Sabemos que el Carnaval, fiesta tan vieja como la humanidad, manifiesta la tensión entre la libertad y la autoridad, entre lo carnal y lo espiritual, entre el pecado y la gracia.
Vamos a intentar explicar las distintas manifestaciones del Carnaval, ocurridas a lo largo de la Historia en la ciudad de Alicante.
Tenemos que explicar los diferentes "regimenes" políticos en que se sometió la sociedad alicantina a lo largo de la historia moderna.
1-Durante el antiguo Régimen (el antiguo de verdad, situado entre los siglos XIV y el primer tercio del XIX), la vida social se organizaba bajo la monarquía absoluta y la Iglesia, que decidían las pautas de comportamiento de los súbditos/creyentes de una manera unilateral, paternalista y vindicativa.
2-Con el primer liberalismo, entre 1810 y 1880, acaeció una fase de apertura política y social, aunque con grandes resabios de paternalismo.
3-Llegó el liberalismo maduro; aquí los gobiernos constitucionales españoles a duras penas sabían conciliar las exigencias de la soberanía nacional y de un gobierno representativo. Como sabemos, el colofón de este agrio conflicto desembocó en un nuevo despotismo: el franquismo.
4-Finalmente, el liberalismo democrático, totalmente abierto y desenfadado, establecido tras la muerte del franquismo y en el que andamos viviendo.
La primera noticia conservada en los archivos alicantinos acerca del carnaval, data del 2 de Enero de 1802. Se trata de una petición de celebración de esta fiesta popular hecha por el “Gobernador militar y Político” de Alicante, D. José de Sentmanalt, dirigida al entonces ministro de Gracia y Justicia, Pedro Cevallos. De la petición se desprende que los alicantinos ya celebraban el carnaval desde tiempo atrás, pues el gobernador refería la “costumbre de vestirse las gentes con disfraz por el Carnaval”.
El gobernador justificaba la petición en el hecho probado de la sumisión, respeto y obediencia a los bandos publicados "para la diversión de las Máscaras que les permitió el año próximo pasado y en anterior, cuya experiencia me hace asegurar que en el presente año continuarán con el mismo buen orden y moderación”.
Las estrictas condiciones para salir a la calle disfrazado eran:
1- Que ninguno pudiera usar de traje opuesto a su sexo, ni tampoco el que fuere propio o semejante a los hábitos eclesiásticos y religiosos.
2- Que nadie pudiera ir con rostro tapado por esta Ciudad.
3- Que los disfrazados guardaran la mejor atención interior y con los demás concurrentes sin proferir palabras de la más leve injuria y mucho menos en ofensa de ambas Majestades.
4- Que en la calle Mayor, procuraran tener luces en las puertas, balcones y ventanas, desde las 7 hasta las 11 de la noche que eran las horas que únicamente señalaban esta diversión
5- Que nadie pudiera ni fuera osado salir de día con disfraz, ni tampoco antes de la hora señalada de las 7 de la noche.
6- Se prohibía a los disfrazados usar armas de fuego, ni blancas y que en el caso de requerirlo el sentido con que se disfrazaran, se les permitiera solo de apariencia
7- Con los niños de menos de 12 años, prevenían a los padres para que los tuvieran recogidos en sus casas por las noches.
Pese a que los alicantinos parecían sabérselas, era evidente que esta fiesta tan pagana y libertaria, atemorizaba a las autoridades civiles y eclesiásticas.
Por eso, el 20 de febrero de 1807, llegó de la Audiencia de Valencia una Real Resolución que prohibía los bailes de máscaras en todo el territorio nacional, exceptuando sólo a Cataluña.
Lo cierto es que hemos de esperar al triunfo del liberalismo del Trienio (1820-23) para que el pueblo pudiera recuperar y disfrutar de sus fiestas.
Así, el 12 de enero de 1821, el gobierno político de Valencia comunicaba al Alcalde constitucional de Alicante estar “conforme en que se hagan los bailes de máscaras que V. Me propone en los días domingo y jueves de cada semana”.
Las prevenciones continuaban, pese a la mayor permisividad de la ideología liberal. Las nuevas autoridades liberales, justamente recelosas de sus enemigos del trono y el altar, tomaban precauciones y, aunque permitían el desahogo lúdico del pueblo, lo regulaban planificando, como antaño, el espacio y el tiempo festivos.
De todos modos, las autoridades municipales alicantinas insistían siempre, en su disposición a conceder la fiesta, en la mismas cualidades de la ciudadanía, obediencia, moderación y docilidad.
