08 mayo 2008

UN AQUELARRE EN LA MONTAÑA ALICANTINA

Entre Muro de Alcoy y Pego, aproximadamente a la mitad de la carretera de las mil curvas, se halla Planes, uno de los pueblos más lejanos y desconocidos de la geografía alicantina. El pequeño núcleo urbano, se arremolina en anfiteatro en torno a una pequeña colina o loma sobre la que se yerguen las ruinas de lo que en tiempos fue un castillo árabe. Aneja, sobre una prominencia de gran altura, oteando toda la baronía, se destaca la ermita del Santísimo Cristo, rodeada de cipreses, a la que se accede por un calvario zigzagueante.

Todos aquellos hermosos valles situados en torno a Planes, fueron tierras de moros, siendo su dueño Abdala Ibn Hudail-Al-Azdrach, "el de los ojos azules", valí de ocho castillos situados desde Tárbena a Gallinera y Perpuchent, en la divisoria con tierras de Valencia, teniendo su propio palacio en Alcalá de la Jovada, capital del valle de Alcalá, uno de los más bellos e interesantes de Alicante, donde aún hoy, excavando en la tierra, se encuentran doblones de oro.

La baronía de Planes comprende los lugares de Planes, Almudaina (hoy término municipal), Benialfaquí, Catamarruch, Margarida, Llombo y Benicapsell (estos dos últimos desaparecidos). Las yugadas -terreno que puede arar una yunta de bueyes en un día- están plantadas de olivos, almendros y frutales diversos, predominando sus afamados cerezos. Estamos pues en la "ruta de las cerezas", con campos, montañas y barrancos de una orografía muy desigual y bella, brava, apasionante, colmada incluso de leyendas de princesas moras y de tesoros, de duendes y de brujas.

Uno de los barrancos que cruzan la baronía de Planes, el que baja desde el valle de Alcalá a morir al Serpis, se denomina "Barranc de l´Encantá" y, en él, se dice que los moros, cuando su expulsión, escondieron allí sus tesoros, dejando encantada a una doncella que sale cada cien años a la luz del día. Esta leyenda la recoge ya Cavanilles en 1797 y desde entonces se ha popularizado e incluso desvirtuado a capricho de los distintos autores que trataron el tema.

Planes fue feudo de brujas, las cuales solían tener como lugar de reunión una almazara, la del Duc, situada en la calle del Abate Andrés, no lejos de un hermoso y bien conservado acueducto medieval, por el que corren todavía las aguas provinientes de nacimiento, conducidas hacia una fuente y lavadero público. Esta tradición brujeril ha estado siempre presente en la mente popular, afirmándose que "en donde hay, campanas suenan", conociéndose infinidad de historias sobre aquelarres pues las brujas, en sus andanzas se desplazaban a otros puntos lejanos.


Una de estas brujas de Planes, joven y bien parecida, sostenía relaciones amorosas con un muchacho del pueblo, ignorante, éste, de la doble personalidad de su amada, aún cuando sabía que la madre de la muchacha tenía la Cruz de Caravaca en el paladar por lo que curaba las verrugas a distancia y el "aliacá" depositando orina del enfermo sobre las brasas, en cáscaras de huevo.
Pero un día, un amigo del muchacho, sabedor de las andanzas de la bruja, le puso en antecedentes de lo que ocurría:
-Xe, ¿tu vols eixa fadrina que és bruixa?
El enamorado no podía dar crédito a lo que aquel le refería, tan encariñado estaba con la joven, hacendosa en la casa y dulce en el trato, habiendo proyectado incluso la boda para fechas próximas. Como ella, no había en el pueblo quien supiera elaborar "els carquinyols", golosina de almendra típica de Planes.

El muchacho, a la vera del lar, había oído comentar a sus padres, muchas noches, algunas de aquellas fantásticas historias y reuniones en la vieja almazara situada junto al Barranc Fondo, y asimismo las diabluras que hacían subiéndose a los tejados de las casas, montadas en escobas y tinajas, perturbando el descanso del vecindario. Así, desde que su amigo le dijera lo que ocurría, con la duda prendida en su corazón, una noche, después del palique en la visita reglamentaria, en vez de marcharse a su casa se quedó escondido en la de la muchacha, escondiéndose en el interior de una gran tinaja de las que se empleaban para aderezar las olivas, dispuesto a averiguar si su prometida era, en efecto, uno de aquellos seres que tenían pacto con el diablo.
Transcurrido algún tiempo, llegaron otras dos muchachas del pueblo, amigas de ambos, y tras saludarse y charlar un rato sobre distintas cosas, se sentaron al fin sobre la tinaja en la que se escondía el galán, diciendo una de ellas:
-¡Hala, per damunt les fulles!
Al instante, allá fue la tinaja, el hombre y las tres brujas, volando por los aires, en dirección desconocida. Aquél, con el mareo y la oscuridad, perdió la noción del tiempo y el rumbo, hasta que, en un momento determinado, se posaron en un paraje que no le era familiar.
Mientras él, atónito, no daba crédito a lo que veían sus ojos, las tres muchachas fueron a reunirse con otras que bailaban desnudas alrededor de una hoguera. Llegaron otras y otras, de Planes y Almudaina, danzando todas durante largo tiempo, perdido el recato y la honestidad, transportadas. Orgía, obscenidades, conciábulo de brujas con el demonio. Estaban en el "prado del macho cabrío" vasco (Aker: cabrón, Larre: prado).
Todas ellas, su novia y el macho cabrío, danzaban en torno al fuego, transfiguradas, hasta caer rendidas de agotamiento.

Por el mismo medio, cerca de la madrugada, regresaron al pueblo. Entonces, el muchacho, con mejor luz, orientado, supo en donde había tenido lugar el aquelarre, pasado el "castellet" de Margarida, en un pequeño bosque cerca de Beniaya, partida situada en el valle de Alcalá.
En casa, la bruja se fue a la cama y el muchacho, sin poder creer todavía lo que había visto, salió de la tinaja, alejándose compungido camino de su hogar, cuando ya los labradores entraban en el bar a tomarse una copa de "herbero".

Aquella noche acudió como de costumbre a visitar a la novia, con el propósito de romper el compromiso, pues por muy enamorado que estuviera, no podía casarse con una bruja.
Ante la acusación, aquella negó rotundamente, preguntándole al joven quién había inventado tal calumnia, intentando un arrumaco. El mozo, apartándola con un gesto brusco, narró con todo detalle el vuelo en la noche, en el interior de la tinaja, así como el baile en torno al fuego y todo lo demás.

Ante tal evidencia, a la joven bruja no le quedaba más recurso que el pataleo, las amenazas. En un arrebato, se puso en pie de un salto, exclamando:
-¡Si ho haguera sabut, en pasar els barrancs de l´Encantà hauria deixat caure la gerra!


Texto de la serie "Cosas de fantasmas, duendes y brujas" publicada en el Diario Información durante 1986, con dibujos de Remigio Soler y textos de Francisco G. Seijo Alonso.

 
La Asociación Cultural Alicante Vivo se reserva el derecho de moderación, eliminación de comentarios malintencionados, con lenguaje ofensivo o spam. Las opiniones aquí vertidas por terceras personas no representan a la Asociación Cultural Alicante Vivo.