El primer mercado de Alicante (planteado y resuelto como tal), nace en el siglo XIX, cuando se inicia la década de los años cuarenta.
Alicante era una ciudad amurallada, que se cobijaba al pie del Benacantil, junto al puerto.
Aunque hoy en día nos puede resultar un poco extraño, era una ciudad muy pequeña..; tan reducida, que apenas censaba 20.000 personas.
Aquel mercado primigenio, al que los alicantinos llamaban “plaza”, quedaría ubicado junto a la plaza del Mar, frente a la Explanada y a su principio, donde hoy se alza majestuosa la Casa Carbonell.
Alicante era una ciudad amurallada, que se cobijaba al pie del Benacantil, junto al puerto.
Aunque hoy en día nos puede resultar un poco extraño, era una ciudad muy pequeña..; tan reducida, que apenas censaba 20.000 personas.
Imágen de aquel primer mercado, ubicado en el solar en el que más tarde se levantaría la Casa Carbonell.
Aquel mercado primigenio, al que los alicantinos llamaban “plaza”, quedaría ubicado junto a la plaza del Mar, frente a la Explanada y a su principio, donde hoy se alza majestuosa la Casa Carbonell.
Cuando en 1879 el arquitecto José Guardiola Picó (autor del proyecto de construcción del barrio de Benalua) formuló las posibilidades de nuestra ciudad, se detuvo a hablar largo y tendido sobre él: “En la fecha en que se construyó (1841), las necesidades de la población estaban perfectamente satisfechas, y cabían en él con holgura todas las mercancías; a excepción de días señalados como las Pascuas de Navidad y la Resurrección del Señor (…) La obra de don Emilio Jover era buena en sus proporciones y distribución. Aún hoy, a pesar de la confusión que producen los pesados tinglados de madera, cubiertos malamente de toldos sucios y desagradables, puede verse lo acertado de su traza”.
José Guardiola comentó también que la obra no quedó terminada nunca, pues no fueron instaladas “las verjas de hierro que debían cerrarlo por la noche”, lo que quiere decir que el mercado estaba abierto a todas horas.
El 21 de enero de 1843, siendo alcalde don Miguel Pascual de Bonanza y Roca, fue presentado al Ayuntamiento el “Reglamento para el buen orden de la plaza del Mercado”, en cuyo texto quedaba determinada la autorización de venta de carne procedente de los sacrificos realizados en dicha instalación y prohibiéndose la venta de carne “del resto de la ciudad”, castigándose las infracciones con multas de 50 a 500 reales vellón. El mismo reglamento señalaba que “las carnes y pescados que no estuviere en estado de salubridad, serán arrojados al mar en el acto”.
Muchos años después, Enrique Romeu recogió curiosas anécdotas sobre el mercado en su libro “Recordar… Alicante”, evocándose aquellos “dos caserones bajos, negruzcos, que eran propiamente de lonjas; lo demás eran tenderetes y puestos de quita y pon. Los vendedores de gallinas vivas, con sus jaulas de tela de alambre, por donde Rosa “la viuda” preparaba sabrosos manjares… las ristras de embujtidos, los blanquets, las morsilletes de seva y la longaniza (…)Las cabras con sus campanillas y la lechera que las ordeñaba a la vista del cliente, llenando de leche tibia la medida de hjojalata (…) La garrofeta de melva, mojama o hueva de atún; bacallar, la coca de molletes farinosa, la gran oferta de aceitunas y variantes, pepinillos, cebollitas, aceitunas gordales, aderezadas en salmuera con ruedas de limón y hojas de laurel, las barricas de sardinas prensadas, las pipas de atún, el bonito seco…”
Al parecer, con el paso de los años, el mercado se convirtió en un lugar... digamos, "poco higiénico".
Y había que trasladarlo.
Por desgracia, como siempre ha ocurrido (y ocurre) en nuestra ciudad, tuvo que pasar bastante tiempo hasta que las autoridades se atrevieron a construir uno nuevo, más grande y limpio.
Francisco Alberola Such comentó en 1949 la anécdota que en verdad impulsó el traslado de lugar del recinto.
Os la relatamos aquí, en palabras del propio Alberola: "Era una noche templada, apacible y hermosa de marzo. Don Federico Soto, alcalde de la ciudad, estaba asomado a un balcón de la Explanada. Había comenzado una verbena, sonaban los primeros acordes de la Banda Municipal y Alicante ardía en luz. Contemplaba el alcalde todo el largo del Paseo de los Mártires, con las terrazas del Café Comercio y el Casino iluminadas. Pero se negaba a seguir mirando más lejos para no tropezar su vista con la negra mole del antiestético mercado de abastos, que obstruía la entrada a la ciudad. “Yo derribaré ese viejo y maloliente mercado. Lo colocaré en el sitio que más moleste a la población, para obligar a que se construya pronto otro mercado nuevo”.
