Hace un par de meses, encontré en mi casa, una especie de librito que editó el Ayuntamiento de Alicante años atrás. Para mí, releer el cuadernillo fue impactante, por varios motivos. Trata sobre la posguerra en el casco antiguo y de las muchas dificultades que padecieron los vecinos de aquella zona y en general de todo Alicante, en aquella época tan dura y tan cruel, contada desde el punto de vista de las mujeres.
El recuerdo más lejano que tengo de mi vida allí, ha sido por haberlo oído a mis mayores. Y precisamente fue el día de mi venida al mundo: fue en mi misma casa (la Residencia se había inaugurado hacía pocos meses y aún no era costumbre dar a luz allí) y para la ocasión, mi padre que era muy previsor, había pedido a alguien una batería por si cortaban la luz durante el parto. Ese fue mi contacto con la posguerra...; lo demás afortunadamente no lo viví.
En el librito hay multitud de relatos de cosas que pasaron en los años 40 y 50, muchos de ellos te llegan al corazón porque son reales y porque lo cuentan una serie de mujeres a las que yo conocí posteriormente. Eran las madres o abuelas de mis compañeros de juegos.
Hay pocas fotos pero en muchos casos (el tiempo pasa para todos) no les pongo nombres a las caras y otras veces, me pasa al contrario: no les pongo caras a los nombres.
Y ya no queda casi nadie que me pueda ayudar.
El libro se editó en los años 90 y lógicamente, por edad, ya hay muchas de aquellas personas que no están entre nosotros.
El título del estudio es “La posguerra en el Casco Antiguo” y el subtítulo: “Es que en la posguerra fue peor que en la guerra”.
Las mujeres son las protagonistas del estudio y ofrecen un punto de vista que ha permanecido desplazado y relegado durante décadas: la aportación que hicieron para superar la crítica situación de los años 40 y 50.
Quizás dentro de los diversos aspectos del estudio que más se destacan, sea los de las “redes”: forma de relación social, de apoyo y cooperación mutua que las mujeres desarrollaron con el fin de poder superar las dificultades que se presentaban. Este tipo de relación se caracteriza más por la solidaridad, el compartir los mismos medios y carencias, el sentirse miembros de una colectividad, que por parentesco o relación contractual alguna. Sólo a través de esas redes, es posible explicar como aquellas mujeres pudieron a la vez, paliar la escasez de alimentos, ser madres y esposas o cubrir la falta de mecanismos de protección social que permitieran atender las situaciones de precariedad que existían.
Otro aspecto es el referente al trabajo doméstico y extradoméstico. Las mujeres se veían empujadas al casarse o tener hijos, a efectuar todas las tareas domésticas, subempleándose en trabajos secundarios, amparadas por derechos laborales muy precarios o nulos.
El tercer aspecto es el del noviazgo. La condición de mujer, exigía el casarse, para eso se les educaba y ese debía ser su objetivo de mayor interés. El primer paso era tener novio, y su búsqueda se convertía casi en una exigencia cultural, que condicionaba de manera determinante su relación con los hombres. Las mujeres debían reservarse para el marido, esto implicaba observar unas estrictas reglas de comportamiento por imposición social. En consecuencia la relación hombre-mujer quedaba totalmente mediatizada, la sexualidad estaba ausente, había que mantener una imagen de virtuosidad frente al vecindario, etc…
El cuarto aspecto, era el de la maternidad, que aparece como una responsabilidad social, ejerciéndose independientemente si los hijos eran propios o no. Sólo así es posible explicar hechos como el “madrinaje”, la enseñanza por vecinas, criar a los hijos de las madres que tenían que trabajar o la recogida cuando acontecía alguna desgracia familiar.
Jaume Lon en su tienda. Aparece su mujer y su nieta. Finales de 1950
El estudio incluye infinidad de relatos sobre los aspectos cotidianos de la vida en aquellos años, referentes a las cartillas de racionamiento y la escasez de alimentos, las colas delante de la tienda de Jaime Lon en la Plaza del Puente, el ir a la fuente por agua, el cuidado de los enfermos o personas mayores desvalidas y solas, los viajes a la cárcel para ver al marido preso por motivos políticos (especialmente dramático cuando se relata que la familia llevaba la comida todos los días al preso y cuando este murió, tardaron varios días en decírselo a los familiares para quedarse con la comida que le llevaban), etc…
Al final, como en un auténtico pueblo dentro de la ciudad, se nombra una serie de mujeres, con sus apodos a las que como digo al principio, conocí en su mayoría: Pepa la de Ramos, Teresa La Guapa, María la Pansaca, Encarna la Chufa, Josefina la Xixonenca, Lola y Pepica las Bombas, Enriqueta la del Rorro, La hojalatera, la sra Tomasa, la sra Vicenta la del Horno, Isabel la Patatera, la sra Esperanza ( dueña de los Pozos de Garrigós), Antonia la del Terraet, la Peinadora, la Planchadora, la Sra Catalina la del Hortet, Remedios y Juanita las Barberas, etc…
ELKIKO