A mí, los programas que más miedo me dan de la radio y la televisión son los noticiarios. Me levanto de buena mañana y la radio me cuenta lo que ha pasado el día anterior. Después, a medio día, el Telediario me lo sirve en imágenes. Y por si fuera poco, leo la prensa. Y la angustia y la desazón corren por mi cuerpo cuando me entero de las hazañas del último mala bestia que ha matado a su mujer, después de estar apaleándola durante años; de un pederasta que abusaba de los niños pequeños y les sacaba fotos para sus amiguetes de Internet; de los terroristas de Alqaeda o de ETA, que nos amenazan con poner una bomba en nuestra puerta; o de un fanático islamista que se ha inmolado cargado de explosivos para matar a mucha gente, en nombre de un Dios que lo mandará al cielo por ser tan bueno. Nos cuentan lo del calentamiento global y la alarmante extinción de las especies, cosa que algún ilustre indocumentado niega a mayor gloria de los mercaderes de petróleo. Nos hablan del SIDA y del Cáncer, de la inseguridad ciudadana, de los porteros de discoteca que matan a algún joven a palos, del comercio de armas, de las matanzas tribales en África, de los niños del tercer mundo que se mueren de hambre… de la Crisis.
Durante muchos años, estuve temiendo que un misil soviético me cayera en la cabeza, y aún antes los curas de mi colegio me habían convencido de que si me masturbaba me quedaría ciego e iría de cabeza al infierno. Después pasó la guerra fría y vino la democracia a España, y los rusos ya no apuntaban sus cohetes sobre Rota y Torrejón ni el sexo era pecado. Parecía que por fin no teníamos nada que temer… y llegó el SIDA, continuó ETA, vinieron los fundamentalistas y nos reventaron la estación de Atocha, y el miedo, los miedos, siguieron campando por sus respetos.
Desde siempre, a los seres humanos se nos ha dominado por el terror: por el miedo a las guerras, a las hambrunas, a los impuestos, a la cárcel, a las hogueras de la Inquisición y al Infierno creado por Dios…. El humano es un ser temeroso, asustadizo, que se esconde de sus propios terrores metiendo la cabeza debajo del ala, o buscando la protección de quienes más miedo le infunden.
Y sin embargo, parece que hay vacunas contra el miedo. Ya decía aquella copla que “la mancha de la mora se quita con otra verde”. Esa es la razón por la que en los tiempos de las peores crisis, cuando más miedos sienten los ciudadanos, es cuando aumenta el consumo de novelas, cuentos y películas de terror. Uno ve el horror que sufre el protagonista – generalmente, una joven hermosa e indefensa –, en forma de diabólica y espantosa amenaza a su vida, y lo compara con los propios y prosaicos temores – la hipoteca, la seguridad laboral, los precios, la inflación -, y les quita importancia. Porque no es lo mismo enfrentarse a un banco que a Drácula, no es lo mismo ir al paro que te devoren los muertos vivientes…
Pero en esto del miedo literario y cinematográfico, como en todo, también hay clases. Que hay películas que confunden el miedo con el asco y que acaban dando risa. Pero también hay libros de gran calidad literaria, que nuestra mente absorbe sobrecogida y que dejan su huella en los más secretos e inconfesables rincones de la memoria.
Precisamente, a las 20:00 de esta tarde (2-12-2008), en la librería “80 Mundos”, de la Avenida General Marvá, nº 14, de Alicante, se presenta el libro “Veinte maneras de bajar al sótano”, de Roque Pérez Prados. Se trata de una colección de relatos de terror, magníficamente contados por un autor joven que tiene una especial habilidad narrativa en estos temas tan espeluznantes. Yo ya lo he leído en el silencio de la noche, que es cuando suelo leer, ya libre de compromisos y tareas, y les confieso que un extraño y reptante escalofrío me ha recorrido la espalda ante sus historias llenas de espantosos temores y frías e inciertas presencias invisibles, en entornos de atmósferas amenazantes y espacios desolados o claustrofóbicos. En fin, miedo en estado puro, terror del bueno que el autor nos sirve magníficamente dosificado y escrito, para que no decaiga nuestra ansiedad un solo momento.
Les garantizo que es una buena, buenísima, vacuna para nuestros miedos cotidianos.
Durante muchos años, estuve temiendo que un misil soviético me cayera en la cabeza, y aún antes los curas de mi colegio me habían convencido de que si me masturbaba me quedaría ciego e iría de cabeza al infierno. Después pasó la guerra fría y vino la democracia a España, y los rusos ya no apuntaban sus cohetes sobre Rota y Torrejón ni el sexo era pecado. Parecía que por fin no teníamos nada que temer… y llegó el SIDA, continuó ETA, vinieron los fundamentalistas y nos reventaron la estación de Atocha, y el miedo, los miedos, siguieron campando por sus respetos.
Desde siempre, a los seres humanos se nos ha dominado por el terror: por el miedo a las guerras, a las hambrunas, a los impuestos, a la cárcel, a las hogueras de la Inquisición y al Infierno creado por Dios…. El humano es un ser temeroso, asustadizo, que se esconde de sus propios terrores metiendo la cabeza debajo del ala, o buscando la protección de quienes más miedo le infunden.
Y sin embargo, parece que hay vacunas contra el miedo. Ya decía aquella copla que “la mancha de la mora se quita con otra verde”. Esa es la razón por la que en los tiempos de las peores crisis, cuando más miedos sienten los ciudadanos, es cuando aumenta el consumo de novelas, cuentos y películas de terror. Uno ve el horror que sufre el protagonista – generalmente, una joven hermosa e indefensa –, en forma de diabólica y espantosa amenaza a su vida, y lo compara con los propios y prosaicos temores – la hipoteca, la seguridad laboral, los precios, la inflación -, y les quita importancia. Porque no es lo mismo enfrentarse a un banco que a Drácula, no es lo mismo ir al paro que te devoren los muertos vivientes…
Pero en esto del miedo literario y cinematográfico, como en todo, también hay clases. Que hay películas que confunden el miedo con el asco y que acaban dando risa. Pero también hay libros de gran calidad literaria, que nuestra mente absorbe sobrecogida y que dejan su huella en los más secretos e inconfesables rincones de la memoria.
Precisamente, a las 20:00 de esta tarde (2-12-2008), en la librería “80 Mundos”, de la Avenida General Marvá, nº 14, de Alicante, se presenta el libro “Veinte maneras de bajar al sótano”, de Roque Pérez Prados. Se trata de una colección de relatos de terror, magníficamente contados por un autor joven que tiene una especial habilidad narrativa en estos temas tan espeluznantes. Yo ya lo he leído en el silencio de la noche, que es cuando suelo leer, ya libre de compromisos y tareas, y les confieso que un extraño y reptante escalofrío me ha recorrido la espalda ante sus historias llenas de espantosos temores y frías e inciertas presencias invisibles, en entornos de atmósferas amenazantes y espacios desolados o claustrofóbicos. En fin, miedo en estado puro, terror del bueno que el autor nos sirve magníficamente dosificado y escrito, para que no decaiga nuestra ansiedad un solo momento.
Les garantizo que es una buena, buenísima, vacuna para nuestros miedos cotidianos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 2-12-2008)
(Leído en Radio Alicante el 2-12-2008)