Villena, arrebujada al pie del San Cristobal, como acogiéndose al abrigo de imponente castillo que la domina; la fidelísima ciudad emana cadencias morunas y nos habla de antiguos caballeros aragoneses y de antiguos caballeros castellanos trenzando, elocuente, las mallas de su historia, de la que son claro exponente las callejuelas rancias, el bastión del castillo, sus iglesias (de Santiago y Santa María de la Asunción), amén de su rica tradición folklórica... motivos, indudablemente, que en tantas ocasiones moverían la inspiración a su preclaro hijo Chapí, el maestro, orgullo de Villena y gloria de España.
Villena, la muy noble, fiel y leal ciudad, tiene unas características especiales derivadas de sus vicisitudes históricas. Y así, sabemos que perteneció a Valencia; también lo fue de Albacete, y en el siglo XVIII, formaba parte del Reino de Murcia.
Geograficamente, como prolongación de la llanura manchega, tiene su mismo aspecto, y el trabajo de sus moradores ha puesto en sus huertas una alegría policroma de comarca valenciana. En fin, su vinculación a la provincia, ha hecho de ella una población alicantina en su afán industrial y en sus costumbres.
Y en la fiesta típica de nuestra tierra, los "Moros y Cristianos", ponen vistosidad y magnificiencia en sus atuendos, elegancia en su indumentaria, y brillo en su organización.
Villena está llena de historia, de cantos de trabajo y de progreso.
Fuente: La Provincia de Alicante en el lápiz de Gastón Castello.
SEIJO ALONSO, F. G.