Corrían los primeros años de la década de 1980, cuando un sábado brumoso dirigí mis pasos hacia un barranco recóndito, dentro del L´Vall de Alcalá (Alcalá de la Jovada).
Por aquel entonces, solo había acceso desde Vall del Seta (Balones, Benimasot, Tollos) o desde la Baronía de Planes a través de Margarida.
Iba en busca de unos massos abandonados hace cuarenta años y que había leído en algún sitio que eran un buen ejemplo de lo que había sido en el pasado una explotación agrícola autárquica (autosuficiente).
Cuando llevaba unos tres kilómetros de caminata desde el pueblo (percibiendo el perfume del romero, tomillo y salvia), me salió al encuentro un pequeño pero denso carrascal.
Casi de inmediato, nada más salir del bosquecillo y con el fondo de la Sierra de Alfaro, aparecieron los altivos (a pesar de su abandono)Massos de Capaimona.
Entré en la finca por una gran puerta con su arco estilo romano. Casi todas las piedras de sillería han sido robadas. El tamaño de la puerta se debía a que animales (mulos, caballos), carros y personas entraban por el mismo lugar.
Admirando los arcos de la ruina se podían imaginar facilmente la belleza caduca de este edificio. Era una gran masía... en la que podían vivir fácilmente dos familias con hijos y abuelos.
El tiempo ha pasado fugazmente y ya llevaba más de una hora en el lugar. Cuando ya pensaba en irme, observé unas formaciones rocosas planas con unos dibujos, como petroglifos, de formas redondas y con oquedades.
En ese momento, me preguntó si conocía la historia de estos massos y, al darle mi respuesta negativa, me la contó:
"Yo conocí a la última familia que vivió aquí; el padre se llamaba Tío Sebastián y dominaba a su familia como un verdadero dictador. Su palabra era ley y sus hijos le tenían un miedo atroz. Falleció su mujer, dicen de la mala vida que la daba, y el hijo mayor abandono la hacienda, quedándose solo con su hija. A ella no la dejaba salir de la masía, ni que tuviera tratos con nadie. Esta tiranía se hizo finalmente insoportable para la hija que un día se colgó de una viga. Aún queda gente mayor en los pueblos de la contornada que se acuerda de este suicidio".
Se quedo callado de una forma extraña, como si aún no hubiera concluído su relato. Yo sólo acerté a decir "¡qué triste historia!"
La història no és trista, és pitjor: ¡Se li va a penjar un fill, pero va perdre dos¡
Apenas había salido de mi asombro, cuando mi buen amigo ya desaparecía por el barranco, dejándome solo ante la viga de la entrada.
Era leyenda..., era historia real..., verdad o mito..., que más da.
Comenzar a andar y comenzar a llover, fue todo uno.
Quiero saber si alguna vez has visto la lluvia, cayendo en un día soleado……….
Fui dejando atrás Los Massos de Capaimona.