Mi abuelo era un contador de historias y en las tardes de julio , sentado a la fresca sobre su silla de enea pintada de recuerdos de azul, su chuano recompuesto y zurcido, su boina calada, inseparable, unida a él irremediablemente como el humo del ideales sin boquilla, me contaba , cada tarde una historia mientras, boquiabierto y sentado sobre el bordillo de la casa de la calle San Rafael , esperaba un fin, una moraleja, una mirada perdida del abuelo , dando por acabado el relato.
No sabía leer más que lo justo pero sabía firmar su nombre y no le engañaban en las cuentas, tenía una memoria prodigiosa y un don de palabra embriagador. Guardaba en sí conocimientos increíbles del mundo que se extendía más allá de Santa Cruz.
A él le oí contar cómo Erastóstenes hablando con el capitán del barco que le llevaba a Egipto calló en la cuenta de que la sombra del mástil marcaba un ángulo que le permitió trazar, por primera vez, los meridianos terrestres. Ya ves, chaval, un palo y su sombra casi cambian el mundo.
Mi abuelo llamaba compañero a sus amigos y a alguno de ellos los saludaba con el puño en alto, después, espetaba una humareda y volvía al relato.
Una de aquellas tardes me encontró con un tirachinas enfundado en el cinturón del pantalón corto a la espera de que el gorrión posara sobre el aljibe, acechante, silencioso y temiblemente armado.
-Pareix el barbut
Antes, chaval, los bandoleros eran gente de bien aunque iban por libre, ¿entiendes?, la ley escrita no era su ley, aunque, la verdad, había de todo pero por lo general eran gente que ayudaba a los más pobres, ahí tienes a Luis Candelas, menudo era, José María “el Tempranillo” , Diego Corriente, el Serrallonga y, por supuesto, Jaume El Barbut.
Jaime José Cayetano Alfonso, más conocido como “El Barbudo” nació en Crevillente el 27 de Octubre de 1.783, hijo de Jaime Alfonso Juan y de Maria Antonia Juan Carrillo. En cuanto aprendió a defenderse sólo y a lanzar pedradas para mantener el rebaño en orden su padre lo puso a pastorear por las montañas de la zona. No había risco, carrascal, cueva, o rincón de esas gargantas de la montaña que Jaime no conociera; alguna vez perdió alguna de las ovejas por los ataques de los lobos pero alguno de ellos también calló bajo la certera pedrada.
Cuando cumplió los veinticinco se hartó de ovejas y monte y se fue a trabajar a una finca de Catral donde se casó con Antonia Gracia Doncella y tuvieron dos hijos José María y Juana Alfonso.
Ya en el pueblo de Catral era famoso el bandido “El zurdo”, despiadado malhechor , robador sin prejuicios, gente de mal vivir al que seguía una recua de indeseables. Una de aquellas tardes El Zurdo intentó robar uvas en la finca donde Jaime trabajaba pero éste le opuso resistencia, viéndose el Zurdo difamado ante sus seguidores, intentó probar su valentía pero calló muerto de un trabucazo que Jaime , más rápido, le propinó en el pecho , directamente.
Aquí empezó la vida de Jaime como bandolero. Como empiezan las de todos o las de casi todos, por una injusticia.
Jaime se echó rápidamente al monte perseguido por los hombres del El Zurdo buscando venganza pero llegado un momento desistieron viendo que no había forma de seguir al Barbudo por aquellos terrenos de cabras.
Pensó entonces en entregarse a la justicia del alcalde de Carral que, de seguro, después de explicarle lo sucedido incluso le agradecería el hecho pero , estaba convencido de que en cuanto apareciera por el pueblo , los del zurdo acabarían con él de un navajazo en el vientre.
Con la anochecida volvió a hurtadillas al pueblo para recoger a sus hijos y a su esposa y ponerlos a salvo llevándolos a la vega de Orihuela donde su cuñada los acogió en su barraca . Sabedor de que en algún momento los del zurdo le descubrirían allí fue a refugiarse a la sierra de Abanilla.
Hay un paso tan corto como esta baldosa para pasar de ser un buen hombre a un bandolero. Y ese paso fue para Jaime el hambre y la desesperación.
