03 agosto 2007

CRONICA DE LOS ULTIMOS DÍAS (II): UNA CIUDAD FANTASMAL

CRÓNICA DE LOS ÚLTIMOS DÍAS (I): LAS LISTAS
Sólo ahora, cuando superada la desilusión inicial, abandonamos los muelles a pie, advertimos por doquier las huellas inequívocas dejadas por los frecuentes bombardeos.
Tinglados y almacenes del puerto aparecen medio destruidos, con grandes boquetes en muros y techumbres; en el suelo, enormes embudos causados por las bombas, rellenados de prisa y de cualquier manera: de varias de las grúas no quedan, más que montones uniformes de hierros retorcidos; aparte del barco cuyos mástiles sobresalen de las aguas de la dársena interior, hay otras varias embarcaciones de menor tonelaje hundidas.
Aquí y allá, apilados en forma desordenada, distinguimos grandes montones de sacos; algunos están rotos, reventados in duda por el peso de los colocados encima, derramando las lentejas que contenían. Debe ser parte de la carga traída por algún buque en los últimos días, que no ha habido tiempo de retirar de los muelles.
El contiguo paseo de los Mártires ofrece un aspecto impresionante y dramático. Faltan muchas de las palmeras que en toda época son su mejor ornato. De algunas sólo queda una parte del tronco; otras, arrancadas de cuajo por la onda explosiva, muestran sus raíces al aire.
Varios de los edificios que hacen frente a las aguas del puerto están convertidos en escombros; otros han sufrido enormes desperfectos y ninguno conserva intactos sus cristales.
Con todo, la más penosa impresión que nos causan es la sensación de estar todas las casas totalmente deshabitadas, como si los alicantinos, durante los años de guerra, se hubiesen alejado todo lo posible del mar, por donde podía llegarles (y en tantas ocasiones les llegaron) bombas, obuses y muerte.
Con marcado escepticismo inscribimos nuestros nombres en los correspondientes listas de embarque y conversamos luego con algunos miembros de los diversos comités locales, regionales o nacionales, que nos cuentan lo que todavía no sabemos.
Parece ser que en el tiempo transcurrido desde su llegada a Alicante, los militantes más significados de los diferentes partidos y organizaciones han trabajado de prisa y bien. Llegados a las seis y media o las siete de la mañana, se encontraron con el puerto vació y la ciudad abandonada. No había más que un destacamento militar en el castillo de Santa Bárbara y algunos grupos de guardias y carabineros faltos de jefes y sin saber a qué atenerse.
Constituyen en el acto una especie de Junta, integrada por representantes de todas las organizaciones, que ha de cumplir con urgencia un triple misión: encuadrar, controlar y dirigir a los militantes de cada tendencia, formando con sus nombres las correspondientes listas de embarque; atender a las funciones de vigilancia y defensa de la población con las fuerzas militares de que se pudiera disponer y establecer contacto telefónico con el Consejo Nacional de Defensa, que continúa en Valencia y con los elementos de la Comisión Internacional, que se han trasladado a Alicante para conocer con exactitud las posibilidades reales y efectivas de evacuación.
Aunque todo fue improvisado porque nadie había pensado siquiera en la situación que nos encontramos al llegar, tras la marcha del “Marítima”, las cosas van mejor de lo esperado y las perspectivas, sin tener nada de agradables, no son totalmente desesperadas.
No tenemos nada que hacer hasta que lleguen los barcos prometidos y anunciados. Deambulamos por las calles de la parte baja de la ciudad, saludando a conocidos y amigos que a veces llevamos años enteros sin ver. Las carreteras de Valencia, Albacete y Murcia vuelcan sobre Alicante una ininterrumpida oleada de fugitivos. Todos vienen con idéntica esperanza y a todos inquieta y desazona ver el puerto sin la sombra de un barco.
Más numerosos aún que los soldados que llegan directamente desde los frentes abandonados, son los campesinos. Vienen en camiones y coches abarrotados de maletas, baúles e incluso aperos. Algunos parecen haberse traido no sólo la familia entera, sino incluso los perros y los animales de labor. Con toda su animación forastera, Alicante sigue dándome impresión de una ciudad fantasmal, como una de aquellas “ghost town” del Oeste americano abandonada precipitadamente por que moradores apenas agotado el filón que le dio vida.
A veces tengo la sensación de que somos nosotros los únicos seres vivos en ella, por lo menos en la parte más cercana al puerto.
Van transcurriendo las horas y las noticias respecto a los barcos de evacuación son alentadoras. La Comisión Internacional afirma que están ya cerca de la costa y que entrarán en el puerto apenas oscurezca. Lo mismo aseguran desde el castillo, de donde bajan para comunicarnos que por radio han establecido contacto con los dos buques.
-Uno podrá estar aquí a la nueve o a las diez, el otro llegará a la madrugada.
Al atardecer ya, cuando muchos han marchado al puerto para esperar los barcos, se presenta en Alicante David Antona.
Nombrado hace meses gobernador civil de Ciudad Real, ha permanecido en su puesto hasta mediada la mañana.
Salimos de milagro. La primera noticia de la llegada de los fascistas la tuvimos cuando los moros andaban por las calles. Todavía no sé cómo no nos atraparon a todos.
---continuará----
INFO: "El Año de la Victoria". Editorial Gregorio del Toro. 1974
FOTOS:
Memoria Republicana

 
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