Hasta el año de 1901, desaparecen las noticias oficiales sobre el carnaval alicantino. En los albores del siglo XX parece ya evidente que Alicante era una ciudad de destino turístico, la especie de solarium invernal que tanto sigue vendiendo desde entonces entre las gentes de tierras más frías.
El ayuntamiento planeó en enero de 1901, la transformación del tradicional y popular carnaval en una “fiesta culta e interesante”, según los modelos, nada menos de “Niza, Montecarlo y otras estaciones de invierno”.
Ya se determino el “itinerario que ha de seguir durante los tres últimos días de carnaval la cabalgata de fiestas”:
Para mayor lucimiento, el municipio decidía cerrar la explanada “con objeto de levantar tribunas y colocar sillas para que el público pueda presenciar y tomar parte en la batalla de serpentinas y confetti que se verificara durante dichos días”.
El precio de las tribunas y sillas, en abono para los tres días, era de 30, 4, 3 y 2 pesetas respectivamente, y para los días sueltos de 15, 2, 1.50 y 1 respectivamente. Esto nos indica la notable prosperidad de la clase media alicantina.
Esas batallas de serpentinas y confetis eran de tal magnitud que exigían el rellenado del suelo de la Explanada con gran cantidad de arena, extraída de las playas cercanas para facilitar la limpieza tras el evento festivo.
En cuanto a la evolución de la permisividad y la reglamentación, en 1901 se reflejaba así:
1- Que dichos días era permitido andar por las calles desde por la mañana hasta el anochecer.
2- Quedaba prohibido vestir disfraces indecentes
3- No era permitido igualmente parodiar a la religión, a las buenas costumbres y a la moral
4- Tampoco podía hacerse uso de vestiduras de las órdenes religiosas
5- Se prohibían en absoluto usar armas y espuelos
6- A nadie le era consentido quitar la careta o una máscara bajo pretexto ni concepto alguno
7- Tampoco se permitía poner mazas a las personas, darle con guante que ensuciara o lastimara, ni arrojarse unos a otros sustancias que pudieran dañar a las personas y a sus vestidos.
8- Las serpentinas y confetis no podían recogerse del suelo para utilizarlos de nuevo por el peligro de las piedras o suciedades.
En la década de 1910, las fiestas de disfraces eran apoteósicas en los Salones de la Sociedad Tiro Nacional, con abundantes disfraces originales, serpentinas y confetti. También eran muy concurridos los bailes en el Casino de San Antón y en los centros republicanos de las Carolinas y San Blas. Se realizaban bailes públicos en el Teatro Principal, el Café Artístico, la Cervecería La Marina y de Iborra, y en el local de la Sociedad Mútua.
En 1964, la columna de "Hace 50 años..." del Diario Información recordaba cómo eran los carnavales de 1914:
La dictadura franquista adoptó de nuevo las viejas prácticas del poder despótico y prohibió la celebración del Carnaval en todo el territorio nacional. Si se celebraba era extraoficialmente y sólo en pequeñas localidades o en el privado.
Estos otros artículos, repletos de "lindezas" hacia el carnaval, hablaban de un modo retrógrado del orgullo de haber dejado atrás una fiesta propia del pasado, y haber mejorado en una supuesta moral que aquellos que celebraban la fiesta no tenían. Se calificaba la fiesta de la libertad como "algo de otra época", y se apuntaba con el dedo a aquellos muchachos que deseaban romper la prohibición y salían disfrazados a la calle, causando pudor y revuelo entre la gente.
Por suerte, llegó la transición y Doña Cuaresma triunfaba otra vez sobre Don Carnal. Con el advenimiento de la democracia, Don Carnal ha conseguido imponerse poco a poco a Doña Cuaresma y hoy día, prácticamente nada constriñe la libertad de la fiesta mayor del invierno, lo que explica el extraordinario auge que ha experimentado en las dos últimas décadas.
La labor del Col.lectiu Carnestoltes para recuperar esta fiesta perseguida (pero por suerte nunca erradicada totalmentet) fue realmente imprescindible, y gracias a su interés y trabajo, hoy podemos disfrutar de una fiesta genial. En el año 78 comenzaron tímidamente en el Casco Antiguo, amparados por la libertad que se respiraba en la transición. En cuanto empezaron los 80, ya se había recuperado como una fiesta oficial subvencionada por el Ayuntamiento, de la que toda la ciudad participaba para liberarse y disfrutar de la libertad del anonimato y la "lujuria" por unas horas.
