Esther López Barceló escribió este documento sobre el Campo de los Almendros, en Septiembre de 2004.
Campo de Los Almendros: de campo de concentración a centro comercial
Tras la Guerra Civil, para agrupar al extraordinario número de republicanos capturados, las autoridades franquistas de Burgos crearon en toda España 72 campos de concentración y batallones disciplinarios, de los cuales una docena se encontraban en la provincia de Alicante.
Así, se crearon campos de concentración y prisiones improvisadas en los Almendros, Albatera, Plaza de Toros de Alicante, Castillo de Santa Bárbara, Palacio de Altamira de Elche, Convento de las Comendadoras y Seminario Diocesano de San Miguel de Orihuela, fábrica La Estambrera y Hospital El Sueco de Alcoy, cine Cervantes y colegios Eliseo Verdú y Padre Manjón de Elda; y la plaza de toros de Monóvar, entre otras poblaciones alicantinas.
El Campo de los Almendros fue el destino provisional de los caídos en el puerto de Alicante, aunque no fue el único: A muchos otros los llevaron al castillo de Santa Bárbara, a la plaza de toros o al cine Ideal.
Los prisioneros que han podido transmitir su historia, cuentan cómo levantaron las alambradas los mismos presos, mientras soldados marroquíes e italianos les cercaban. Ametralladoras y otros signos amenazantes, enmarcaban el campo. Se les llevó a cabo un requisamiento de sus pertenencias, lo que el historiador Javier Rodrigo identifica como claro ejemplo de la toma de botines de guerra.
Nos lo quitaron todo, nos saquearon y nos quitaron relojes, estilográficas...
Este campo fue concebido como centro concentracionario provisional hasta que se determinara a que distintos lugares iban a ser dispersados los apresados. Con lo que, su duración fue corta, transcurriendo unos 5 ó 6 días, según las fuentes. Sin embargo, duras y dramáticas escenas configuraron la vida en el campo, ya que las cifras de los concentrados se aproximaba a las 30.000 personas, el sistema de higiene se reducía a la nada y la alimentación la procuraban un raquítico y único manantial que había dentro del recinto acordonado por las tropas, para cuyo acceso había que hacer una extenuadora cola; y los almendros:
Sobre aquellas tierras trabajadas por el arado y resecas bajo el sol, sin ninguna condición higiénica, agrupados como ganado, sin comer, el agua racionada, nos retuvieron días y días y fue tan infernal la experiencia que llegamos a perder toda noción del tiempo. Pero (...) sí recuerdo a los que morían a mi alrededor. Allí sin comida, la gente se comía todas las almendras, hasta las hojas de los almendros...sin servicio ninguno de higiene y sanidad y sin intendencia, pues a los árboles no les quedaba ya ni corteza...un hambre de espanto, que no teníamos nada, que nos comimos las hojas y todo lo que podíamos... el primer día, no quedaban almendras en los almendros; el tercer día no tenían ninguna hoja... allí estábamos tirados ...
A pesar de la dura vigilancia ya citada, hubo casos de fugas, algunas de ellas exitosas y con nombre y apellidos; aunque también hubo, en ese espacio tan breve de tiempo, escenas de explosiones de locura que muchos supervivientes recuerdan refiriéndose a las mismas:
Un pobre muchacho (...) se trastornó, comenzó a lanzar gritos incoherentes, sembrando la alarma en el campo y los guardianes. Cuando menos lo esperábamos sacó una pistola que tenía escondida y comenzó a disparar.
La localización de este campo, según numerosos testimonios, nos remite a un lugar situado cerca de la carretera en dirección Valencia, en la Goteta, a las faldas del monte de San Julián. No obstante, lo que nos plantea más problemas es la posible extensión de este cerco, sobre lo cual carecemos de los suficientes datos, a pesar de que D. Olegario Uviedo Murciano al relatar el camino que debía recorrer para llegar a la pequeña fuentecita citada anteriormente, dice textualmente que el desplazamiento era de unos doscientos metros. Mas, al ser el único testimonio que hace referencia a este elemento, no poseemos otras fuentes que puedan servirnos para corroborar este dato.
De lo que sí tenemos constancia es de las conocidas sacas de falangistas o ruedas, que se acercaban a los centros concentracionarios venidos desde distintos puntos de la geografía alicantina en busca de enemigos políticos a los que ajusticiar. Sin embargo, los datos más claros y abundantes en lo referente a estas prácticas los encontramos en el Campo de Albatera.
Ya algún día de aquellos, que no pasaría del tercero o cuarto, disolvieron aquella gran concentración de lo que ya sólo éramos escoria humana, y nos distribuyeron a varios sitios, entre los que se encontraba el campo de Albatera.
El Campo de Albatera supuso el próximo destino de muchos de esos prisioneros. Su traslado se realizó en vagones borregueros desde la estación de ferrocarril de Alicante.
Según algún testimonio, se hizo trasbordo en Elche hasta la llegada a lo que fue el Campo de Trabajo de Albatera, que se convertiría desde ese momento en un campo de exterminio, siendo así como lo bautizarían años más tarde los que recuerdan su paso por el lugar.
Nada queda en ese lugar que recuerde el paso y la vida de tantas personas. Con ello hacemos desaparecer otro episodio de nuestra historia bajo los cimientos de un nuevo centro comercial. ¿Cuántos más hacen falta en esta ciudad?
Para mí Los Almendros nunca fue abandonado sino adaptado a las nuevas necesidades. Porque en esta sociedad ya no quedamos seres humanos, sino meros consumidores.
Artículo basado en fuentes escritas y orales de supervivientes del campo de Los Almendros, a todos ellos va dedicado este texto. Esther López Barceló