“Por aquellos tiempos, el Rey contrajo matrimonio con una princesa escandinava, por lo cual ésta tuvo que venir a estas tierras dejando atrás su frío país de origen. La princesa se sintió muy triste al no poder disfrutar de los bellos paisajes de su país llenos de nieves perpétuas. El rey, desesperado por ver a la nueva reina decaída, para evitar su tristeza, tuvo la idea de plantar por todos sus territorios, alrededor del castillo, miles de almendros. De este modo, cuando los almendros florecieron, sembraron el paisaje de tonalidades blancas, de tal modo que todo parecía nevado, y la princesa volvió a recuperar su felicidad. Los habitantes de Jijona, a partir de ese momento, aprendieron a recoger los frutos de los almendros y a tratarlos, elaborando así las primeras muestras de turrón y derivados”
(Leyenda extraída de la web Turrones y Dulces)
(Leyenda extraída de la web Turrones y Dulces)
La historia del turrón, aunque clara y conocida por todos los alicantinos, no está exenta de leyendas negras o falsedades.
Una de ellas, la que sitúa su origen en Barcelona ,durante la Peste Negra, tocó (y mucho) las narices al bueno de D. Francisco Figueras Pacheco.
Y mira que tenía que ser dificil enfadar a este ilustre Cronista.
Os lo contamos, tal y como lo relató Emilio Soler en su sección Pretérito Imperfecto, del Diario Información de Alicante, el 6 de abril de 2003.
Antes de nada, debemos fijarnos de nuevo en la figura de Francisco Figueras Pacheco, Cronista Oficial de Alicante desde 1908 hasta 1960, fecha de su fallecimiento en su vivienda del barrio de Benalúa. Su repentina ceguera a una edad muy temprana no le impidió ser uno de los precursores de la arqueología alicantina y autor de múltiples obras históricas. Entre ellas, una titulada "La sabrosa historia del Turrón primacía de los de Jijona y Alicante".
Pacheco comenzó su relato con mucho humor, citando a uno de los personajes más famosos de la literatura de Gabriel Miró: Sigüenza. Recordó cuando entró el propio Sigüenza (Miró) en una pastelería de Barcelona, y vio "los muros de turrón, ya en cajas, ya en su dorada desnudez con sus lunares de canela". Una conversación con el dueño de la pastelería llevó a nuestro personaje a conocer que el origen del turrón se remontaba, según los barceloneses, al año 1703, cuando hubo una terrible epidemia de peste negra en la Ciudad Condal , que fue una ruina para el gremio.
Los dulceros catalanes decidieron entonces abrir un concurso de pasteles "ofreciéndose recompensa a los de gusto más regalado que puedan resistir un mes sin malearse y que tengan la semejanza de piedra"; y claro, como eran catalanes, también dijeron en las bases "que vendido al precio de todos los pasteles, dejen un beneficio del cincuenta por ciento".
Poderoso Caballero Don Dinero.
Sigüenza escuchó incrédulo el final de la historia: "participaron trece gremios; y triunfó Pablo Turrons. El pastel tiene una cabal semejanza con un pedazo de piedra de granito, está hecho de miel, de avellanas y de piñones..."
En ese punto retomó Figueras Pacheco la historia, proponiéndose demostrar que la cuna del turrón era Xixona y Alicante, y no Barcelona.
Vamos...., en otras palabras, que la explicación del pastelero barcelonés le toca las narices
"Su prestigio no data de cuatro días, sino que es ya varias veces centenario. La fama de nuestro sabroso compañero del pavo, peina canas tan abundantes y tan blancas,como la nieve de Mariola y de la Carrasqueta, en cuyo torno se elabora por miles de quintales, nuestro dulce más típico de Navidad".
Figueras Pacheco recordaba la composición de los antiguos turrones, citando la obra del Déan Bendicho "Crónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante", escrita en el siglo XVII y que permaneció inédita hasta 1960: "el turrón que comúnmente dicen de Alicante, fabrícase sólo de miel y almendras, parecen sus trozos jaspes blancos". El propio Figueras remachó su aseveración: "hubo un tiempo que llamaríamos la edad de oro de los turrones, en que estos no estuvieron compuestos más que de almendras y miel. Cuando las primeras entraban machacadas en la pasta, el turron se llamaba de Jijona; y cuando sólo se reducían a trozos, se le llamaba de Alicante. El primero blando; el segundo duro. Se les sigue llamando así a los típicos de una u otra clase". No contento, Figueras Pacheco hizo un repaso a todos los documentos que encontró en el Archivo Municipal de Alicante y que nos hablaban maravillas de la industria turronera alicantina en el siglo XVII, incluido un pleito contra el Colegio de la Cera de Valencia, que pretendía incorporar a los confiteros alicantinos a su organización y someterlos a sus estatutos.
Pero había más.
Mostrándonos sus conocimientos, don Francisco rescató una obra teatral de Lope de Rueda (1505-1565), "Los lacayos ladrones", en la que el protagonista se pasaba el día repartiendo golpes entre sus criados porque "se le habían comido el turrón de Alicante que tenía guardado en su escritorio".
Así pues, que no nos toquen nuestro producto más característico.
Parece más que evidente que durante el reinado de Carlos V el turrón ya era famoso por estos lares.
Así fue.
Y así erá siempre