Cada vez que puedo me escapo a verla. A veces, me comparo con el ido de la cancion de Serrat "De Cartón Piedra".
A los cuatro años me fijé en ella. Y también en un señor de piedra que la miraba indecoroso, desde atras. Luego supe que era Gabriel Miró. El preferido del tio José María. Cuando venia de Zaragoza, pasaba ante su busto y si llevaba sombrero, se descubría. Si era verano, inclinaba la cabeza como un militar ante su bandera.
La sonrisa de la chica del cántaro me cautivó desde el primer momento. En mi infancia, yo comparaba y veía que su sonrisa era mas amplia y bella que la de Mona Lisa.
El tiempo acabó con parte de su integridad. Su brazo derecho tenía al aire el cúbito y el radio, pero eran de hierro. Cualquier diá perdería el brazo como Gabriel Miró perdió la nariz a manos de un "hideputa" (como diría D. Alonso Quijano).
En mis constantes visitas a mi amor, hasta ahora secreto, ví a varias personas que con un inmenso cuidado como solo puede tener un artista, cubrían las cicatrices de aquellas dos estatuas que tanto significaban para mí.
Desde aquí les doy las gracias. A ellos y a quien ha demostrado tener la suficiente sensibilidad como para ordenar su reparación. Gracias.
Un último mensaje: ir a verla. A ella y al hombre de piedra. Ya tiene rostro. Los "reconstructores" han encontrado fotos de Gabriel Miro, sobre todo de su nariz.
Me lo han dicho ellos.
Me lo han dicho ellos.