El pasado domingo tuvo lugar una manifestación que recorrió el centro de Alicante, entre la Plaza de Toros y el Puerto. Estaba convocada por la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica, con adhesiones de importantes personajes españoles y extranjeros, como Paul Preston y Ian Gibson.
El 30 de marzo es la efemérides de la entrada en Alicante de la División Littorio, formada por fascistas italianos a las órdenes del general Gambara, y marca el triunfo definitivo de las tropas franquistas y el fin de nuestra Guerra Civil. Dos días más tarde, decenas de miles de refugiados republicanos estaban acorralados en el puerto, donde esperaban a los barcos del exilio que nunca llegaron. Salvo 3.000 que pudieron salir a última hora en el vapor británico Stambrook, al mando del heroico capitán Dickson, todos los demás fueron concentrados en el Campo de los Almendros, desde donde serían remitidos a la Plaza de Toros, cines de la ciudad, castillo de Santa Bárbara y, sobre todo, el campo de concentración de Albatera, donde les aguardaban los pelotones de fusilamiento, las torturas, el hambre y, en el mejor de los casos, largos años en las cárceles de la posguerra.
El motivo de esta Marcha Cívica, segunda edición de la que por estas fechas del año pasado se hizo al Campo de los Almendros, era reivindicar ante nuestro Ayuntamiento y ante la Autoridad Portuaria, la erección de dos monumentos conmemorativos de estos hechos y honrar así a los demócratas que sufrieron persecución del Franquismo por el delito de haber defendido la constitución republicana, la democracia y la libertad. Hoy, que ya nadie, o casi nadie, se autocalifica de franquista, cuando todos los políticos de este país, sean de derechas o de izquierdas, se reconocen demócratas de toda la vida, no se comprende que a nadie le pueda ofender este modesto desagravio a quienes nos precedieron en el ejercicio de la libertad y la ciudadanía ejemplar, y pagaron por ello con la vida o las penalidades más injustas.
La manifestación, formada por un millar de personas, llenaba la Rambla de Méndez Núñez, y flameaba pacíficamente banderas republicanas; como no podía ser menos, tratándose de un homenaje a quienes defendieron con dignidad y heroísmo tan venerable enseña. Personalmente, debo dejar constancia de que es la democracia y su perfeccionamiento lo que me motiva políticamente. Y que sus instrumentos, ya sean estos los propios de una monarquía constitucional o de una república, me parecen secundarios; porque son los fines y no los medios los que nos justifican. Dicho esto, y sin demérito del respeto que me merece nuestra actual bandera constitucional, creo que es del todo lícito rendir homenaje a la enseña que representó a nuestra patria durante el único periodo democrático del siglo XX, anterior al actual. Por ello digo que me parece muy bien que se muestre la antigua bandera republicana. Además, estamos en democracia, y cada cual puede marchar bajo los símbolos que más le plazcan; a menos que éstos signifiquen tiranía y violencia.
El 30 de marzo de 1939 los demócratas no podían abandonar el puerto, y el mismo día de 2008 los demócratas no pudimos entrar en el puerto. Qué paradoja, y qué ridículo hizo la llamada Autoridad Portuaria al no autorizar el pasado domingo que la manifestación entrase en sus recintos. Así que tuvimos que acabar nuestro recorrido en la Explanada. Parece mentira, pero es verdad. ¿A qué le tenía miedo la Autoridad Portuaria? ¿A los viejos republicanos octogenarios? ¿A los jóvenes que daban vivas a la república al son del Chiki-chiki? ¿A los ramos de flores que al final lanzamos al mar, con o sin permiso de la Autoridad Portuaria, por si salpicaban a los yates de sus amiguetes? No se puede ser más mezquino, más ridículo ni más torpe. No sé cómo se llama el actual Presidente de la Autoridad Portuaria, ni lo sé, ni me importa, ni quiero nada con él. Porque con su actitud ya me ha demostrado su talante. Lo que lamento es que come, viste y se paga la vivienda y los caprichos con los impuestos que yo, como muchos otros, pago religiosamente.Y es que hay gente que por mucho que nos digan que son demócratas de toda la vida, a la primera de cambio se les ve el plumero.
El motivo de esta Marcha Cívica, segunda edición de la que por estas fechas del año pasado se hizo al Campo de los Almendros, era reivindicar ante nuestro Ayuntamiento y ante la Autoridad Portuaria, la erección de dos monumentos conmemorativos de estos hechos y honrar así a los demócratas que sufrieron persecución del Franquismo por el delito de haber defendido la constitución republicana, la democracia y la libertad. Hoy, que ya nadie, o casi nadie, se autocalifica de franquista, cuando todos los políticos de este país, sean de derechas o de izquierdas, se reconocen demócratas de toda la vida, no se comprende que a nadie le pueda ofender este modesto desagravio a quienes nos precedieron en el ejercicio de la libertad y la ciudadanía ejemplar, y pagaron por ello con la vida o las penalidades más injustas.
La manifestación, formada por un millar de personas, llenaba la Rambla de Méndez Núñez, y flameaba pacíficamente banderas republicanas; como no podía ser menos, tratándose de un homenaje a quienes defendieron con dignidad y heroísmo tan venerable enseña. Personalmente, debo dejar constancia de que es la democracia y su perfeccionamiento lo que me motiva políticamente. Y que sus instrumentos, ya sean estos los propios de una monarquía constitucional o de una república, me parecen secundarios; porque son los fines y no los medios los que nos justifican. Dicho esto, y sin demérito del respeto que me merece nuestra actual bandera constitucional, creo que es del todo lícito rendir homenaje a la enseña que representó a nuestra patria durante el único periodo democrático del siglo XX, anterior al actual. Por ello digo que me parece muy bien que se muestre la antigua bandera republicana. Además, estamos en democracia, y cada cual puede marchar bajo los símbolos que más le plazcan; a menos que éstos signifiquen tiranía y violencia.
El 30 de marzo de 1939 los demócratas no podían abandonar el puerto, y el mismo día de 2008 los demócratas no pudimos entrar en el puerto. Qué paradoja, y qué ridículo hizo la llamada Autoridad Portuaria al no autorizar el pasado domingo que la manifestación entrase en sus recintos. Así que tuvimos que acabar nuestro recorrido en la Explanada. Parece mentira, pero es verdad. ¿A qué le tenía miedo la Autoridad Portuaria? ¿A los viejos republicanos octogenarios? ¿A los jóvenes que daban vivas a la república al son del Chiki-chiki? ¿A los ramos de flores que al final lanzamos al mar, con o sin permiso de la Autoridad Portuaria, por si salpicaban a los yates de sus amiguetes? No se puede ser más mezquino, más ridículo ni más torpe. No sé cómo se llama el actual Presidente de la Autoridad Portuaria, ni lo sé, ni me importa, ni quiero nada con él. Porque con su actitud ya me ha demostrado su talante. Lo que lamento es que come, viste y se paga la vivienda y los caprichos con los impuestos que yo, como muchos otros, pago religiosamente.Y es que hay gente que por mucho que nos digan que son demócratas de toda la vida, a la primera de cambio se les ve el plumero.