1-Durante el antiguo Régimen (el antiguo de verdad, situado entre los siglos XIV y el primer tercio del XIX), la vida social se organizaba bajo la monarquía absoluta y la Iglesia, que decidían las pautas de comportamiento de los súbditos/creyentes de una manera unilateral, paternalista y vindicativa.
2-Con el primer liberalismo, entre 1810 y 1880, acaeció una fase de apertura política y social, aunque con grandes resabios de paternalismo.
3-Llegó el liberalismo maduro; aquí los gobiernos constitucionales españoles a duras penas sabían conciliar las exigencias de la soberanía nacional y de un gobierno representativo. Como sabemos, el colofón de este agrio conflicto desembocó en un nuevo despotismo: el franquismo.
4-Finalmente, el liberalismo democrático, totalmente abierto y desenfadado, establecido tras la muerte del franquismo y en el que andamos viviendo.
La primera noticia conservada en los archivos alicantinos acerca del carnaval, data del 2 de Enero de 1802. Se trata de una petición de celebración de esta fiesta popular hecha por el “Gobernador militar y Político” de Alicante, D. José de Sentmanalt, dirigida al entonces ministro de Gracia y Justicia, Pedro Cevallos. De la petición se desprende que los alicantinos ya celebraban el carnaval desde tiempo atrás, pues el gobernador refería la “costumbre de vestirse las gentes con disfraz por el Carnaval”.
El gobernador justificaba la petición en el hecho probado de la sumisión, respeto y obediencia a los bandos publicados "para la diversión de las Máscaras que les permitió el año próximo pasado y en anterior, cuya experiencia me hace asegurar que en el presente año continuarán con el mismo buen orden y moderación”.
Las estrictas condiciones para salir a la calle disfrazado eran:
1- Que ninguno pudiera usar de traje opuesto a su sexo, ni tampoco el que fuere propio o semejante a los hábitos eclesiásticos y religiosos.
2- Que nadie pudiera ir con rostro tapado por esta Ciudad.
3- Que los disfrazados guardaran la mejor atención interior y con los demás concurrentes sin proferir palabras de la más leve injuria y mucho menos en ofensa de ambas Majestades.
4- Que en la calle Mayor, procuraran tener luces en las puertas, balcones y ventanas, desde las 7 hasta las 11 de la noche que eran las horas que únicamente señalaban esta diversión
5- Que nadie pudiera ni fuera osado salir de día con disfraz, ni tampoco antes de la hora señalada de las 7 de la noche.
6- Se prohibía a los disfrazados usar armas de fuego, ni blancas y que en el caso de requerirlo el sentido con que se disfrazaran, se les permitiera solo de apariencia
7- Con los niños de menos de 12 años, prevenían a los padres para que los tuvieran recogidos en sus casas por las noches.
Pese a que los alicantinos parecían sabérselas, era evidente que esta fiesta tan pagana y libertaria, atemorizaba a las autoridades civiles y eclesiásticas.
Por eso, el 20 de febrero de 1807, llegó de la Audiencia de Valencia una Real Resolución que prohibía los bailes de máscaras en todo el territorio nacional, exceptuando sólo a Cataluña.
Lo cierto es que hemos de esperar al triunfo del liberalismo del Trienio (1820-23) para que el pueblo pudiera recuperar y disfrutar de sus fiestas.
Así, el 12 de enero de 1821, el gobierno político de Valencia comunicaba al Alcalde constitucional de Alicante estar “conforme en que se hagan los bailes de máscaras que V. Me propone en los días domingo y jueves de cada semana”.
Las prevenciones continuaban, pese a la mayor permisividad de la ideología liberal. Las nuevas autoridades liberales, justamente recelosas de sus enemigos del trono y el altar, tomaban precauciones y, aunque permitían el desahogo lúdico del pueblo, lo regulaban planificando, como antaño, el espacio y el tiempo festivos.
De todos modos, las autoridades municipales alicantinas insistían siempre, en su disposición a conceder la fiesta, en la mismas cualidades de la ciudadanía, obediencia, moderación y docilidad.
Hasta el año de 1901, desaparecen las noticias oficiales sobre el carnaval alicantino. En los albores del siglo XX parece ya evidente que Alicante era una ciudad de destino turístico, la especie de solarium invernal que tanto sigue vendiendo desde entonces entre las gentes de tierras más frías.
El ayuntamiento planeó en enero de 1901, la transformación del tradicional y popular carnaval en una “fiesta culta e interesante”, según los modelos, nada menos de “Niza, Montecarlo y otras estaciones de invierno”.
