Fue él quien me propuso pertenecer a la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas.
Era una tarde en la Sede Universitaria. Estábamos realizando alguna actividad del juego literario de Terratrémol, con nuestro amigo Mariano Sánchez Soler. Al terminar, se formaron a la puerta los clásicos corritos donde unos y otros conversábamos antes de marchar a nuestras casas. Manolo Alcaraz y Adrián hablaban de algo interesante, y ambos me miraron por un momento. Entonces, Manolo me llamó.
“Oye, Miguel – me dijo - ¿Quieres pertenecer a la PIC? Me ha dicho Adrián que nos vendría bien tener a otro escritor entre nosotros”.
Y yo respondí que sí, y me sentí alagado de que contasen conmigo.
Ahora pienso que quizá Adrián ya presentía un próximo y triste desenlace, y que quería dejar a otro escritor que pudiera sustituirle en la Plataforma. No sabía, o no quería saber, que él era y sigue siendo insustituible.
Poco después, lo llamé por teléfono para quedar en la Sede a preparar no recuerdo qué trabajo literario que íbamos a emprender con otros amigos, y me constestó: “Hoy no voy a poder estar con vosotros. Tengo que ir al médico a hacerme unas pruebas”.
La siguiente noticia que tuve de él, fue el terrible anuncio de su enfermedad.
A menudo preguntaba a los amigos que le tenían más confianza, para que me dijesen cómo le iba, y cómo se lo estaba tomando. No quería importunarlo. Temía ser indiscreto. Porque todos sabemos que Adrián era muy suyo. Pero lo tenía muy presente en mi pensamiento.
Por fin, otro día, Mariano me dijo que se iba a presentar un libro con una recopilación de sus mejores artículos, un libro cuyo título, elegido por él, resultaba muy propio de su irónico sentido del humor: “Lo que son las cosas”.
Esa tarde, en la librería “80 Mundos”, todos teníamos el corazón encogido. Sobre nosotros flotaba un espeso aire de despedida. Adrián iba a presentarnos “su último libro”, y la frase sonaba temible en su doble sentido.
Apareció ante sus admiradores con una gorra de visera en la cabeza, bastante deteriorado, y todos dimos un respingo…
Y entonces, un magnífico Adrián, ingenioso, dominador de sus terrenos, genial, se nos mostró como siempre, o mejor dicho, como nunca.
Adrián era mucho Adrián para dejarse vencer por una estúpida enfermedad. Acabamos riéndonos todos, a mandíbula batiente, con las aventuras de su gato diabético y sus observaciones sobre los españoles estreñidos.
Le pedí que me dedicara un ejemplar y me escribió en la primera página: “A Miguel Ángel, compañero de trabajos artesanos”.
Propio de él, muy propio de él. Lúcido y definitivo, porque ¿qué otra cosa es la literatura sino una de las últimas artesanías que quedan en el mundo?
En esas circunstancias conocí a su Teresa, dulce y entera, frágil y fuerte a un tiempo, arrostrando ella también sus problemas de salud. “Qué pareja más valiente – pensé -, nada podrá nunca con ellos”.
En esas circunstancias conocí a su Teresa, dulce y entera, frágil y fuerte a un tiempo, arrostrando ella también sus problemas de salud. “Qué pareja más valiente – pensé -, nada podrá nunca con ellos”.
Jamás he sentido, en toda mi vida, mayor respeto por alguien, y esta vez por partida doble.
Aún vino a la comida de la PIC, en la anterior Semana de la Ciudad, cáustico y lúcido, como siempre… y después nos dejó y se marchó a su estrella; una que, contraviniendo las inexorables leyes del Cosmos, se las apaña para lucir siempre sobre Alicante.
Este sábado pasado, algunos compañeros escritores le hemos dedicado un homenaje muy sentido.
Aún vino a la comida de la PIC, en la anterior Semana de la Ciudad, cáustico y lúcido, como siempre… y después nos dejó y se marchó a su estrella; una que, contraviniendo las inexorables leyes del Cosmos, se las apaña para lucir siempre sobre Alicante.
Este sábado pasado, algunos compañeros escritores le hemos dedicado un homenaje muy sentido.
Manolo Alcaraz, Luis Amat, Luis Bonmatí, José Luis Ferris, Jesús Moncho, Llum Quiñonero, Ángeles Cáceres y un servidor nos comunicamos literariamente con el otro mundo y conversamos con él, y le contamos las últimas barrabasadas de nuestros ediles. A la noche, en Clan Cabaret, la Plataforma le dio el primer Premio “Adrián López” a Ángeles Cáceres que, sin lugar a dudas, es la más indicada para recoger su antorcha.
-El premio – nos dijo al recibirlo – me lo ha dado Adrián.
Ángeles nos contó una anécdota: La llevaban una vez a bordo de una silla de ruedas por un pasillo del hospital, aquejada de un terrible cólico nefrítico, cuando oyó a sus espaldas la inconfundible voz de trueno de Adrián, que le decía: “Coño, Cáceres, cada vez que te veo llevas un coche más cutre”.
Creo que he tenido mucha suerte al caminar con esta gente maravillosa un trecho de mi ya larga andadura.
-El premio – nos dijo al recibirlo – me lo ha dado Adrián.
Ángeles nos contó una anécdota: La llevaban una vez a bordo de una silla de ruedas por un pasillo del hospital, aquejada de un terrible cólico nefrítico, cuando oyó a sus espaldas la inconfundible voz de trueno de Adrián, que le decía: “Coño, Cáceres, cada vez que te veo llevas un coche más cutre”.
Creo que he tenido mucha suerte al caminar con esta gente maravillosa un trecho de mi ya larga andadura.
Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 20-5-2008)