Algunos meses después, Federico Soto, con aquella energía y decisión que le caracterizaban, ordenaba desalojar el mercado, enviando sus multiples puestos y tenderetes a la actual Rambla.
Tras la polémica decisión, continuó denunciando la necesidad de afrontar con la mayor rapidez la construcción del nuevo mercado, lo que no era nada facil, pues el presupuesto municipal era de sólo 2 millones de pesetas.
Era preciso encontrar ya el nuevo emplazamiento.
Pero la tarea fue muy complicada.
Hubo muchas discusiones, muchos años de espera y muchos más disgustos de los vecinos y de los comerciantes de la Rambla, agobiados de tenderetes y suciedad.
-¡Dadme un local y construiré el mercado! –dijo en cierta ocasion, a gritos, el alcalde.
Existía un lugar “especial” en Alicante. Al derribar la posada contigua a la casa de Rojas, el solar fue destinado como picadero por un grupo de jóvenes amantes del toreo, con Norberto Campos al frente. A la derecha, exsistía un anchuroso almacén donde funcionaba un cine económico, al que las gentes del barrio llamaban “cine pulga”.
Pues bien, aquel amplio solar, polvoriento y sucio, fue el acertadamente elegido para el emplazamiento del nuevo mercado.
Las obras se iniciaron el 9 de agosto de 1915. A las quejas del vecindario y comerciantes de la Rambla, ya citadas anteriormente, se unirían las incomodidades de los usuarios y compradores.
Así las cosas, la obra se quedó medio paralizada al poco de comenzar: anotemos que el presupuesto municipal en 1915 era de 1.473.198 pesetas, en 1917 bajó a 1.380.482 y en 1920 descendería a 1.311.648 pesetas.
En otras palabras... ¡no había un puñetero duro!
Por fortuna, el 8 de noviembre de 1922, celebró el Ayuntamiento una sesión histórica. Habían pasado por la alcaldía y ocupado el sillón presidencial en esos siete años don Ramón Campos, don Eugenio Boti, don Ricardo Pascual del Pobil y Chicherri, don Manuel Curt Amérigo, don Antonio Bono Luque, don Juan Bueno sales, don Pedro Llorca Perez y don Antonio Bono.
En aquella sesión, el Ayuntamiento recibió de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Alicante (la actual CAM), un préstamo de 900.000 pesetas. En su informe, el presidente de la Caja, don José Guardiola Ortiz, señaló: “un día se concibió el proyecto de que el dinero de la Caja, producto del ahorro popular, sirviera para las obras del Mercado (…) Tengo fe en el resultado de ésta y la seguridad de que el Ayuntamiento no regateará facilidades”.
Y no lo hizo.
La inauguración del nuevo Mercado fue el día 12 de noviembre de 1922, a las cuatro de la tarde.
Asistió el hijo de Canalejas (su padre fue asesinado 10 años antes), don José Francos Rodríguez, ministro de Gracia y Justicia e Hijo Adoptivo de Alicante, y el señor Bono Luque.
La minihistoria de los mercados de la capital había terminado...
O empezado, según se mire.
info: Fernando Gil Sánchez.
Alicante de la A a la Z
José Guardiola comentó también que la obra no quedó terminada nunca, pues no fueron instaladas “las verjas de hierro que debían cerrarlo por la noche”, lo que quiere decir que el mercado estaba abierto a todas horas.
El 21 de enero de 1843, siendo alcalde don Miguel Pascual de Bonanza y Roca, fue presentado al Ayuntamiento el “Reglamento para el buen orden de la plaza del Mercado”, en cuyo texto quedaba determinada la autorización de venta de carne procedente de los sacrificos realizados en dicha instalación y prohibiéndose la venta de carne “del resto de la ciudad”, castigándose las infracciones con multas de 50 a 500 reales vellón. El mismo reglamento señalaba que “las carnes y pescados que no estuviere en estado de salubridad, serán arrojados al mar en el acto”.
Muchos años después, Enrique Romeu recogió curiosas anécdotas sobre el mercado en su libro “Recordar… Alicante”, evocándose aquellos “dos caserones bajos, negruzcos, que eran propiamente de lonjas; lo demás eran tenderetes y puestos de quita y pon. Los vendedores de gallinas vivas, con sus jaulas de tela de alambre, por donde Rosa “la viuda” preparaba sabrosos manjares… las ristras de embujtidos, los blanquets, las morsilletes de seva y la longaniza (…)Las cabras con sus campanillas y la lechera que las ordeñaba a la vista del cliente, llenando de leche tibia la medida de hjojalata (…) La garrofeta de melva, mojama o hueva de atún; bacallar, la coca de molletes farinosa, la gran oferta de aceitunas y variantes, pepinillos, cebollitas, aceitunas gordales, aderezadas en salmuera con ruedas de limón y hojas de laurel, las barricas de sardinas prensadas, las pipas de atún, el bonito seco…”
Mercado instalado, provisionalmente, en la actual Rambla.
