Nuestro nuevo amigo, Jose Luis Luri Prieto, nos ha enviado un interesante artículo personal sobre la "Venta La Chata".
Todos los miembros de "Alicante en el Recuerdo" estamos encantados con el ofrecimiento... ¡y esperamos que sea la primera de sus muchas colaboraciones con nosotros!
En nombre de todos los que hacemos posible esta web (y de todos los fieles que nos visitan a diario): ¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!
Hasta hace apenas unas pocas décadas, muchos alicantinos huérfanos de autopista, encontraron lugar para hacer un alto en el camino en esta popular venta, situada entre las poblaciones de Calpe y Benissa.
¡Qué interminables y tortuosos se hacían los viajes de entonces!
El circular en automóvil era una concesión al tiempo que no siempre resultaba placentero: piénsese, por ejemplo, el trayecto de Alicante a Valencia por la estrecha carretera general (no había otra), de camión en camión y de pueblo en pueblo, gaseados los viajeros, sin aire acondicionado para aliviar el trámite y a 100 kms/hora de velocidad punta...
Pero bueno, con paciencia franciscana se llegaba; sí, se llegaba.
Imagínese el lector los dolores y fatigas que llegarían a sufrirse en un pasado algo más remoto… El familiar letrero de la venta al borde del camino, invitaría siempre al descanso, al refresco, a la suculenta comida casera, o a una apresurada visita al excusado. Detrás de un nombre siempre hay una historia, y por ello vamos a contarla.
El día 21 de Diciembre de 1867 se iniciarían las obras de la carretera de Alicante a Silla a su paso por Calpe hacia Benissa.
El nuevo trazado del principal vial tendría una repercusión decisiva en la vida de la sociedad del momento al verse reparados y acondicionados los antiguos caminos de herradura en permanente estado de deterioro, circunstancia que había martirizado la existencia cotidiana de sus transeúntes.
La Venta de la Chata abrió sus puertas como establecimiento hospedero al rehabilitarse durante la primera mitad del siglo XIX el antiguo camino según lo conocemos por su trazado actual. Originariamente debió tratarse la venta de una sencilla casa de campo destinada por sus propietarios a las labores agrícolas, enclavada según la nomenclatura de la época en el cuartel del este del término calpino. La posición estratégica tras la apertura del vial propiciaría su conversión en parada de postas y posada de viajeros, conservando hasta el día de hoy la extensa tradición familiar de carácter hostelero.
El día 2 de Enero de 1880, a los 76 años de edad, fallecía en Benissa Josefa Femenía Estrada, conocida popularmente como tía “Chata”. Pepica había casado con Francisco Cabrera Peris quien sobrevivió a su esposa falleciendo cinco años más tarde, concretamente el 16 de Julio de 1885 a consecuencia, según el parte médico, de un catarro bronquial. El tío Quico, el “Chato”, contaba 83 años de edad.
¡Qué interminables y tortuosos se hacían los viajes de entonces!
El circular en automóvil era una concesión al tiempo que no siempre resultaba placentero: piénsese, por ejemplo, el trayecto de Alicante a Valencia por la estrecha carretera general (no había otra), de camión en camión y de pueblo en pueblo, gaseados los viajeros, sin aire acondicionado para aliviar el trámite y a 100 kms/hora de velocidad punta...
Pero bueno, con paciencia franciscana se llegaba; sí, se llegaba.
Imagínese el lector los dolores y fatigas que llegarían a sufrirse en un pasado algo más remoto… El familiar letrero de la venta al borde del camino, invitaría siempre al descanso, al refresco, a la suculenta comida casera, o a una apresurada visita al excusado. Detrás de un nombre siempre hay una historia, y por ello vamos a contarla.
El día 21 de Diciembre de 1867 se iniciarían las obras de la carretera de Alicante a Silla a su paso por Calpe hacia Benissa.
El nuevo trazado del principal vial tendría una repercusión decisiva en la vida de la sociedad del momento al verse reparados y acondicionados los antiguos caminos de herradura en permanente estado de deterioro, circunstancia que había martirizado la existencia cotidiana de sus transeúntes.
La Venta de la Chata abrió sus puertas como establecimiento hospedero al rehabilitarse durante la primera mitad del siglo XIX el antiguo camino según lo conocemos por su trazado actual. Originariamente debió tratarse la venta de una sencilla casa de campo destinada por sus propietarios a las labores agrícolas, enclavada según la nomenclatura de la época en el cuartel del este del término calpino. La posición estratégica tras la apertura del vial propiciaría su conversión en parada de postas y posada de viajeros, conservando hasta el día de hoy la extensa tradición familiar de carácter hostelero.
