Aspe...
Cuando el interior de la provincia se viste de mármol y observa su historia sobre el Tarafa, un afluente del Río Vinalopó.
Y es que los íberos, bien asentados en el Castillo del Río, ya la denominaron Aspis; los romanos dieron fuerza a la agricultura y le cambiaron el nombre por el de Laspis. Pero no fue eso lo único que cambiaron: la trasladaron también hasta la Vía Augusta, creando así los dos núcleos que se mantendrían hasta la definitiva fusión en el siglo XVIII, Aspe el Viejo y Aspe el Nuevo.
Los árabes, que permanecieron 800 años integrados en la taifa de Murcia, lo denominaban Asf ("ciudad-fortaleza") y dejaron su huella en la red de acequias para el regadío y en diferentes construcciones. Desde principios del siglo XIII las disputas con los cristianos fueron continuas hasta que en 1243 cayó en manos cristianas y en 1244, con la firma del tratado de Almizra, se integró en la Corona de Castilla. El 29 de agosto de 1252, Alfonso X el Sabio firmó carta delimitando el territorio de Alicante, donde daba entidad de población a Aspe.
Tras pasar por manos de diferentes señores a finales del siglo XV, pasó a poder de los Condes de Cocentaina. En 1609 se produjo la expulsión de los aproximadamente 2.250 moriscos que vivían en el municipio, que formaban la mayor parte de la población. El lugar quedó entonces prácticamante despoblado hasta el 22 de mayo de 1611, cuando el señor del lugar (según unas fuentes el marqués de Elche, según otras el duque de Maqueda) dio carta puebla a 156 cristianos de Torrijos (Toledo).
Y es que en Aspe se habla un peculiar castellano: más cercano a Castilla La Mancha que a la Comunidad Valenciana.
Quizá sea uno de sus rasgos más originales y maravillosos.
El paso del tiempo y la evolución del hombre han hecho de Aspe un nudo de comunicaciones importante, dada su situación geográfica, estratégica en el territorio alicantino.
Aspe está rodeado de viñedos, que junto a la fabricación de muebles y calzado, galvaniza la economía del municipio. Su casco antiguo es uno de los más cuidados de toda la provincia, libre de tráfico, rescatando para los caminantes una imagen casi desaparecida.
Es la palmera el detalle que nos dice en qué latitud nos encontramos. Pero también la puerta andalusí.
Fuente: El Ojo del Tiempo en la Provincia de Alicante