Ya se determino el “itinerario que ha de seguir durante los tres últimos días de carnaval la cabalgata de fiestas”:
Salida
Plaza de Toros - Alfonso el Sabio - Avenida de Zorilla (Av. Constitución) - Duque de Zaragoza – Acera derecha bajando Paseo de Méndez Nuñez - Plaza de Castelar (inicio C/ Mayor, desaparecida) - Plaza de la Constitución (Portal de Elche) - Calle de la Victoria (inicio de la Rambla, desaparecida)- San Fernando - Bóvedas (Calle Canalejas) - Explanada.Regreso
Calle de la Aduana (Calle de Cervantes) - Plaza de Alfonso XII (Pza. Ayuntamiento) - Jorge Juan - Lonja de Caballeros - Calle Mayor - Acera derecha subiendo del Paseo de Méndez Núñez - Duque de Zaragoza - Avenida de Zorrilla (Av. Constitución) - Alfonso el Sabio - San Vicente - Plaza de torosPara mayor lucimiento, el municipio decidía cerrar la explanada “con objeto de levantar tribunas y colocar sillas para que el público pueda presenciar y tomar parte en la batalla de serpentinas y confetti que se verificara durante dichos días”.
El precio de las tribunas y sillas, en abono para los tres días, era de 30, 4, 3 y 2 pesetas respectivamente, y para los días sueltos de 15, 2, 1.50 y 1 respectivamente. Esto nos indica la notable prosperidad de la clase media alicantina.
Esas batallas de serpentinas y confetis eran de tal magnitud que exigían el rellenado del suelo de la Explanada con gran cantidad de arena, extraída de las playas cercanas para facilitar la limpieza tras el evento festivo.
En cuanto a la evolución de la permisividad y la reglamentación, en 1901 se reflejaba así:
1- Que dichos días era permitido andar por las calles desde por la mañana hasta el anochecer.
2- Quedaba prohibido vestir disfraces indecentes
3- No era permitido igualmente parodiar a la religión, a las buenas costumbres y a la moral
4- Tampoco podía hacerse uso de vestiduras de las órdenes religiosas
5- Se prohibían en absoluto usar armas y espuelos
6- A nadie le era consentido quitar la careta o una máscara bajo pretexto ni concepto alguno
7- Tampoco se permitía poner mazas a las personas, darle con guante que ensuciara o lastimara, ni arrojarse unos a otros sustancias que pudieran dañar a las personas y a sus vestidos.
8- Las serpentinas y confetis no podían recogerse del suelo para utilizarlos de nuevo por el peligro de las piedras o suciedades.
En la década de 1910, las fiestas de disfraces eran apoteósicas en los Salones de la Sociedad Tiro Nacional, con abundantes disfraces originales, serpentinas y confetti. También eran muy concurridos los bailes en el Casino de San Antón y en los centros republicanos de las Carolinas y San Blas. Se realizaban bailes públicos en el Teatro Principal, el Café Artístico, la Cervecería La Marina y de Iborra, y en el local de la Sociedad Mútua.
En 1964, la columna de "Hace 50 años..." del Diario Información recordaba cómo eran los carnavales de 1914:
La dictadura franquista adoptó de nuevo las viejas prácticas del poder despótico y prohibió la celebración del Carnaval en todo el territorio nacional. Si se celebraba era extraoficialmente y sólo en pequeñas localidades o en el privado.
En estos avisos, las autoridades recordaban a la población de la suspensión y prohibición de las fiestas del Carnaval. Aparecieron durante los años 40, 50 y 60 en la prensa los días previos a la celebración para tratar de disuadir alborotos.
Estos otros artículos, repletos de "lindezas" hacia el carnaval, hablaban de un modo retrógrado del orgullo de haber dejado atrás una fiesta propia del pasado, y haber mejorado en una supuesta moral que aquellos que celebraban la fiesta no tenían. Se calificaba la fiesta de la libertad como "algo de otra época", y se apuntaba con el dedo a aquellos muchachos que deseaban romper la prohibición y salían disfrazados a la calle, causando pudor y revuelo entre la gente.
Por suerte, llegó la transición y Doña Cuaresma triunfaba otra vez sobre Don Carnal. Con el advenimiento de la democracia, Don Carnal ha conseguido imponerse poco a poco a Doña Cuaresma y hoy día, prácticamente nada constriñe la libertad de la fiesta mayor del invierno, lo que explica el extraordinario auge que ha experimentado en las dos últimas décadas.
