En aquel verano de 1917, Alicante se trasformó en una "ciudad vigilada".
Para conocer aquella crisis que causó un enorme movimiento militar, político y social en toda España, debemos retroceder al día 10 de agosto. Esa fue la fecha elegida por la UGT (sindicato socialista, encabezado por figuras como Julian Besterio, Pablo Iglesias y Francisco Largo Caballero) y la CNT (sindicato anarquista, con la figura de Salvador Seguí como mayor exponente) para convocar una huelga general revolucionaria. En aquel caluroso mes de verano, se paralizaron las actividades en casi todas las grandes zonas industriales (Vizcaya y Barcelona, incluso algunas menores como Yecla y Villena), urbanas (Madrid, Valencia, Zaragoza, La Coruña), y mineras (Río Tinto, Jaén, Asturias y León)
Alicante, como es normal, no fue ajena a dicha huelga.
Cañonero "Bonifaz"
Los marineros del cañonero «Bonifaz» tomaron posiciones en nuestro puerto, en tanto unidades del regimiento de la Princesa se desplegaron por la ciudad en apoyo de las fuerzas de seguridad. El gobierno militar había proclamado la ley marcial de cara a la huelga general que el comité conjunto de las centrales sindicales UGT y CNT habían convocado para el trece de agosto de 1917. Un año emblemático en la historia del proletariado.
En Alicante, como en el resto del país, se llevaron a efecto cierres y manifestaciones, sin que en ningún momento se produjeran actos de violencia, según confirmarían los periódicos locales. Pero aún así, la ciudad se encontraba bajo control militar. En el «Diario de Alicante» se reseñó la detención de Matilde Hernández, al parecer, en contacto con el comité de Madrid, y también la del alpargatero de Elche, Juan Barceló. Pero hubo además otros arrestos: el de Rafael Millá, presidente de la Asociación de Obreros Tipógrafos; los de Manuel Esquembre y Juan Bañó, y de varias mujeres trabajadoras.
En Alicante, como en el resto del país, se llevaron a efecto cierres y manifestaciones, sin que en ningún momento se produjeran actos de violencia, según confirmarían los periódicos locales. Pero aún así, la ciudad se encontraba bajo control militar. En el «Diario de Alicante» se reseñó la detención de Matilde Hernández, al parecer, en contacto con el comité de Madrid, y también la del alpargatero de Elche, Juan Barceló. Pero hubo además otros arrestos: el de Rafael Millá, presidente de la Asociación de Obreros Tipógrafos; los de Manuel Esquembre y Juan Bañó, y de varias mujeres trabajadoras.
Pero si aquella huelga se resolvió, en Alicante, de forma pacífica, en los centros de implantación socialista y sindicalista y en los núcleos más industrializados, como Alcoy, Elche, Elda, Novelda y algunos otros, adquirió aspectos más virulentos. En Villena, los obreros arrancaron las vías férreas y cortaron los comunicaciones telegráficas y telefónicas y el suministro eléctrico. La represión fue contundente. Las fuerzas de orden público cargaron contra los manifestantes y efectuaron varios disparos, que ocasionaron una víctima mortal.
Pablo Iglesias, fundador de la UGT (y PSOE), y uno de los líderes en nuestro país del movimiento obrero
Aún hubo de transcurrir toda una semana de crispaciones, antes de que se retornara a la aparente normalidad. Como consecuencia de aquellas acciones, casi centenar y medio de huelguistas, hombres y mujeres, fueron a parar al castillo de Santa Bárbara. Algunos de ellos, no serían puestos en libertad hasta nueve o diez meses después.
El veinticuatro de aquel mismo mes de agosto, el alcalde Manuel Curt y Amérigo, en sesión plenaria, presentó una moción en la que se proponía una felicitación al Gobierno por el acierto de sus actuaciones, y se alababa la colaboración de los poderes públicos y «de los elementos conscientes y sanos del país», por haber contribuido a abortar ciertos manejos revolucionarios. Hubo discrepancias, como la del edil Botella, y propuestas de felicitación al Ejército y al gobernador militar Fernando Moltó. La moción de Alcaldía se aprobó con sólo dos votos en contra: los de Botella y Sánchez Sampelayo. El veintitrés de noviembre, después de la revolución de los Sóviets, se aprobó otra, presentada por Guardiola Ortiz en la que se pedía una amplia amnistía para los detenidos durante la citada huelga.
El veinticuatro de aquel mismo mes de agosto, el alcalde Manuel Curt y Amérigo, en sesión plenaria, presentó una moción en la que se proponía una felicitación al Gobierno por el acierto de sus actuaciones, y se alababa la colaboración de los poderes públicos y «de los elementos conscientes y sanos del país», por haber contribuido a abortar ciertos manejos revolucionarios. Hubo discrepancias, como la del edil Botella, y propuestas de felicitación al Ejército y al gobernador militar Fernando Moltó. La moción de Alcaldía se aprobó con sólo dos votos en contra: los de Botella y Sánchez Sampelayo. El veintitrés de noviembre, después de la revolución de los Sóviets, se aprobó otra, presentada por Guardiola Ortiz en la que se pedía una amplia amnistía para los detenidos durante la citada huelga.
Fuente: "Gatera. 1996"
D. Enrique Cerdán Tato