohibieron los enterramientos en nichos y fosas del antiguo. Seis años después, en 1925, el pleno municipal acordó la clausura definitiva excepto para difuntos propietarios de mausoleos, criptas o panteones, aunque se les ofrecía en contraposición una rebaja del 25% si adquirían parcelas en el nuevo emplazamiento.
Sin embargo, desmantelar un cementerio no era una cosa ni facil ni agradable. Se creó para ello una "Comisión Mixta liquidadora del Cementerio de San Blas", que procedió a su demolición en 1959. Como ya dijimos en el artículo de D. Eleuterio Maisonnave y Cutayar, se construyó una cripta subterránea de 12 metros de largo y se inhumaron en ella los restos que los familiares no trasladaron al de Nuestra Señora del Remedio. Sobre ella, más tarde, se alzaría la actual iglesia del barrio. Para el traslado, se otorgaron dos claúsulas:
1-. Se facilitaban gratis todas las licencias necesarias.
2-. Los gastos de traslado de los panteones y mausoleos corrían a cargo de los propietarios.
El expediente definitivo de construcción de Nuestra Señora del Remedio fue aprobado por Real Orden del Ministerio de la Gobernación de 25 de julio de 1917 y, según los cambios políticos acaecidos en nuestra ciudad, cambiaban sus reglamentos internos. Así, en 1921, se decía que "los cementerios son, según los Cánones, lugares sagrados que se destinan a dar sepultura a los cadáveres y están fuera del comercio de las cosas humanas"; sin embargo, en 1933, D. Lorenzo Carbonell Santacruz, en plena II República, advertía que "la Necrópolis será común a todos los ciudadanos, sin diferencias fundadas en motivos confesionales (...) Los enterramientos no tendrán carácter religioso alguno para los que fallezcan habiendo cumplido la edad de 20 años (...) Demarcadas las calles, plazas y avenidas, se ssustituyen sus denominaciones religiosas por letras y números"; y por último, en 1940, siendo alcalde el señor Ambrosio Luciañez, además de ampliarse la superficie util, construyéndose la iglesia dedicada a los vencedores de la contienda por Dios y por España, se vuelve a separar los enterramientos de los muertos fuera de la religión católica y los cadáveres de los niños fallecidos sin bautismo y los fetos, del resto de los muertos. Además, se deja muy claro "evitar epitafios, inscripciones y emblemas que clara y verdaderamente afeten a sectas y organizaciones ilegales"
Para terminar..., ¿les gustaría conocer una serie de curiosidades sobre la normativa de los Cementerios o normas de enterramiento? Hoy las leemos y nos producen cierta sorpresa y/o sonrisa; pero les aseguramos que son ciertas como la vida misma. Palabritas del "Niño Jesús":
El Cementerio Municipal, en la actualidad, tal y como lo estamos retratando en esta campaña
Para terminar..., ¿les gustaría conocer una serie de curiosidades sobre la normativa de los Cementerios o normas de enterramiento? Hoy las leemos y nos producen cierta sorpresa y/o sonrisa; pero les aseguramos que son ciertas como la vida misma. Palabritas del "Niño Jesús":
1-. "Las calles, plazas y paseos tendrán plantaciones de árboles que no sean frutales ni de raíces". Alguien no hizo mucho caso a esa ordenanza, ya que ahí tenemos los naranjos que circundan los cuadros de la Necrópolis y cuyos frutos amargan como el pepino.
2-."Los sepultureros, después de cada inhumación o exhumación, se lavarán cabeza, cara y manos, con agua y jabón". ¡¡Menos mal!!
3-. "Habrá en el deposito de cadáveres un timbre eléctrico o campana de avisos comunicado con las extremidades del cadáver; al menor movimiento de los mismos, suene en las habitaciones del Capellán, Administrador o Conserje". ¡¡Vade retro, Satanás!!
4-. "No podrán exhibirse al público para la venta, féretros, mortajas y candelabros (...) en forma que puedan ser vistos desde la vía pública".
5-. "Los caballos que se destinen al arrastre de coches fúnebres estarán perfectamente domados (..) de color negro, excepto en los que se utilicen para los entierros de párvulos y adolescentes, que podrán ser blancos"
Todos los datos sobre la historia de los Cementerios en Alicante han sido extraídos del artículo "Cementerios", elaborado por D. Adrián López Galiano para el libro "Monografías Alicantinas II"(Ayuntamiento de Alicante; 1989). Las fotografías antiguas han sido extraídas del libro "Memoria Gráfica de Alicante y Comarca", del Diario Información. El resto del artículo y las fotografías actuales son de elaboración propia
Si alguno de nuestros lectores quiere contarnos historias o ampliar más datos y recuerdos de nuestros cementerios, puede ponerse en contacto con nosotros en esta dirección:
alicantevivo@ono.com
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