Los marineros--seres fascinantes, exóticos y extraños--crean con su rara presencia un vacío que es obligatorio ser llenado con historias. Casi nunca aquí, siempre por allá y donde el "allá", siempre misterioso y lejano, es sin lugar a dudas aquello a lo que, los que escuchamos atentamente, queremos ser transportados. Prestando oidos y con un espíritu curioso, escuchamos relatos de lugares, juergas y andanzas que, como regla general, son aventuras pícaras, cómicas y divertidas. Otras veces, ¿porqué no?, son cuentos de peleas donde invariablemente, si el es el protagonista, el vencedor es siempre el relator. Las leyes de causas y efectos parecen no tener una sucesión lógica en la vida del marinero. Las cosas pasan porque pasan y uno debe vivir la experiencia por sus ojos y sus relatos.
A primeros de siglo, los barcos eran varados en el Postiguet por bueyes y mulas. Postal de marineros sacando el copo (AMA)
Gentes sencillas y honestas, nuestros marineros han sido, desde siempre, los desheredados del progreso.
Sin apenas estudios, se embarcaban cuando dejaban la escuela, y se endurecían en la mar.
Allí, aprendieron el mundo de las estrellas y la dirección de los vientos, muy atentos siempre al levante, fuerte y peligroso, pero también el más necesario para navegar a vela.
Aprendieron, sobre todo, que la mar no conoce a nadie.
Surcaron las aguas de un Mediterráneo de culturas y civilizaciones milenarias y de míticos viajeros, donde sus antiguos pobladores ofrecían sacrificios al mar.
Los marineros del Raval Roig colgaban sus exvotos en los muros e la Ermita de la Virgen del Socorro.
Navegando, siempre se producían en ellos emociones encontradas: el miedo ante un mar invadido de incógnitas y la fascinación ante la belleza de un espectáculo único.
Astilleros junto al Tiro de Pichón. Alicante ha contado con prestigiosos constructores de barcos (Eugenio Bañón, AMA)
Desde las playas de El Campello, Postiguet o el Trancho (hoy plaza de Gabriel Miró), los legendarios llaüts (embarcación de unos 10-12 metros de eslora, de un solo palo mayor y vela latina), se dirigían, desde principios de siglo, hacia los caladeros vírgenes del africano Larache. Cuando conseguían buenas capturas (bonito, atún, caballa, calamar) había que navegar velozmente para llegar pronto a puerto y vender el pescado al mejor precio, antes de que se pudriera.
En ello les iba el jornal de cada día.
En otro tiempo, era una hermosa estampa los numerosos barcos amarrados en el muelle de la Explanada para aprovisionarse de víveres, sal, tabaco y anís en la Tienda de la Sal, entonces en la calle de San Fernando.
Es sabido que la situación natural de nuestras aguas no era favorable para la riqueza ictiológica. Sin embargo, alberga especies de calidad. En mayor abundancia, se capturaba sardina, boquerón, caballa, jurel, bacaladilla, calamar y sepia.
También, las exquisitas pescadilla, dentón, pez espada, dorada, salmonete, rape, pagel...y, especialmente el llamado peix de roca, insustituible para preparar un buen fondo con el que cocinar un sabroso arroz marinero.
Las gambas, cigalas y langostas, son casi leyenda pues es muy escasa su captura.
Hay que destacar igualmente la pesca de los túnidos en las almadrabas que había en nuestras costas: la cala del Charco, cabo de las Huertas, Aguamarga y en la isla de Tabarca, la última en desaparecer en 1960, que permitía continuar con la artesanal y remota cultura de las salazones. La mojama, con los lomos del atún; las huevas de atún, mujol, bonito y corvina, sin olvidar el atún de ijada (de sorra) y el de tronco, manjares muy alicantinos e imprescindibles en un buen almorsaret.
Nuestros pescadores también han dominado el arte de salar el pescado.
Marineros en el retejer de las redes. La Vila, Santa Pola y Callosa del Segura, has destacado por su fabricación
El incesante faenar de la numerosa flota pesquera, las capturas sin límite, la sobreexplotación sin reglas, unido todo ello a la contaminación de nuestras aguas por el vertido de residuos tóxicos, produce el agotamiento de los bancos y caladeros de nuestra costa.Ya generada la crisis en el sector, Alicante y El Campello contaban, en 1970, con 123 barcos y 1257 tripulantes y las capturas sumaban 10.539 Tm.
Hasta esa década, no había una política clara y vigilada de conservación y gestión de los hábitats marinos y su necesaria regeneración. En muchos casos, las normas proteccionistas, junto a la vejez de la flota, significaban el desguace de embarcaciones y el despido de gentes dedicadas de siempre a la pesca y que, por su escasa formación, tenían muy difícil el acceder a otros trabajos. Los barcos que sobrevivieron, pusieron proa a zonas más remotas: los bancos pesqueros canario, sahariano, mauritano, senegalés y marroquí para faenar en condiciones muy duras y tensas, pues, con alguna frecuencia, eran apresados y vejados por la práctica de artes de pesca ilegales, no respetar los paros biológicos o la ausencia de acuerdos entre los gobiernos.
Nuestros pescadores, sin duda, eran los menos culpables.
Llaut a vela en el Puerto de Alicante a primeros de siglo. Postal editada por el Bazar Arca de Noé, BGM
Llegada de la pesca al Puerto de Alicante. A la subasta y a cobrar el jornal. Años 30. (Roisin, BGM)
Jornadas de buenas capturas. Los caladeros de nuestras costas aun no habían sido esquilmados. 1920. (Roisin, BGM)
info: Carlos Mateo.
Memoria Gráfica de Alicante y Comarca.
Diario Información