06 mayo 2008

EL SEÑOR ZAPLANA Y LA PLUSVALÍA INVERSA

Decía Carlos Marx, cuando a Carlos Marx todavía le hacía caso alguien, que se llama “plusvalía” a la diferencia que hay entre el valor real del trabajo realizado por un asalariado y el sueldo que recibe. Y esa diferencia constituye el beneficio del capitalista que ostenta la propiedad de los medios de producción. Sin embargo, en teoría, podría darse el caso de una plusvalía inversa, es decir, que un trabajador recibiera de su patrón un sueldo mayor que el que se merece por lo que trabaja.

Estos días, en la prensa y la radio, me he enterado de que el ex President de la Generalitat Valenciana, ex senador, ex ministro, ex portavoz del PP. y ex diputado raso don Eduardo Zaplana lo deja todo y se va a trabajar a Telefónica, con unos emolumentos de dos millones de euros anuales. Sí, han oído ustedes bien, dos millones de euros, o sea unos 332 millones de pelas de las antiguas; unas 140 veces el sueldo de un mileurista. Qué quieren que les diga, no me puedo creer que nadie sea capaz de realizar un trabajo que merezca un sueldo 140 veces superior a otro. No me lo puedo creer. Ya sabemos que, por la ley de la oferta y la demanda, hay cineastas y deportistas famosos, creadores de riqueza y entusiasmos, que obtienen ganancias similares y aún superiores; pero no llego a comprender cómo el señor Zaplana, por muy listo que sea, que sin duda lo es, pueda hacer ganar a su empresa más de 332 millones de pesetas al año con su abnegado trabajo. Que no, que no me lo puedo creer. Que no me creo que nadie valga 140 veces más que otro. Porque, en mi ingenuidad, pienso que, así como todos somos iguales ante la ley y todos los votos valen lo mismo, debería ser igual en el trabajo.
Lo más grave de esto es que las empresas telefónicas ganan enormes fortunas con el rollo de los móviles y demás, fortunas que pagamos entre todos los usuarios. A partir de ahora, cada vez que vea el recibo de Telefónica me voy a acordar del señor Zaplana. Porque esos 332 millones se los estoy pagando yo… y usted, y usted, y usted.
Y es que, desde que vi cómo Telefónica era puesta en manos de un compañero de pupitre del cole del señor Aznar, tuve el pálpito de que las empresas privatizadas, que antes eran propiedad del pueblo español, fueron adjudicadas a una serie de tipos listos, de esos que obtienen plusvalías inversas en las empresas donde dicen trabajar.
Yo me he pasado la vida currando de administrativo en una empresa estatal y me consideraba parte de ella, como todos mis compañeros veteranos. Por eso, de vez en cuando, nos fastidiaba mucho que un señorito, que nunca había trabajado allí, fuera colocado por razones políticas a decidir la suerte de nuestra compañía. Pero el colmo fue cuando ésta fue privatizada y entregada a un señor que después, o antes - ya no me acuerdo -, mandaba en Telefónica. Porque esa es otra: esta gente vale para todo. Nosotros, los trabajadores, nos tenemos que formar y especializar, debemos superar difíciles y reñidas pruebas para entrar en plantilla y ganar nuestro modesto sueldo, y luego llega un alto ejecutivo de estos y se pone enseguida a mandar y a cobrar una fortuna, aunque meta la pata impunemente; cosa que ocurre muy a menudo. Pues bien, al señorito de turno le faltó tiempo para fraccionar nuestra empresa y venderla a nuestros rivales extranjeros. ¿Alguien preguntó a sus trabajadores si estaban de acuerdo? ¿Y al pueblo español, legítimo propietario de esta compañía estatal desde hacía varios siglos, se lo preguntó alguien? Afortunadamente, cuando este triste desenlace se produjo, yo ya me había prejubilado. Nunca he tomado una decisión más sabia.
Nos dicen que vivimos en una democracia política, y es cierto, pero ¿que hay de la democracia económica? ¿Por qué el que pone dinero una sola vez manda para siempre, como propietario, y el obrero que pone su trabajo toda la vida, no tiene ni voz ni voto? ¿Cuándo el trabajador podrá elegir a sus jefes? En fin, perdónenme, es que soy un utópico y un visionario, ¿saben?
En cambio, el señor Zaplana no tiene nada de utópico; a él le va muy bien en esta sociedad de hoy día, y por eso es ultra conservador, como su amigo Acebes. Otro al que también habrá que colocar con plusvalía inversa.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicate el 6-5-2008)

 
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