La calle Calderón (de la Barca), reconozco que ha sido siempre una de mis preferidas y es una calle que ha pasado por diversas vicisitudes.
Por lo menos, desde que yo la conozco, que es de lo que voy a hablar.
Desde siempre, Calderón y San Vicente íban emparejadas. No sé por qué extraña razón eran como calles gemelas.
Las dos nacen en Alfonso el Sabio y las dos mueren en la Plaza de España. Por una subía el tranvía... y por otra bajaba. Las dos tenían su cine propio: el Carlos III y el Calderón. Las dos eran cauce del valle que existe entre ambos castillos y todos sus comercios y portales, tenían/tienen unas guías a los lados para poner una madera que sirviera de cortapisa al agua, cuando la gota fría nos visita.
Pero había una gran diferencia entre ellas: mientras San Vicente, debido a sus altas palmeras y a los edificios de 9 plantas, era una calle oscura, triste y polvorienta, Calderón, era mucho más luminosa. Estaba ornamentada con acacias que en invierno perdían las hojas y dejaban entrar el sol; en la esquina de Juan de Herrera había un colegio (del Frente de Juventudes, antes de los hermanos Albricias) con una tapia no muy alta; un poco más abajo estaba Hidroeléctrica Española (para mi familia siempre fueron Riegos de Levante) con un solar anexo que también dejaba entrar el sol; en la otra acera se conservaban bastantes casitas de 2 y 3 plantas de principios del siglo XX; y, por si fuera poco, estaba él, el más majestuoso mercado que teníamos: el Mercado Central.
Una calle completa y con una particularidad: la acera de los números impares (bien sea porque está el Mercado, bien sea porque era la bajada de la gente que venía de San Vicente, o porque los jueves y sábados se ponía en esa acera el mercadillo de ropa (que luego emigró a Campoamor), esa acera era y sigue siendo mucho más transitada que la otra.
De hecho, los locales comerciales tienen un precio muy superior en una que en otra.
Fijaos y vereís como mientras en una siempre hay gente, la otra está vacía.
Pero el tiempo fue pasando: el primer atentado fue perpetrado por el Ayuntamiento del alcalde Malluguiza, que taló todas las acacias y las sustituyó por naranjos bordes (que hubo que quitar, porque la contaminación no los dejaba crecer, y se trasplantaron al Barrio Obrero).
Los solares del colegio y de Iberdrola se edificaron y la calle acabó siendo casi tan oscura como su vecina San Vicente, excepto el tramo el Mercado.
Los cines también han desaparecido: el Calderón que había inagurado Carmen Sevilla, con una película malísima (Crucero de Verano), hoy es un supermercado; y el Carlos III (que a su vez, había sustituido al cine de verano RIO y al anterior Trinquet) ha sido sustituído por un parking, que aún está en obras.
Aquí os dejo unas cuantas fotografías
Por lo menos, desde que yo la conozco, que es de lo que voy a hablar.
Desde siempre, Calderón y San Vicente íban emparejadas. No sé por qué extraña razón eran como calles gemelas.
Las dos nacen en Alfonso el Sabio y las dos mueren en la Plaza de España. Por una subía el tranvía... y por otra bajaba. Las dos tenían su cine propio: el Carlos III y el Calderón. Las dos eran cauce del valle que existe entre ambos castillos y todos sus comercios y portales, tenían/tienen unas guías a los lados para poner una madera que sirviera de cortapisa al agua, cuando la gota fría nos visita.
Pero había una gran diferencia entre ellas: mientras San Vicente, debido a sus altas palmeras y a los edificios de 9 plantas, era una calle oscura, triste y polvorienta, Calderón, era mucho más luminosa. Estaba ornamentada con acacias que en invierno perdían las hojas y dejaban entrar el sol; en la esquina de Juan de Herrera había un colegio (del Frente de Juventudes, antes de los hermanos Albricias) con una tapia no muy alta; un poco más abajo estaba Hidroeléctrica Española (para mi familia siempre fueron Riegos de Levante) con un solar anexo que también dejaba entrar el sol; en la otra acera se conservaban bastantes casitas de 2 y 3 plantas de principios del siglo XX; y, por si fuera poco, estaba él, el más majestuoso mercado que teníamos: el Mercado Central.
Una calle completa y con una particularidad: la acera de los números impares (bien sea porque está el Mercado, bien sea porque era la bajada de la gente que venía de San Vicente, o porque los jueves y sábados se ponía en esa acera el mercadillo de ropa (que luego emigró a Campoamor), esa acera era y sigue siendo mucho más transitada que la otra.
De hecho, los locales comerciales tienen un precio muy superior en una que en otra.
Fijaos y vereís como mientras en una siempre hay gente, la otra está vacía.
Pero el tiempo fue pasando: el primer atentado fue perpetrado por el Ayuntamiento del alcalde Malluguiza, que taló todas las acacias y las sustituyó por naranjos bordes (que hubo que quitar, porque la contaminación no los dejaba crecer, y se trasplantaron al Barrio Obrero).
Los solares del colegio y de Iberdrola se edificaron y la calle acabó siendo casi tan oscura como su vecina San Vicente, excepto el tramo el Mercado.
Los cines también han desaparecido: el Calderón que había inagurado Carmen Sevilla, con una película malísima (Crucero de Verano), hoy es un supermercado; y el Carlos III (que a su vez, había sustituido al cine de verano RIO y al anterior Trinquet) ha sido sustituído por un parking, que aún está en obras.
Aquí os dejo unas cuantas fotografías