El día 2 de Enero de 1880, a los 76 años de edad, fallecía en Benissa Josefa Femenía Estrada, conocida popularmente como tía “Chata”. Pepica había casado con Francisco Cabrera Peris quien sobrevivió a su esposa falleciendo cinco años más tarde, concretamente el 16 de Julio de 1885 a consecuencia, según el parte médico, de un catarro bronquial. El tío Quico, el “Chato”, contaba 83 años de edad.
El mismo año que moría la tía, el servicio de viajeros y correos que se detenía en la venta, pasó a prestarse por una compañía de diligencias que partían desde Ondara con dirección a Alicante. Las protestas de los usuarios eran continuas por la falta de puntualidad del horario de servicio, y la gran polvareda levantada por las condiciones del servicio, y estado de las tartanas que en muchos casos adolecían de cristales. El accidentado paso del Collado de Calpe, junto al Mascarat, obligaba a abandonar el carruaje pues debido a los numerosos accidentes, la subida y bajada del puerto debía de realizarse con el pasaje a pie; esto no da idea de lo accidentado y penoso del trayecto.
En este mismo año se realizaron las obras de habilitación de un camino interino para salvar la dura ruta del Mascarat, aunque, las circunstancias no mejorarían hasta 1885, en que fue construido el puente y los túneles del impresionante estrecho. Un año más tarde el puente sería derrumbado por una fuerte avalancha de aguas motivada por un gran temporal.
Miguel Cabrera Femenía, nacido en 1841 del matrimonio de Francisco y Josefa se hizo cargo del negocio familiar, explotando el negocio como Venta de Cabrera, según aparece en el Plano de Coello, publicado en 1859. Miguel casó con Josefa Bañuls Bertomeu «del Pí», emparentada con los Bañuls de la Cometa. Francisco Cabrera Bañuls, nieto de los dueños originarios, mantuvo la venta en uso durante todo el primer tercio del siglo XX, simultaneando su dedicación con las labores propias del campo, ya que el establecimiento se encontraba edificado sobre un trozo de tierra arbolada de unas quince hanegadas.
A pesar de la falta de antecedentes documentales, incluso de origen familiar por tradición oral, podemos imaginar por las imponentes portaladas que aún se conservan, que la Venta debió de tener su importancia, estando acondicionada para albergar carros y tartanas de cierta envergadura. Sabemos que fue parada de postas, depósito de correos, y que tras sucesivas reformas y ampliaciones mejoró sus servicios para acomodarse a los nuevos tiempos. Originariamente ofrecería calor de hogar y refrigerio para transeúntes, pues sus alcobas serían contadas, sus dimensiones exiguas, y el trato sería el familiar propio de un establecimiento dispuesto para un limitado número de huéspedes.
Durante su larga vida, sería lugar de cita para el veterinario, el herrador y el maestro de aixa, profesiones ligadas a la vida propia de un albergue sometido al trasiego de viajeros, carruajes y caballerías.
En 1905 el servicio no había mejorado en demasía, y era cubierto por la empresa de coches diligencia del Vergel, que prestaba comunicación hasta la capital alicantina. Las quejas eran constantes en cuanto al precio del pasaje, rapidez y calidad de los vehículos. Pequeños empresarios de Benissa, y Altea se combinaron para ofrecer una prestación alternativa a lo que la compañía del Vergel respondió con fuertes reducciones en los precios. Eliminada la competencia de pasajes fueron debidamente incrementados. El horario de las diligencias provocaba continuas molestias y gastos a los viajeros pues las interminables paradas del trayecto extendían la duración del mismo, de Calpe a Alicante, a más de 12 horas. El precio del billete excedía las 4 pesetas.
Hasta la instalación del tren de la Marina en 1915, el transporte de la correspondencia lo realizaba la diligencia, que pasaba por la venta sobre las tres de la madrugada, en dirección a Alicante procedente de Vergel, hasta cuya localidad habían sido transportados correo y pasajeros por el tren Valencia- Denia. A las doce de la mañana pasaba otra diligencia en sentido contrario. El encargado de recoger y llevar la saca de la correspondencia de Calpe subía para tal fin- andando- a dicho lugar con su bolsa de cuero y una "media de veinte cartas diarias".
