Penáguila conserva una historia de viejos esplendores: callejuelas estrechas, las ruinas de un altivo castillo, lienzos de murallas y, en uno de los barrancos preferidos del caudillo moro Al-Azraq, un precioso jardín neoclásico de mediados del siglo XIX.

El Jardín de Santos, está integrado en una finca de recreo adquirida por el Ayuntamiento en 1987.
Se encuentra al noroeste del casco urbano y se llega hasta él por un paseo situado en el margen derecho del barranco Aladrach (apodo de Al Azraq), o desde un desvío de la carretera comarcal CV-3313 siguiendo una pista rural.
Se encuentra al noroeste del casco urbano y se llega hasta él por un paseo situado en el margen derecho del barranco Aladrach (apodo de Al Azraq), o desde un desvío de la carretera comarcal CV-3313 siguiendo una pista rural.

El perímetro de este parque botánico está prácticamente cerrado por un muro.
Desde la entrada principal, su estructura se apoya mediante un eje en la avenida principal y finaliza en el invernadero, del que veremos algunos ejemplares de plantas al final del artículo.
Desde la entrada principal, su estructura se apoya mediante un eje en la avenida principal y finaliza en el invernadero, del que veremos algunos ejemplares de plantas al final del artículo.
Allí cuelgan perpendicularmente el pabellón de recreo, y un corredor que lleva a otros espacios dispuestos en un plano inferior: el estanque, el laberinto, los parterres del mirador, la pajarera, el bosque y la gruta, una pequeña cueva con estalactitas y estalagmitas artificiales.



El Botánico está salpicado de balsas, surtidores, románticas pajareras, fuentes y esculturas de Venus.
Abrazan la casona de la finca hermosos ejemplares de pinsapo, tejo, magnolio, boj, cedro del Líbano, palmeras, plantas carnívoras, arbustos y flores de los cinco continentes, setos de tejo y cipréses formando intrincados laberintos.
Y no nos tenemos que olvidar del gran cedro que preside el camino flanqueado de cipreses que conduce a la casa del creador del jardín, Joaquín Rico,un terrateniente de Penáguila que quiso manifestar de este modo su amor por la naturaleza.
Abrazan la casona de la finca hermosos ejemplares de pinsapo, tejo, magnolio, boj, cedro del Líbano, palmeras, plantas carnívoras, arbustos y flores de los cinco continentes, setos de tejo y cipréses formando intrincados laberintos.
Y no nos tenemos que olvidar del gran cedro que preside el camino flanqueado de cipreses que conduce a la casa del creador del jardín, Joaquín Rico,un terrateniente de Penáguila que quiso manifestar de este modo su amor por la naturaleza.


Su laberinto, a la vez la mayor atracción del Jardín y su elemento lúdico más importante, así lo demuestra.Tiene un simbolismo muy característico para los pueblos del mediterráneo, que acompañaban a las naves de los traficantes de metales que faenaban por las costas de éste histórico mar. Este ornato palaciego, tuvo su máxima importancia y esplendor en el equipamiento del Jardín de Creta, propiedad según la leyenda, del Rey de Minos, que encerraba al animal mitológico denominado Minotauro, monstruo con cuerpo humano y cabeza de toro. Como todos sabemos, al darle muerte Teseo, consiguió ahorrar a su pueblo el cruel tributo que había que satisfacerle anualmente al Minotauro, consistente en 7 muchachos y 7 doncellas.


Pero el laberinto del Jardín de Santos no es la infraestructura más relevante de éste paraje romántico de Penáguila, que consta también con hermosos componentes naturales habituales en éste tipo de instalaciones: árboles seculares, plantas hornamentales, arbustos de la zona, maravillosos parterres, espléndidos conjuntos rocosos, y cuevas mitológicas cargadas de evocaciones.
Todo ello, evocador de los delicados enclaves naturistas de nuestra provincia, que tanto aprecio teníamos en el siglo XIX. No en vano, la última propietaria de ésta obra de arte era una sensible y popular literata que se desplazaba en coche de caballos desde la plaza de Penáguila al Jardín, circulando con ello a través de un grato bosquecillo que arropa al recinto.


El Jardín se ha mantenido en pie gracias a la tenacidad del alcalde de la ciudad, que ha aportado no sólo su buen gusto y los magros fondos municipales, sino también su propio esfuerzo físico.

Jardines y más jardines.... Cuando el tiempo se detuvo

