La simbología del escudo de Torrevieja es muy clara: en el mar observamos los veleros que fueron los medios de exportación de la sal de las salinas. Las dos pequeñas casas o barracas que se encuentran en tierra representan la incipiente Torrevieja, sobre un cielo salpicado por las gaviotas. La torre vigía ocupa el centro del escudo, encontrándose semidestruida, recordando el devastador terremoto que asoló Torrevieja en 1829
A lo largo de la historia se han producido muchos terremotos en la Vega Baja.
Sin embargo, hubo un bienio tremendamente dramático para nuestra provincia: el comprendido entre 1828 y 1830.
Los terribles sucesos comenzaron el 13 de septiembre de 1828 con una sacudida de grado VII, y se prolongaron ininterrumpidamente durante 6 meses. En ese periodo se contabilizaron más de 200 seismos.
Sin embargo, el movimiento más dramático tuvo lugar el 21 de marzo de 1829, llegando a un grado X en la escala. Originó la destrucción total de algunas localidades de la Vega Baja.
Hasta septiembre de 1830, continuaron de forma irregular los temblores, sumiendo a la población en un temor constante durante 2 años. El área epicentral de grado X comprendió los núcleos urbanos de Benejúzar, Rojales y Torrevieja.
El terremoto fue más violento en las orillas del río Segura, debido a la facilidad de propagación del movimiento en el agua. Los partes que los alcaldes enviaban a Orihuela ponen de manifiesto las terribles consecuencias del mismo. En los pueblos afectados se levantaron barracas y chozas para albergar a sus moradores, barracas construídas “con los propios palos de sus casas y con cuatro esteras (el que las tenía)”
En los pueblos no destruídos totalmente, como Dolores, Redovan y San Fulgencio, la gente se vio forzada a abandonar sus casas y acampar en la huerta. Los temblores se sucedían seguidos y la situación se agravaba por la falta de alimentos y medicinas.
Numerosas fueron las víctimas. De los 399 fallecidos, el 50% pertenecían a Almoradí, siguiéndole Rojales y Benejuzar con un 25% y un 12% respectivamente. El arquitecto encargado de los posteriores proyectos urbanísticos, Larramendi, señaló en sus memorias que “en Almoradí perecieron mayor número de personas en razón de contar con calles estrechas y edificios de varios pisos”. De ahí que en el trazado de las nuevas poblaciones, realizara calles de mayor anchura.
Los heridos alcanzaron el número de 209; los de los pueblos costeros fueron trasladados a Alicante en barcas, y los del interior a Orihuela en carros. Allí el obispo levantó un hospital provisional.
La prensa se ocupó ampliamente de la catástrofe ocurrida, lo que creó un sentimiento de solidaridad nacional. El mismo rey Fernando VII promovió una ayuda a favor de los necesitados “He mandado que de mi bolsillo secreto y el de la Reina, mi augusta esposa, se suministre inmediatamente 1.500.000 reales. Asimismo he venido en decretar que de los granos de rentas decimales pertenecientes a mi Corona, se apliquen con el mismo destino 20.000 fanegas de trigo”.
Sin embargo, las primeras ayudas tanto en metálico como en alimentos provinieron de las ciudades de Alicante y Orihuela. La recaudación ascendió a 8.460.854 reales de vellón, además de algunas partidas de alimentos recogidas por los párrocos y justicias de cada localidad.
Sin embargo, el movimiento más dramático tuvo lugar el 21 de marzo de 1829, llegando a un grado X en la escala. Originó la destrucción total de algunas localidades de la Vega Baja.
“El 21 del corriente, sábado al anochecer, sucedió el espantoso terremoto (…) Los de Almoradí, Benejúzar, Rafal, Formentera, Torrevieja y La Mata han sido totalmente asolados, sin que quede en ellos ni una sola casa habitable. Poco menos sucede en Rojales, Guardamar y sus huertas. En Orihuela se contarán 2000 casas igualmente asoladas"
OBISPO DE ORIHUELA A SU MAJESTAD EL REY FERNANDO VII
Hasta septiembre de 1830, continuaron de forma irregular los temblores, sumiendo a la población en un temor constante durante 2 años. El área epicentral de grado X comprendió los núcleos urbanos de Benejúzar, Rojales y Torrevieja.
El terremoto fue más violento en las orillas del río Segura, debido a la facilidad de propagación del movimiento en el agua. Los partes que los alcaldes enviaban a Orihuela ponen de manifiesto las terribles consecuencias del mismo. En los pueblos afectados se levantaron barracas y chozas para albergar a sus moradores, barracas construídas “con los propios palos de sus casas y con cuatro esteras (el que las tenía)”
En los pueblos no destruídos totalmente, como Dolores, Redovan y San Fulgencio, la gente se vio forzada a abandonar sus casas y acampar en la huerta. Los temblores se sucedían seguidos y la situación se agravaba por la falta de alimentos y medicinas.
Numerosas fueron las víctimas. De los 399 fallecidos, el 50% pertenecían a Almoradí, siguiéndole Rojales y Benejuzar con un 25% y un 12% respectivamente. El arquitecto encargado de los posteriores proyectos urbanísticos, Larramendi, señaló en sus memorias que “en Almoradí perecieron mayor número de personas en razón de contar con calles estrechas y edificios de varios pisos”. De ahí que en el trazado de las nuevas poblaciones, realizara calles de mayor anchura.
Los heridos alcanzaron el número de 209; los de los pueblos costeros fueron trasladados a Alicante en barcas, y los del interior a Orihuela en carros. Allí el obispo levantó un hospital provisional.
La prensa se ocupó ampliamente de la catástrofe ocurrida, lo que creó un sentimiento de solidaridad nacional. El mismo rey Fernando VII promovió una ayuda a favor de los necesitados “He mandado que de mi bolsillo secreto y el de la Reina, mi augusta esposa, se suministre inmediatamente 1.500.000 reales. Asimismo he venido en decretar que de los granos de rentas decimales pertenecientes a mi Corona, se apliquen con el mismo destino 20.000 fanegas de trigo”.
Sin embargo, las primeras ayudas tanto en metálico como en alimentos provinieron de las ciudades de Alicante y Orihuela. La recaudación ascendió a 8.460.854 reales de vellón, además de algunas partidas de alimentos recogidas por los párrocos y justicias de cada localidad.
info: Gregorio Canales Martinez