11 junio 2009

LAS MEJORES VISTAS DE ALICANTE 2 CAVERNÍCOLAS URBANOS




Hace unos días, logré por fin hablar con el quimérico inquilino de la Serra Grossa.

Era relativamente temprano y estaba durmiendo, así que tan solo intercambiamos unas palabras. Me dijo que era griego y que se llamaba Gustavo. Como vi que estaba aún medio dormido, me despedí de él y le pregunté si necesitaba algo.

–Si pudiera traerme algo de tabaco-, me dijo.

Quedé en que otro día se lo subiría, así que el jueves pasado que tuve que dejar el coche en la Renault de Vistahermosa y el mecánico me dijo que tenía para un par de horas, saqué las botas del maletero, me fui a la gasolinera de Sandoval, compré un par de cajetillas y me subí por detrás de los Jesuitas hasta la cueva.

Quiso la casualidad que ese día no hubiera nadie en casa, de modo que le dejé los paquetes con una nota y después de recoger un puñado de basura que algún guarro había arrojado en pleno monte, desandé el camino, recogí el coche y me fui al curro.
Ayer volví a subir y por fin lo cogí en casa y despierto (o casi).
Nos saludamos y me agradeció el tabaco. Comenzamos a charlar y entonces salió otra persona de la cueva. Gustavo me presentó:
-Es Andrej, que está pasando unos días aquí-.
Andrej salía con una cazuela en las manos y me dijo:
-Voy a hacer café, ¿quieres?.

Le dije que sí, llenó la olla de una garrafa de agua y se dispuso a encender el fuego de una rustica cocina que había en el exterior. Partió unas ramas secas, enrolló una hoja de revista y prendiéndole fuego encendió una pequeña hoguera para hervir el agua. Café soluble de puchero al fuego de leña, con un chorrito de leche a ochenta metros de altura sobre la carretera de la cantera, a la puerta de una casa cueva, con unas vistas insuperables al ladito del Postiguet.
¿Quien dice que para vivir momentos exóticos hay que viajar a países lejanos?





Poco a poco fuimos hilando temas en la conversación y así fui conociendo que Gustavo llevaba unos tres años en España y que había trabajado en Castalla, de camionero en Murcia y también de mozo en una empresa de mudanzas. Que se había quedado en el paro y al no poder pagar el alquiler de una habitación se había quedado en la calle. Entonces estuvo viviendo en unas cuevas que hay al lado de los depósitos de ”La Británica”.

Pero aquello se llenaba los fines de semana de adolescentes borrachos que armaban bronca y unos amigos le hablaron de esta cueva, de muy difícil acceso y casi desconocida. Desde entonces la ha ido convirtiendo en un hogar alternativo con cosas que ha ido encontrando aquí o allá. Una mesita, una sillas aún utilizables, un perchero para la ropa, un somier con un colchón de espuma, un reloj de cocina con unos dibujos de pájaros, algunas ollas chamuscadas, unas fotos de chicas en bikini… pequeños detalles que han transformado aquella cueva (posiblemente construida por los antiguos trabajadores de la cantera) en un lugar acogedor. Por cierto, aquel día estaba lleno, pues al tiempo de estar allí departiendo con Gustavo y con Andrej, salió otra persona que se presento como Javier y se fue deprisa tras unas matas a (supongo) echar la primera meadita del día.

Andrej sacó un sobre de RENFE, se puso a mirar unos billetes y me comentó que tenía que irse esa misma tarde a Barcelona, al consulado de Ucrania para arreglar unos papeles, pues le habían robado el pasaporte y tenía ciertos problemas.

Pensé en lo lejos que estaba de su tierra, al igual que Gustavo. Trotamundos que han elegido una forma de vida nada fácil pero tremendamente interesante, en la que el futuro es incierto pero lleno de horizontes, donde un día tienes dos paquetes de tabaco y al siguiente compartes un único cigarrillo. Me han parecido una gente feliz, satisfecha con un modo de vida alejado de horarios y despertadores, saludable incluso, pues como dijo Andrej:

-Aquí no engordamos, pues nada más bajar y subir a la casa nos mantiene en forma-.

Me despido de ellos hasta otro día pues tengo que volver a mis quehaceres cotidianos y quedo en volver para seguir descubriendo que ha traído hasta este casi inaccesible rincón de Alicante a un Griego y a un Ucranio.

(Por cierto, les tengo que llevar un par de mecheros, que andan escasos).

 
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