Corría el año 1858 cuando el ferrocarril comunicó por primera vez la capital de España con el Mediterráneo, y fue aquí, en Alicante.
La estación de MZA progresó fulgurantemente, y el próspero comercio desde el Puerto enriqueció a los alicantinos, permitió que los productos de la provincia se difundieran por toda España, y trajo a los primeros turistas e inmigrantes que hicieron crecer la ciudad.
Dadas las demandas de tráfico ferroviario, la estación siguió creciendo desde el mismo momento de su creación. El recién creado Barrio de Benalúa, y posteriormente las casas que surgieron en San Blas bordeando las vías, comenzaron a albergar a muchas familias de ferroviarios y empleados de la Estación de Madrid.

Estos pabellones han llegado hasta nuestros días, y tienen implícito un gran valor histórico por el aspecto social y económico que representaron, si bien hoy en día, han perdido este uso tan vital.
Su construcción es funcional, sin grandes alardes ornamentales, pero aplicando técnicas constructivas que hoy han desaparecido, y que en pocos edificios en pie de la ciudad se pueden seguir admirando.



En Alicante Vivo hemos podido ser testigos de un irónico proceso que está sucediendo en los pabellones situados al sur (en la confluencia de la Avenida de Salamanca con la Avenida de Aguilera), ya que están siendo rehabilitados para trasladar a éstos las dependencias de oficinas y trabajadores de la Estación, y poder así vaciarla y dejarla libre durante el largo período de las obras que supongan el soterramiento del tramo final de las vías y la construcción de la estación Intermodal.

Gracias a un trabajador de la misma, hemos podido saber que este proceso concluirá cuando la estación esté finalizada. Entonces, estos edificios recién rehabilitados y pagados por ADIF (la empresa pública que todos pagamos que gestiona las estaciones y las infraestructuras ferroviarias), serán demolidos para dar paso a la operación urbanística-especuladora del parque del soterramiento, sin dar pie a aprovechar unos edificios de alto valor histórico recién rehabilitados, y utilizar esta inversión para crear una dotación pública en pleno acceso al parque urbano desde la Glorieta de la Estrella.
El Pabellón situado más al sur funcionó durante los últimos 20 años como dormitorio de ferroviarios. En él dormían los maquinistas y demás empleados que llegaban en el último tren, hasta que al día siguiente volvían a partir. Tiene tipología de edificio de viviendas, y guarda una composición muy austera, con un enfoscado basto pintado de blanco. Los remates de ladrillo y los marcos de las ventanas se pintaron de azul para darle un aspecto más tradicional, aunque se ocultó un hermoso ladrillo caravista a cambio. (El efecto de abombamiento u "ojo de pez" de la fotografía es una deformación provocada por la perspectiva panorámica)

El Pabellón situado más al norte estuvo destinado a talleres y salas de trabajo vinculadas a la actividad de la estación. De los dos, es el de factura más bella y el de mayor interés arquitectónico. En su interior podemos encontrar muchos elementos propios del sistema ferroviario antiguo, y elementos del taller que hoy ya son arqueologías industriales.








Puedes ver la ubicación exacta de estos pabellones en nuestro Mapa de Panoramio.