Cuando se inauguró el ferrocarril Madrid-Alicante, el Ayuntamiento de la ciudad se planteó la necesidad de abrir una calle desde el Teatro Principal hasta la Avenida de Federico Soto, pero el proyecto era dificultado por el Cerro de San Francisco, que se conocía popularmente como “la Muntanyeta”.
En ese cerro, de unos quince o veinte metros de altura, habían existido algunos molinos y torreones que se levantaron el 1809 con motivo de la Guerra de la Independencia. En esta zona, en las calles de Muro, Rincón, Molino o Vista Alegre, se amontonaban viviendas insalubres y cuevas.
Por fín, en 1892 pudo abrirse, por iniciativa del alcalde Manuel Gómiz, una calle que se dedicó al general liberal Riego, mientras que los higienistas constataban el estado ruinoso del Cuartel de San Francisco.
En 1931 se plantó el desmonte de la Muntanyeta y la reforma del espacio comprendido entre las calles de Alfonso el sabio, Federico Soto, Jerusalén y Navas. Además de resolver un “punto negro” del urbanismo local, se quería también mitigar el paro obrero con estas obras públicas. Pero las dificultades económicas y los avatares políticos aplazaron su ejecución, que fue suspendida por completo durante la Guerra Civil.
En cambio, sí se llevaron a efecto otras reformas en dirección a la Rambla, que afectaron a las calles de Gerona, Bailén y San Ildefonso. En ese contexto se produjo el derribo del Convento de las Capuchinas y la construcción del Banco de España.
Al terminar la Guerra Civil, el Ayuntamiento procedió a efectuar diversos intercambios con otros organismos para dotar a la ciudad de un centro oficial adecuado a las características del Nuevo Régimen: la que sería Plaza del Caudillo.
Así, se cedieron al ejército unas escuelas que habían sido construidas en Los Angeles por la II República a cambio del solar que ocupanban los restos del Cuartel de San Francisco; otros solares se donaron a la Administración Central (para edificar el Gobierno Civil y las Delegaciones de Hacienda y Obras Públicas), a la Iglesia (que procedió a levantar la parroquia de Nuestra Señora de Gracia), y al propio ejército para construir unas casas para militares.
Ya en 1941, el Diario Información anunciaba “la desaparición de la mayor parte del macizo rocoso que desde hacía siglos venía entorpeciendo el natural necesario ensanche en aquella zona tan céntrica”.
Se nivelaron grandes parcelas de terreno, se prolongaron hasta la avenida de Soto las calles de Colón y Aranjuez, y se amplió la calle del Pintor Agrasot. En años posteriores, se derribó el último torreón de la muralla y se abrió la calle de San Ildefonso, mientras se procedía a levantar el conjunto de edificios oficiales que dieron a la nueva Plaza una aspecto neoclásico, tan del gusto del régimen.
El edificio del Gobierno Civil fue inaugurado, en mayo de 1949, por el propio Francisco Franco, quien puso como ejemplo de la eficacia del Movimiento Nacional a “esta plaza, donde ciento y pico mil toneladas de tierra fueron movidas para dar trabajo a los hombres y levantar estos hermosos edificios que embellecen vuestra ciudad”.
En los años cincuenta, continuaron los cambios urbanísticos en esta zona. De un lado, se abrió la calle de Angel Lozano hasta llegar a la Avenida de Alfonso el Sabio, y del otro, se derribaron algunas manzanas que separaban la Plaza Nueva de la de Calvo Sotelo.
Poco a poco, fueron despareciendo el Colegio de Ciegos, el Cine Iris Park y otros edificios emblemáticos.
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info y fotos: FRANCISCO MORENO SÁEZ.
"MEMORIA GRÁFICA DE ALICANTE Y COMARCA"
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