Junto a un molino de viento restaurado, sin aspas. Junto a su pozo. Junto a los restos de lo que fue el lavadero municipal. En el Paratge de la Rana, en el término municipal de Gata de Gorgos, camino de la carretera comarcal que va a Jávea desde la carretera general. Entre campos de viñedos, de naranjos, de almendros, algunos álamos en procesión en la vera de un riachuelo. Un eucalipto monumental.
El eucalipto de la Rana. Eucalipto centenario. Eucalipto monumental. Tiene una altura de unos 30 metros. La altura de un edificio de 10 plantas. Sus raíces encontraron el agua que baja del pozo de Bernardo el Gel. Sus raíces se dejaron acariciar por el riachuelo que corre a sus pies. Enorme tronco. Cuatro personas para abrazarlo.
Tuvo un gemelo. El Dr. Moratal, médico titular de Gata, que después fue alcalde, plantó dos eucaliptos en 1915 para dar sombra al lavadero. Una noche de tormenta el viento arrancó el otro eucalipto. Se quedó sólo. Pero siguió oyendo las conversaciones de las mujeres mientras lavaban la ropa. Siguió dando sombra a sus historias. Fue testigo de muchas tempestades. Vio cómo un día el lavadero se silenció en las primeras horas de la mañana. Comprobó que las mujeres dejaron de lavar la ropa allí.
Ahora tiene otros clientes que le admiran como lo que es. Un gran eucalipto. Personas que cuidan su entorno para que viva feliz. Ve pasar el tiempo mientras muchos niños se refugian con sus padres bajo su sombra para comer la merienda. Ve como los hijos de aquellas mujeres del lavadero se han hecho también grandes. Cómo tienen otras historias que cuentan, a su vez, a sus hijos. Y estos cuando crecen llenan su tronco de mensajes. Dibujan su tronco de corazones que le hacen cosquillas. Corazones de ilusiones que un día vendrán a cobijarse a sus pies a contarle sus nuevas historias.
Tuvo un gemelo. El Dr. Moratal, médico titular de Gata, que después fue alcalde, plantó dos eucaliptos en 1915 para dar sombra al lavadero. Una noche de tormenta el viento arrancó el otro eucalipto. Se quedó sólo. Pero siguió oyendo las conversaciones de las mujeres mientras lavaban la ropa. Siguió dando sombra a sus historias. Fue testigo de muchas tempestades. Vio cómo un día el lavadero se silenció en las primeras horas de la mañana. Comprobó que las mujeres dejaron de lavar la ropa allí.
Ahora tiene otros clientes que le admiran como lo que es. Un gran eucalipto. Personas que cuidan su entorno para que viva feliz. Ve pasar el tiempo mientras muchos niños se refugian con sus padres bajo su sombra para comer la merienda. Ve como los hijos de aquellas mujeres del lavadero se han hecho también grandes. Cómo tienen otras historias que cuentan, a su vez, a sus hijos. Y estos cuando crecen llenan su tronco de mensajes. Dibujan su tronco de corazones que le hacen cosquillas. Corazones de ilusiones que un día vendrán a cobijarse a sus pies a contarle sus nuevas historias.