Pero ya te digo yo que este Jaime, al que ya conocían como “El Barbudo” por su abandonado afeitar, sólo robaba a los que más tenían, luego, ya que era buena gente, no podían acaparar todo para sí y parte del botín lo repartía entre las gentes más humildes de las aldeas y los pueblos de la sierra. Su nombre entonces empezó a correr de boca en boca y fueron juntándose hombres que le seguían , dicen que llegó a tener una banda de hasta doscientos.
Hay quien dice que se puso de parte del absolutista Fernando VII pero yo creo que él sólo quería ganar los suficientes maravedíes para mantener su tropa. Fíjate que ya en 1821 se ofrecieron 30.000 reales de vellón por su captura, que para aquella época era una barbaridad, imagínate.
Yo , la verdad, creo que era un buen hombre que no tuvo más remedio que echarse al monte y hacer el trabajo sucio de muchos señoritingos, todo, por sacar reales.
Dicen que el Barón Taylor que fue ayudante de campo del General de Orsay en la Guerra de la Independencia, visitó esas tierras como comisario de la comedia francesa , y se encontró con el Barbudo, éste, a cambio de un precio razonable le dio su escolta y protección durante varios días y , cuando se despidieron, como recuerdo y como si de dos grandes generales se tratara, se intercambiaron sus armas. De esta forma, en la biblioteca del Barón Taylor en París, estuvo colgado durante años el trabuco de Jaime el Barbudo.
Como con todos estos bandoleros de leyenda, a Jaime se le atribuyeron fechorías que no cometió y nadie comentó hazañas que cometió a plena luz del día. Muchos lo habían visto en Lietor, cuando estaba en Cazorla, o bien en Carral, el caso es que en toda la costa mediterránea era conocido y respetado.
Alguien escribió un verso que , como si de la “Canción del pirata” de Espronceda se tratara decía así:
Con el puñal en el cinto
Y el trabuco naranjero,
Desafío al mundo entero
+y el poder del huracán.
Hijo soy de la Aventura
Y mi patria las montañas
Que en sus lóbregas entrañas,
Seguro asilo me dan.
Puesta a precio mi cabeza
Por el mundo se pregona,
Pero si el Rey me perdona,
Desprecio el perdón del Rey.
Que es mi dicha mi caballo
Y la presa el bien que adoro,
La libertad mi tesoro,
La independencia mi ley.
A Jaime el Barbudo le sobraban valentía e inteligencia, fuerza y astucia pero al mismo tiempo tan inocente como para ser engañado en Murcia.
Durante la guerra de la Independencia Jaime combate a los gabachos por tierras murcianas. Terminada la guerra vuelve a casa pero de nuevo es perseguido por tropelías que se le imputan falsamente. Con la proclamación del rey Fernando VII , el bandolero se convierte en un héroe. Pero una vez que ya no fue útil para nadie, lo engañaron y lo llevaron preso a Murcia.
En la plaza de Santo Domingo de Murcia se habían instalado dos cadalsos, uno para garrote y otro para la horca.
Si ya el garrote era considerado denigrante para el ajusticiado, la horca era lo destinado a la calaña y así, en la horca ajusticiaron el 15 de Julio de 1824 a Jaime el Barbudo.
Pero, como suele ocurrir con todo esto había que dar escarmiento al pueblo que había convertido a Jaime el Barbudo en héroe de forma que se descuartizó el cuerpo de Jaime en cinco partes para luego ser fritos , literalmente, para evitar que se descompusieran.
Cada una de las partes del cuerpo metidas en jaulas de hierro, fueron colgadas en postes bien visibles en los pueblos de la comarca.
Su cabeza, por ejemplo, fue expuesta para escarmiento público en la plaza del pueblo de Crebillente y una de sus manos se colocó en el puerto de la Mala Mujer, cerca de Hellín, en Sax un pié, también se llevaron a Fortuna, Jumilla y Abanilla (en el Rollo para escarnio de todos).
