Visión ochocentista de las fiestas de San Jaime en la Playa de San Juan. Creación original de Amérigo Asín para la obra "Alicante, de la A a la Z". GIL SÁNCHEZ, F.
Hasta finales del siglo XIX, los 50.000 habitantes del antiguo Alicante apenas conocían la Playa de San Juan. Era un lugar inédito, ancho y largo, donde las dunas de arena y su vegetación eran las dueñas y señoras. Eventualmente, algún campesino de la zona osaba atravesar el mar de arena y acercarse al otro mar, el Mediterráneo, quizá equipado con una rudimentaria caña de pescar que le proporcionaba un suculento aperitivo.
Ese desconocido lugar podía sentirse orgulloso de proporcionar al eventual "aventurero" un paisaje tan idílico como extraño, una generosa perspectiva sin obstáculos visuales: desde la Torre del Faro de Huertas hasta la vega alicantina: (Condomina, Santa Faz, Benimagrell...); el opulento verde de la Huerta, con sus torres de defensa y haciendas señoriales. Desde la orilla de la Playa de San Juan no era extraño divisar las fincas Ansaldo, Ruiz, San Antonio, Moñinos..., todas ellas con sus torres preparadas para hacer frente a los corsarios africanos.
Sólo un día al año, en la festividad de San Jaime, el panorama cambiaba por completo. La playa se llenaba "de seres arriesgados", como decían las personas mayores, de barracas construidas a base de palos y esteras, y muy separadas entre sí "para evitar mirones". Entonces, las mujeres se cambiaban sus trajes por otros de baño, largos hasta los tobillos, con blusón azul y tela de saco, y se adentraban en las cálidas aguas del Mediterráneo.... Pero no mucho, por si acaso.
Playa de San Juan, en la década de 1930
Familia Pascual de Pobil, con el carro de Juan Poveda Carrillo, en la Playa de San Juan. Cedida por la Asociación Cultural Lloixa©
Nadie recuerda cuándo comenzó esta costumbre; pero lo cierto es que una vez al año, los huertanos acudían en masa a la Playa de San Juan. Podemos imaginarnos los preparativos de la víspera: “No olvides la paloma” “¿Has cargado el jamón?” “Yo ya he metido en el carro el colchón y la garrafa del vino”. Para el huertano, entre sus provisiones no podía faltar el aceite, las madalenas para el desayuno, los embutidos, la leña y el agua potable.
Niños en la playa; Cedida por la Asociación Cultural Lloixa©
Gente en la Playa de San Juan, posiblemente el día de San Jaime. Cedida por la Asociación Cultural Lloixa©
Siempre se intentaba la pesca para conseguir el fondo de un caldero. No obstante, las mujeres (no muy confiadas en las habilidades masculinas) habían traído en el carro por si acaso la fritangueta de tomate, pimientos y caragols para la paella. Y junto a ella, nunca faltaba el meló, y claro, el tinto, el vino tintorro elaborado en las pedanías rurales de la Condomina y Fabraquer, vino de 18 grados que te hacía crecer pelo en el pecho.
Terminado el baño humano, se iniciaba otro baño: el de las bestias que habían arrastrado las decenas de carros. La mula era llevada al mar hasta alcanzar el banco de arena por el jefe de la familia, también en traje playero (pantalón de cotoné, azul y rayado en blanco). El baño de las caballerías alcanzaba tal importancia numérica, que se asegura pasaban de mil las que se adentraban hasta la barra gozosamente.
¡¡MIL!!
¿Qué no daríamos ahora por ver esa imagen del pasado.
Pero un buen día, el progreso hizo desaparecer los carros de mulas y los convirtió en arcaicos coches mecánicos. Los caminos a la playa se mejoraron y apareció el ferrocarril. Sí, fue en el año 1911 cuando se inauguró el "trenet" de La Marina, que enlazaría la capital con Villajoyosa.
Para colmo, el Consistorio de Alicante comenzó a recibir peticiones de licencias de obra; habían llegado los poderosos industriales textiles de Alcoi y zapateros de Elda, con la idea de levantar muchos chalets blancos en la linea de la playa. Así nacieron los palacetes de la zona playera, con el cenador al aire libre, la pista de "tennis", la vivienda para su servidumbre y la cochera para el Hispano-Suiza.
Cartel desaparecido en Benimagrell. (Propiedad de Alfredo Campello Quereda©)
Apenas cuatro años después, en 1915, la playa ya estaba totalmente descubierta: más de 100 chalets particulares en la franja costera y un lugar de reclamo para gran parte de los ciudadanos.
El Ayuntamiento recibió en 1926 una atractiva propuesta (acompañada de planos, memoria, etc...) para construir un Hotel-Balneario, presupuestado en dos millones de pesetas. Se designó una comisión para estudiar el proyecto, en la que se encontraba, entre otros, D. Juan Vidal Ramos. Tras el estudio, el alud de escritos, estudios financieros, y el tiempo (mucho tiempo), se llegó a 1931. Aquella fecha y aquellas elecciones municipales con la República, marginó muchos proyectos buenos y malos, entre los que se quedaría el Hotel.
