Durante la Edad Moderna, se continuaba enterrando a los muertos en los templos y en sus claustros, pero en el siglo XVIII se ordenó que los enterramientos se realizasen fuera del poblado, por motivos higiénicos.
El Clero de San Nicolás, mandó entonces construir el primer cementerio alicantino, situado a espaldas de la Fábrica de Tabacos. Estaba al oeste del Monte Benacantil, y fué ampliado en 1778, aunque se seguía enterrando en las iglesias a los Obispos y a los Nobles.
Además, los marineros o extranjero no católicos eran enterrados en el Huerto de Seguí, cerca del llamado "Mollet dels Anglesos", junto al Pou del Drac en el Raval Roig o en la antigua Plaza de las Barcas.
Panteón de los Guijarro, en Villafranqueza, en cuyas tapias fueron fusilados algunos progresistas que secundaron la Rebelión de Pantaleón Bone. Otros serían ejecutados después, el 8 de Marzo de 1844, en el Malecón de Alicante, que se denominaría en su honor El Paseo de los Mártires de la Libertad (Archivo Información)
Tras las ordenes de Carlos IV para que se construyera un cementerio común, el Clero de San Nicolás y Santa María adquirieron terrenos al Conde de Soto Ameno, en San Blas, a un Kilómetro de la ciudad, donde se inauguró en 1805.
En 1861 una Real Orden confirmó la dependencia del cementerio de San Blas del Cabildo de San Nicolás, aunque durante algún tiempo el cementerio pasó a ser municipal.
Con la Restauración, el Cabildo recobró el dominio del cementerio, que fué ampliado en varias ocasiones: 1876, 1889 y 1918, por los efectos de las epidemias de cólera y gripe.
Junto al Cementerio de San Blas existía un terreno, denominado popularmente "El Corralet", destinado a quienes fallecían "fuera del gremio de la Religión Católica".
En 1897, Guardiola Picó, en su obra "Alicante en el siglo venidero", lo describía como un terreno sin urbanizar ni explanar, un campo casi abandonado. Los esfuerzos de Republicanos, Socialistas, Anarquistas, Masones, y Protestantes para que se construyese un cementerio civil digno, no tuvieron efecto alguno en aquellos primeros años del siglo XX, marcados por la polémica entre la iglesia y los anticlericales.
En 1918, el municipio alicantino, comenzó a construir otro cementerio, en las afueras de la ciudad, que hubo de ser inaugurado apresuradamente, en ese mismo año por la epidemia de gripe. El de San Blas entró en un lento proceso de degradación, por lo que el Ayuntamiento prohibió efectuar entierros en sus nichos, aunque siguieron las inhumaciones en los Panteones y Criptas de las familias más poderosas de Alicante.
El Cabildo recurrió esta decisión ante el Tribunal Supremo, que reconoció el derecho de la Iglesia a mantener sus Camposantos. Sin embargo, el cementerio de San Blas estaba ya prácticamente abandonado, y en 1931 la República lo clausuró.
En 1959, se le despojó de su carácter sagrado y se procedió a su demolición.
Vista General del Cementerio de San Blas, en los años 40. Se pueden ver las instalaciones de Renfe (Sanchez. AMA)
En el cementerio Municipal llamado de Nuestra Señora del Remedio, también se distinguían dos recintos, el civil y el católico. Pero la Corporación Republicana decidió que la Necrópolis fuese común "de todos los ciudadanos sin diferencias fundadas en motivos confesionales", por lo que suprimió las tapias que separaban ambos recintos.
Sin embargo, con la llegada del franquismo, se volvió a la separación entre los muertos por motivos religiosos: habriá un terreno "debidamente cercado, para sepultar a quienes mueren fuera de la religión católica, y otro sitio especial donde serán inhumados los niños que fallezcan sin bautizar y los fetos".
Además en 1939 el Ayuntamiento acordó suprimir los signos masónicos que aparecián en algunas sepulturas, y en 1940 se prohibiía cualquier referencia "clara o velada a sectas u organizaciones declaradas ilegales".
La intransigencia continuó hasta que llegaron a nuestra tierras los vientos del Concilio Vaticano II.
Traslado de los restos del pintor Lorenzo Casanova, desde el cementerio de San Blas a Alcoy, en febrero de 1959. Entre los presentes, Agatángelo Soler, Lamberto García Atance, Domingo Carratalá, Manuel Baeza, Francisco Herrero y Enrique Cerdán Tato (Hermanos García. AMA)
Panteón de Angel Carratalá, torero alicantino muerto trágicamente en la Plaza de Inca, en 1929 (GOYO AMA)
info: Francisco Moreno Sáez.
Memoria Gráfica de Alicante y Comarca
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