Al parecer, con el paso de los años, el mercado se convirtió en un lugar... digamos, "poco higiénico".
Y había que trasladarlo.
Por desgracia, como siempre ha ocurrido (y ocurre) en nuestra ciudad, tuvo que pasar bastante tiempo hasta que las autoridades se atrevieron a construir uno nuevo, más grande y limpio.
Francisco Alberola Such comentó en 1949 la anécdota que en verdad impulsó el traslado de lugar del recinto.
Os la relatamos aquí, en palabras del propio Alberola: "Era una noche templada, apacible y hermosa de marzo. Don Federico Soto, alcalde de la ciudad, estaba asomado a un balcón de la Explanada. Había comenzado una verbena, sonaban los primeros acordes de la Banda Municipal y Alicante ardía en luz. Contemplaba el alcalde todo el largo del Paseo de los Mártires, con las terrazas del Café Comercio y el Casino iluminadas. Pero se negaba a seguir mirando más lejos para no tropezar su vista con la negra mole del antiestético mercado de abastos, que obstruía la entrada a la ciudad. “Yo derribaré ese viejo y maloliente mercado. Lo colocaré en el sitio que más moleste a la población, para obligar a que se construya pronto otro mercado nuevo”.
Algunos meses después, Federico Soto, con aquella energía y decisión que le caracterizaban, ordenaba desalojar el mercado, enviando sus multiples puestos y tenderetes a la actual Rambla.
Tras la polémica decisión, continuó denunciando la necesidad de afrontar con la mayor rapidez la construcción del nuevo mercado, lo que no era nada facil, pues el presupuesto municipal era de sólo 2 millones de pesetas.
Fotografía en la que se puede apreciar las obras de construcción del Mercado Central, en Alfonso X el Sabio
Era preciso encontrar ya el nuevo emplazamiento.
Pero la tarea fue muy complicada.
Hubo muchas discusiones, muchos años de espera y muchos más disgustos de los vecinos y de los comerciantes de la Rambla, agobiados de tenderetes y suciedad.
-¡Dadme un local y construiré el mercado! –dijo en cierta ocasion, a gritos, el alcalde.
Existía un lugar “especial” en Alicante. Al derribar la posada contigua a la casa de Rojas, el solar fue destinado como picadero por un grupo de jóvenes amantes del toreo, con Norberto Campos al frente. A la derecha, exsistía un anchuroso almacén donde funcionaba un cine económico, al que las gentes del barrio llamaban “cine pulga”.
Pues bien, aquel amplio solar, polvoriento y sucio, fue el acertadamente elegido para el emplazamiento del nuevo mercado.
Las obras se iniciaron el 9 de agosto de 1915. A las quejas del vecindario y comerciantes de la Rambla, ya citadas anteriormente, se unirían las incomodidades de los usuarios y compradores.
Así las cosas, la obra se quedó medio paralizada al poco de comenzar: anotemos que el presupuesto municipal en 1915 era de 1.473.198 pesetas, en 1917 bajó a 1.380.482 y en 1920 descendería a 1.311.648 pesetas.
En otras palabras... ¡no había un puñetero duro!
Por fortuna, el 8 de noviembre de 1922, celebró el Ayuntamiento una sesión histórica. Habían pasado por la alcaldía y ocupado el sillón presidencial en esos siete años don Ramón Campos, don Eugenio Boti, don Ricardo Pascual del Pobil y Chicherri, don Manuel Curt Amérigo, don Antonio Bono Luque, don Juan Bueno sales, don Pedro Llorca Perez y don Antonio Bono.
En aquella sesión, el Ayuntamiento recibió de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Alicante (la actual CAM), un préstamo de 900.000 pesetas. En su informe, el presidente de la Caja, don José Guardiola Ortiz, señaló: “un día se concibió el proyecto de que el dinero de la Caja, producto del ahorro popular, sirviera para las obras del Mercado (…) Tengo fe en el resultado de ésta y la seguridad de que el Ayuntamiento no regateará facilidades”.
Y no lo hizo.
La inauguración del nuevo Mercado fue el día 12 de noviembre de 1922, a las cuatro de la tarde.
Asistió el hijo de Canalejas (su padre fue asesinado 10 años antes), don José Francos Rodríguez, ministro de Gracia y Justicia e Hijo Adoptivo de Alicante, y el señor Bono Luque.
La minihistoria de los mercados de la capital había terminado...
O empezado, según se mire.
info: Fernando Gil Sánchez.
Alicante de la A a la Z