Hoy el establecimiento continúa abierto al público, dirigido por los descendientes directos de los dueños originales. Su jardín romántico y sus entrañables y añosas salas, siguen siendo retiro acogedor para el solaz de espíritu. La centenaria venta de la Chata ha sido testigo mudo durante algo menos de dos siglos del trasiego incesante del camino. Y en este punto de conexión entre la larga vía que transcurre y pasa, y la todavía blanca fachada que sienta y permanece, se disparan hoy, virtualmente, las incontables y eternas imágenes de sucesos olvidados y personas desaparecidas. Ese camino que antaño fuera angosto y polvoriento, es en la actualidad una importante y moderna arteria plena de velocidad y ruido.
A muchos nos sobrevivirá si no a todos, al amparo del propio camino que la vio nacer y que dio sentido a su existencia.
José Luís Luri Prieto
Alicante
Hotel La Venta
Miguel Cabrera Femenía, nacido en 1841 del matrimonio de Francisco y Josefa se hizo cargo del negocio familiar, explotando el negocio como Venta de Cabrera, según aparece en el Plano de Coello, publicado en 1859. Miguel casó con Josefa Bañuls Bertomeu «del Pí», emparentada con los Bañuls de la Cometa. Francisco Cabrera Bañuls, nieto de los dueños originarios, mantuvo la venta en uso durante todo el primer tercio del siglo XX, simultaneando su dedicación con las labores propias del campo, ya que el establecimiento se encontraba edificado sobre un trozo de tierra arbolada de unas quince hanegadas.
A pesar de la falta de antecedentes documentales, incluso de origen familiar por tradición oral, podemos imaginar por las imponentes portaladas que aún se conservan, que la Venta debió de tener su importancia, estando acondicionada para albergar carros y tartanas de cierta envergadura. Sabemos que fue parada de postas, depósito de correos, y que tras sucesivas reformas y ampliaciones mejoró sus servicios para acomodarse a los nuevos tiempos. Originariamente ofrecería calor de hogar y refrigerio para transeúntes, pues sus alcobas serían contadas, sus dimensiones exiguas, y el trato sería el familiar propio de un establecimiento dispuesto para un limitado número de huéspedes.
Durante su larga vida, sería lugar de cita para el veterinario, el herrador y el maestro de aixa, profesiones ligadas a la vida propia de un albergue sometido al trasiego de viajeros, carruajes y caballerías.
En 1905 el servicio no había mejorado en demasía, y era cubierto por la empresa de coches diligencia del Vergel, que prestaba comunicación hasta la capital alicantina. Las quejas eran constantes en cuanto al precio del pasaje, rapidez y calidad de los vehículos. Pequeños empresarios de Benissa, y Altea se combinaron para ofrecer una prestación alternativa a lo que la compañía del Vergel respondió con fuertes reducciones en los precios. Eliminada la competencia de pasajes fueron debidamente incrementados. El horario de las diligencias provocaba continuas molestias y gastos a los viajeros pues las interminables paradas del trayecto extendían la duración del mismo, de Calpe a Alicante, a más de 12 horas. El precio del billete excedía las 4 pesetas.
Hasta la instalación del tren de la Marina en 1915, el transporte de la correspondencia lo realizaba la diligencia, que pasaba por la venta sobre las tres de la madrugada, en dirección a Alicante procedente de Vergel, hasta cuya localidad habían sido transportados correo y pasajeros por el tren Valencia- Denia. A las doce de la mañana pasaba otra diligencia en sentido contrario. El encargado de recoger y llevar la saca de la correspondencia de Calpe subía para tal fin- andando- a dicho lugar con su bolsa de cuero y una "media de veinte cartas diarias".
Hoy el establecimiento continúa abierto al público, dirigido por los descendientes directos de los dueños originales. Su jardín romántico y sus entrañables y añosas salas, siguen siendo retiro acogedor para el solaz de espíritu. La centenaria venta de la Chata ha sido testigo mudo durante algo menos de dos siglos del trasiego incesante del camino. Y en este punto de conexión entre la larga vía que transcurre y pasa, y la todavía blanca fachada que sienta y permanece, se disparan hoy, virtualmente, las incontables y eternas imágenes de sucesos olvidados y personas desaparecidas. Ese camino que antaño fuera angosto y polvoriento, es en la actualidad una importante y moderna arteria plena de velocidad y ruido.
A muchos nos sobrevivirá si no a todos, al amparo del propio camino que la vio nacer y que dio sentido a su existencia.
José Luís Luri Prieto
Alicante
Hotel La Venta