Debido a la importancia económica y comercial de nuestro puerto, sus trabajadores constituyen uno de los oficios más frecuentes y mayoritarios, así como un sector clave en el movimiento obrero alicantino.
Desde finales del siglo XIX, los obreros trataban de defender sus derechos frente a las casas consignatarias y a los capataces. A diferencia de lo que ocurría en otros oficios, los conflictos que se planteaban en el puerto no afectaban únicamente a sus trabajadores, sino que influían sobre toda la vida de la ciudad y de la provincia.
Por ello, con frecuencia intervenían en los problemas la Cámara de Comercio, el Círculo Unión Mercantil o el Sindicato de Exportadores de Vinos.
Las labores de carga y descarga de los buques que frecuentaban el puerto había de ser, necesariamente, completadas por el transporte de las mercancías entre los almacenes, las estaciones de ferrocarril y el puerto.
De ahí que estuviesen íntimamente ligados a los trabajos del puerto los carreros, que cargaban tabacos, cemento, vinos, ladrillos y salazones.
Por entonces, la jornada laboral era de dieciséis horas diarias, pues cobraban en función de las mercancías que trasladaban: sólo en 1919 y durante escasas semanas, consiguieron tener una jornada de ocho horas y un salario fijo.
El trabajo en el puerto se realizaba bajo las órdenes de los capataces. Con ellos estaban los llamados “obreros marítimos”, quienes realizaban la labor de carga y descarga en los buques. El trabajo era a destajo y absolutamente discontinuo, de modo que era perfectamente posible que algunos obreros pasasen días sin trabajar y, por tanto, sin ganar ningún salario.
Según Rafael Altamira, "los portuarios formaban cada mañana dos filas de obreros, una con los que no habían trabajado el día anterior –que tenían prioridad- y otras con los que sí lo habían hecho; de esa fila, los capataces elegían libremente a quien querían".
A principios del siglo XX, las sociedades de obreros portuarios “La Terrestre” y “La Marítima”, de gabarreros “La Paz” y de carreros “El Progreso”, se alinearon pronto en el movimiento obrero alicantino.
Frente a los intentos de organización obrera, los capataces y consignatarios acudían con frecuencia a los “esquiroles”, lo que provocó, en la segunda década del siglo, graves enfrentamientos entre los trabajadores organizados y los “amarillos”, sobre todo durante los tensos años que siguieron a la guerra europea de 1914-1918.
En la IIª República continuaban los mismos problemas, de modo que en febrero de 1932 se planteó una fuerte huelga de los portuarios, que trataban de evitar el papel intermediario jugado por los capataces y proponían a consignatarios, navieros y comerciantes un trato directo, mediante la firma de unas condiciones laborales que contemplasen el salario mínimo y el derecho a la jubilación.
Al final hubo de intervenir el Gobernador Civil, que procedió incluso a la detención de algunos consignatarios por obstaculizar la posibilidad de un acuerdo.
Cuando terminó la guerra civil, desaparecieron los sindicatos obreros y los portuarios se integraron en el sindicato vertical, mientras las mecanización de los trabajos de carga y descarga y, posteriormente la aparición de los contenedores redujo casi a la nada a esta profesión.
info: FRANCISCO MORENO SÁEZ
MEMORIA GRÁFICA DE ALICANTE Y COMARCA.
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