Ya puede estar nublado, como hoy. El mar embravecido. La espuma de las olas chocar contra las rocas. Ya podrá hacer un frío que pela. Está instalación, datada por primera vez en época del Imperio Romano en la Península Ibérica, es una sorpresa.
Ante la especulación urbanística. Ante la falta de sensibilidad por los vestigios históricos por parte de todas las administraciones públicas hasta hace muy poco tiempo. Ante las inclemencias del tiempo. Es un verdadero milagro que este monumento esté en tan buen estado.
Ante la especulación urbanística. Ante la falta de sensibilidad por los vestigios históricos por parte de todas las administraciones públicas hasta hace muy poco tiempo. Ante las inclemencias del tiempo. Es un verdadero milagro que este monumento esté en tan buen estado.
Es uno de sus señas de identidad. Uno de los Miradores de Javea. Frente al mar. Entre los cabos de San Martín y de San Antonio. La Sequia de la Noria.
Un gran canal excavado sobre la tosca. Una roca fácil de tallar y muy utilizada para la construcción. La mayoría de los arcos de las casas de antes y de ahora de esta población están hechas con esta roca.
Un gran canal excavado sobre la tosca. Una roca fácil de tallar y muy utilizada para la construcción. La mayoría de los arcos de las casas de antes y de ahora de esta población están hechas con esta roca.
Esta antigua canalización permitía la entrada de agua marina hacia el interior a una zona llamada el Saladar. Esta explotación se la vincula con la factoría pesquera de época romana de la Punta del Arenal, modificada en la Edad Media. Por la influencia de los árabes, se instalaron unas norias. Una gran rueda vertical, de madera, movida por un animal, subía el agua del mar de nivel facilitando la entrada de esta agua en el canal. Para la explotación de la sal, por evaporación de las aguas en los días soleados.
“ay un llano en donde hay muchas norias y un castillo llamado de la Fontana, situado en la misma orilla del mar“
Castañeda, “ Relaciones Geográficas, Topográficas e Históricas del Reino de Valencia”.
Del castillo nada queda. Sobre sus ruinas se construyeron unos altos edificios de apartamentos. La acequia, en cambio, pervive para esta y las futuras generaciones.
Para saborear estos recuerdos nos vamos a comer a Javea. Mi amigo Francisco, mi guía, me recomienda el Bar El Chaflán, en la calle Virgen de la Merced, y yo me dejo guiar. Quien mejor que alguien del lugar y conocedor de la buena mesa como él para acertar con la elección. Vino de la tierra, albóndigas con salsa de rabo de toro y chuletón de buey. Con patatas asadas y pimiento, el chuletón ocupa todo el plato. ¡Y que chuletón!, uno de esos de los que no te olvidas.
Ya podrán pasar años, que lo recordaremos. Sabroso, tierno, jugoso. Extraordinario. Felicitamos a la cocinera que nos dice ser la que ha elegido la carne en el mercado y la que lo cocina. Un orujo de hierbas del lugar cierra este día para abrir nuevas aventuras entre las piedras que han hecho historia en los alrededores de Jávea y que os contaré en este blog.