Gracias a las fotografías de Pedro J. Zamora y Óscar Martín, podemos realizar un recorrido por el interior de la Estación de Benalúa -nombre oficial que ostenta la popularmente conocida como "Estación de Murcia"- y contemplar el total estado de abandono en el que se encuentra. Nos hallamos ante un edificio emblemático (y paradójicamente protegido) de la ciudad de Alicante que acumula basura y decrepitud a medida que avanzan los días; y no hay ningún proyecto concreto que nos informe con total seguridad de que la estación va a ser rehabilitada.
Fachada de la Estación de Benalúa en estado actual de abandono miserable.
Fotografía de Óscar Martín
Fotografía de Óscar Martín
Al contrario, sólo tenemos noticias que especulan con la futura estación de autobuses provisional, o el futurible proyecto de la Casa del Mediterráneo. El Colegio de Arquitectos propuso diversas soluciones, e incluso se podría hablar de otros usos que han dado en diferentes ciudades a edificios emblemáticos, como planteaba la web Som fills del poble, de Alfredo J. Charques Calderón, en sus posts: La Estación de Murcia, y La Estación de Murcia II con buenos ejemplos de ciudad sostenible y cuidada, las antípodas de lo que tenemos aquí. Palabras que se estrellan contra el suelo mientras se prolonga el imparable deterioro que carcome cada esquina del recinto.
Fotografías de Pedro J. Zamora. Entre la miseria, la basura y la suciedad, entre graffittis polvorientos y pedazos de hedionda podredumbre, se alza majestuosa la sombra de lo que una vez fue y no es, pero siempre será. El techo y los arcos de la estación esperan que sus vías, ahora enterradas por mamotretos de piedra, vuelvan a latir como antes. Como siempre.
De otra parte, la estación está okupada y nadie hace nada por cuidarla ni respetarla. Desde que Alicante Vivo denunciara el estado de la estación, se han producido dos incendios en su interior, infames hechos que vuelven a dañar la fabulosa construcción. Los nuevos ocupantes no muestran ningún tipo de amabilidad a quien se acerca, y amenazan con hostilidad al visitante mientras continúan almacenando montañas de basura que se acumulan, pedazo a pedazo, en las entrañas del palpitante y mugriento olvido en el que se ha sumido la estación. Ni el Exmo. Ayuntamiento de Alicante, ni siquiera Adif, han hecho nada por evitarlo.
Fabulosa instantánea de Óscar Martín. La belleza del edificio a través de la colorista marquesina impregnan la estancia de una cálida luz amable que contrasta sobremanera con el nauseabundo aspecto del interior. Resquicios de hermosura en el pastiche polvoriento.
El futuro es hoy mismo, y Alicante será lo que los alicantinos queremos que sea. No giremos la cabeza, ni lamentemos la terrible situación. Hablemos, discutamos, indaguemos, estudiemos, buceemos en la historia de la ciudad, y actuemos. Aplaudimos el palacio de congresos y el auditorio como necesarios en la ciudad, pero ¿por qué tanto interés en construir nuevos edificios emblemáticos si olvidamos los que ya tenemos? Lamentable ciudad que olvida su pasado, porque por la Avenida de Elche circulan cientos de miles de coches cada día, motocicletas, taxis, autobuses de línea, autobuses escolares, o turistas que vienen a conocer la ciudad. Y no les estamos ofreciendo nada, salvo las ruinas de nuestra historia. Este proceso involutivo no es una lástima, es una vergüenza.
Imágenes de Pedro J. Zamora. Nosotros no nos hemos atrevido a entrar a la estación, porque el abandono y la okupación muestran que no es un lugar seguro.
La placa colocada por el Exmo Ayuntamiento de Alicante en reconocimiento al ferrocarril Alicante-Murcia en su primer centenario (15 Mayo-1884) En el mismo año del Centenario del barrio de Benalúa. Una placa hoy baladí, un reconocimiento que hoy está vacío y que sobrevive como un brumoso recuerdo de lo que fue, suspendida entre la negrura y los desconchados de una voluptuosa pared vergonzosamente sonrosada. Imagen de Óscar Martín
Mis palabras no son nuevas, pero el asunto merece un especial en nuestro blog; la estación es de tod@s l@s alicantin@s, y debemos detener el desplome y el olvido. Nuestra ciudad no puede morir culturalmente, condenando tesoros tan simbólicos como éste al vetusto cajón de los recuerdos; no es sólo la estación desde la que Ramón de Campoamor escribió su poema "El Tren Expreso", es nuestra estación, tan nuestra como la estación de Madrid, tan alicantina como el apeadero de San Gabriel. Todavía estamos a tiempo de recuperarla para la ciudad, otorgándole el uso que le sea necesario.
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