La labor del Col.lectiu Carnestoltes para recuperar esta fiesta perseguida (pero por suerte nunca erradicada totalmentet) fue realmente imprescindible, y gracias a su interés y trabajo, hoy podemos disfrutar de una fiesta genial. En el año 78 comenzaron tímidamente en el Casco Antiguo, amparados por la libertad que se respiraba en la transición. En cuanto empezaron los 80, ya se había recuperado como una fiesta oficial subvencionada por el Ayuntamiento, de la que toda la ciudad participaba para liberarse y disfrutar de la libertad del anonimato y la "lujuria" por unas horas.
¡Viva Don Carnal!
Carnavales de los 80.
En 1986 surgió la idea de ponerle un antifaz a nuestra cara del moro, que se llevaría a cabo poco tiempo después... En el año 1990, comenzaron las "arqueologías urbanas", y decidieron disfrazar el Monumento a la Libertad de Expresión frente a Renfe y el Castillo de Santa Bárbara. La idea del antifaz sobre "el moro" no era nueva, pero ese año se podría observar con claridad porque se inauguraba la nueva iluminación. Además, ese mismo año, construyeron un "Muro de Berlín" sobre la Rambla, para desfilar sobre él y derrumbarlo después, celebrando la caída del Telón de Acero.
En los 80 también se celebraron algunos "carnavales de verano" en pleno mes de agosto.
Carnavales de 1989.
En 1991 volvía a disfrazarse el monumento a la libertad de expresión, con unos misiles alusivos a la Guerra del Golfo pérsico (esto levantó mucha polémica en la lectura del pregón). El pregón era "Sírvanse vuestras mercedes en estas fiestas de invierno, de entregarse a los placeres olvidándose del resto". Este reclamo festivo fue el pregón de la peña "La tripa del Moro" fue la mecha que encendió los carnavales con "La República del 91". El auto de carnaval fue crítico y reivindicativo. La parte culminante fue el reparto de 400 preservativos entre el numeroso público asistente: "Llévate la goma al baile, póntela bajo el disfraz y si no, que te la pongan entre compás y compás".
Decoración de la ciudad en 1995.
Decoración de la ciudad en 1996.
El último Carnaval del milenio, en 1999.
Carnavales de los 80.
En 1986 surgió la idea de ponerle un antifaz a nuestra cara del moro, que se llevaría a cabo poco tiempo después... En el año 1990, comenzaron las "arqueologías urbanas", y decidieron disfrazar el Monumento a la Libertad de Expresión frente a Renfe y el Castillo de Santa Bárbara. La idea del antifaz sobre "el moro" no era nueva, pero ese año se podría observar con claridad porque se inauguraba la nueva iluminación. Además, ese mismo año, construyeron un "Muro de Berlín" sobre la Rambla, para desfilar sobre él y derrumbarlo después, celebrando la caída del Telón de Acero.
En los 80 también se celebraron algunos "carnavales de verano" en pleno mes de agosto.
Carnavales de 1989.
En 1991 volvía a disfrazarse el monumento a la libertad de expresión, con unos misiles alusivos a la Guerra del Golfo pérsico (esto levantó mucha polémica en la lectura del pregón). El pregón era "Sírvanse vuestras mercedes en estas fiestas de invierno, de entregarse a los placeres olvidándose del resto". Este reclamo festivo fue el pregón de la peña "La tripa del Moro" fue la mecha que encendió los carnavales con "La República del 91". El auto de carnaval fue crítico y reivindicativo. La parte culminante fue el reparto de 400 preservativos entre el numeroso público asistente: "Llévate la goma al baile, póntela bajo el disfraz y si no, que te la pongan entre compás y compás".
Decoración de la ciudad en 1995.
Decoración de la ciudad en 1996.
El último Carnaval del milenio, en 1999.
Varias fotografías de la fiesta popular que mueve el carnaval en Alicante (Cedida por "La Mesa de Carnaval de Alicante)
Cartel del Pregón, 1993 (Cortesía de "La Mesa de Carnaval de Alicante)
Letanías, 1993. (Cortesía de "La Mesa de Carnaval de Alicante)
Letanías, 1993. (Cortesía de "La Mesa de Carnaval de Alicante)
Entierro de la Sardina, en 2007 (Cortesía de "La Mesa de Carnaval de Alicante")
JUAN JOSÉ AMORES y RUBÉN BODEWIG
JUAN JOSÉ AMORES y RUBÉN BODEWIG