Proyecto del Balneario
Con la llegada de la República, el alcalde D. Lorenzo Carbonell Santacruz desarrolló un plan mucho mayor (y ambicioso) para la Playa de San Juan. Su desarrollo fue el siguiente:
-19 de Agosto de 1932: Se aprueba un proyecto para instalar un Hotel Municipal, Balnearios, viviendas, bosques y jardines, y medios para comunicar la playa con la capital
-27 de enero de 1933: Indalecio Prieto, Ministro de Obras Públicas, presenta en las Cortes un proyecto para fomentar el turismo en la playa de San Juan "magnífica en su extensión y soberbia para el reposo".
-9 de marzo de 1933: Manuel Azaña, jefe del Gobierno, dispara el primer barreno para construir la carretera hacia la Playa.
-7 de julio de 1933: Se acuerda construir la Ciudad Satélite, con Club de Golf, campos de deportes, aeropuerto con base para hidroaviones y pista de aterrizaje para aviones convencionales.
Construcción de chalets en los años 40 del siglo pasado
Al fondo, vemos el Faro del Cabo de las Huertas
Además, se convocó un concurso nacional de anteproyectos, dotado con 25.000 pesetas, que ganó el arquitecto Pedro Muguruza. Su propuesta, de 59 folios mecanografiados por una sóla cara a dos espacios, era ambiciosa. "Multitud de veces he recorrido toda su vega, toda su playa; los altibajos que ponen un matiz de cambiantes en la fisonomía del contorno; cada lugar pelado, desierto o salvaje, era para mí un recuerdo de puntos de otros paises peor dotados, convertidos en mansiones principescas, en zonas de recreo, campos de deportes, focos de atracción y ejemplos de vida pacífica..."
En 1933, Alicante contaba con 75.000 habitantes y un presupuesto municipal de 4.500.000 pesetas. La oferta hotelera de la capital incluía el Palace, Reina Victoria, Samper, La Unión, Pastor, Noguera, Inglés y La Balseta, más una docena de pensiones o posadas.
Proyecto de Muguruza
El proyecto contemplaba, entre otras cosas, focos deportivos, piscinas de natación, embarcadero, casinos, teléfonos y correos, aeropuerto, etc.. Dos de sus tres hoteles serían para el gran turismo, mientras que el tercero sería para el turismo modesto y popular.
Respecto a los hoteles "caros", uno estaría junto al mar, con buena comunicación con el aeropuerto, anclaje de canoas, playa propia, 120 habitaciones y campo de golf; el segundo, estaría en una zona aislada, rural, en plena naturaleza y alejado del bullicio.
Por su parte, el hotel "barato" dispondría 300 habitaciones, lo que "supondría un desfile de 8 o 10 mil turistas, calculando una estancia media de 10 días (...) Sería netamente popular y enquistado en las costumbres locales, adecuado a la formación de familias y turistas vulgares, paseantes o curiosos, nadadores asiduos o aficionados al gimnasio".
Toda esta documentación, hoy utópica, se encuentra en la "Memoria general del anteproyecto de urbanización de la Playa de San Juan", de Pedro Muguruza Otaño. Todo pertenece a una historia de algo que fue detenidamente estudiado, planeado con entusiasmo, proyectado con ilusión... Una alegoría sobre la felicidad fabulosa de algo que pudo ser y no fue. ¡Como siempre ha ocurrido en la terreta!
A pesar de que el proyecto de Muguruza hubiera significado la construcción de una ciudad nueva para el turismo como no existía en aquel momento en ningún otro lugar del Mediterráneo, una iniciativa con muchos años de adelanto sobre la moderna concepción de los destinos turísticos, y con dotaciones de las que aún hoy, sesenta y cinco años después, todavía carecen estas playas, llegó la terrible Guerra Civil.
Una fotografía para recordar eternamente
Hotel Babieca
Las autoridades franquistas gobernantes después de la contienda, eliminaron el proyecto, ya que la consideraron como un ejemplo de las ideas urbanísticas y de la concepción de ciudad del régimen republicano. En otras palabras, "olía a rojo".
Por eso, para eludir las restricciones del Plan Muguruza respecto a alineaciones, se segregaron del mismo tanto La Albufereta (donde triunfaría el colosalismo) como la parte de la Playa de San Juan perteneciente al término de El Campello, a la que se denominó Muchavista, para dejarla fuera de aquel ordenamiento global. El resto del proyecto se echaría abajo a base de tolerar un altísimo volumen edificado, de infracciones urbanísticas constantes y de pequeños polígonos inconexos, carentes de cualquier infraestructura mínima. En definitiva, se pasó de un plan identificado con el urbanismo de mayor futuro de su tiempo, a una no-planificación capaz de deteriorar hasta límites increíbles la gran extensión de suelo vinculado a las playas de la Albufereta, San Juan y Muchavista.
La playa que hoy conocemos.
¿El principio del fin?
Fotografías de Elías Gomis©
Fuentes:
-GIL SÁNCHEZ, F. "Alicante, de la A a la Z". Caja de Ahorros de Alicante y Murcia. Diario Información. 1983
-PEREA SORO, J.M. "Memoria Gráfica de Alicante y Comarca". Diario Información. 1991-Las fotos son propiedad de sus autores