Y así, con el último humo del ideales, casi con la lumbre del cigarrillo en los labios, mi abuelo lo arrojaba al suelo y lo pisoteaba con la espardenya mientras casi al oído me decía, hoy, chaval, los bandoleros van en coche de motor , tienen sillones en los ayuntamientos, los llaman de don y en lugar de repartir, acaparan para sí. A esos si que habría que freirlos pero bien fritos.
No sabía leer más que lo justo pero sabía firmar su nombre y no le engañaban en las cuentas, tenía una memoria prodigiosa y un don de palabra embriagador. Guardaba en sí conocimientos increíbles del mundo que se extendía más allá de Santa Cruz.
A él le oí contar cómo Erastóstenes hablando con el capitán del barco que le llevaba a Egipto calló en la cuenta de que la sombra del mástil marcaba un ángulo que le permitió trazar, por primera vez, los meridianos terrestres. Ya ves, chaval, un palo y su sombra casi cambian el mundo.
Mi abuelo llamaba compañero a sus amigos y a alguno de ellos los saludaba con el puño en alto, después, espetaba una humareda y volvía al relato.
Una de aquellas tardes me encontró con un tirachinas enfundado en el cinturón del pantalón corto a la espera de que el gorrión posara sobre el aljibe, acechante, silencioso y temiblemente armado.
-Pareix el barbut
Antes, chaval, los bandoleros eran gente de bien aunque iban por libre, ¿entiendes?, la ley escrita no era su ley, aunque, la verdad, había de todo pero por lo general eran gente que ayudaba a los más pobres, ahí tienes a Luis Candelas, menudo era, José María “el Tempranillo” , Diego Corriente, el Serrallonga y, por supuesto, Jaume El Barbut.
Jaime José Cayetano Alfonso, más conocido como “El Barbudo” nació en Crevillente el 27 de Octubre de 1.783, hijo de Jaime Alfonso Juan y de Maria Antonia Juan Carrillo. En cuanto aprendió a defenderse sólo y a lanzar pedradas para mantener el rebaño en orden su padre lo puso a pastorear por las montañas de la zona. No había risco, carrascal, cueva, o rincón de esas gargantas de la montaña que Jaime no conociera; alguna vez perdió alguna de las ovejas por los ataques de los lobos pero alguno de ellos también calló bajo la certera pedrada.
Cuando cumplió los veinticinco se hartó de ovejas y monte y se fue a trabajar a una finca de Catral donde se casó con Antonia Gracia Doncella y tuvieron dos hijos José María y Juana Alfonso.
Ya en el pueblo de Catral era famoso el bandido “El zurdo”, despiadado malhechor , robador sin prejuicios, gente de mal vivir al que seguía una recua de indeseables. Una de aquellas tardes El Zurdo intentó robar uvas en la finca donde Jaime trabajaba pero éste le opuso resistencia, viéndose el Zurdo difamado ante sus seguidores, intentó probar su valentía pero calló muerto de un trabucazo que Jaime , más rápido, le propinó en el pecho , directamente.
Aquí empezó la vida de Jaime como bandolero. Como empiezan las de todos o las de casi todos, por una injusticia.
Jaime se echó rápidamente al monte perseguido por los hombres del El Zurdo buscando venganza pero llegado un momento desistieron viendo que no había forma de seguir al Barbudo por aquellos terrenos de cabras.
Pensó entonces en entregarse a la justicia del alcalde de Carral que, de seguro, después de explicarle lo sucedido incluso le agradecería el hecho pero , estaba convencido de que en cuanto apareciera por el pueblo , los del zurdo acabarían con él de un navajazo en el vientre.
Con la anochecida volvió a hurtadillas al pueblo para recoger a sus hijos y a su esposa y ponerlos a salvo llevándolos a la vega de Orihuela donde su cuñada los acogió en su barraca . Sabedor de que en algún momento los del zurdo le descubrirían allí fue a refugiarse a la sierra de Abanilla.
Hay un paso tan corto como esta baldosa para pasar de ser un buen hombre a un bandolero. Y ese paso fue para Jaime el hambre y la desesperación.
Pero ya te digo yo que este Jaime, al que ya conocían como “El Barbudo” por su abandonado afeitar, sólo robaba a los que más tenían, luego, ya que era buena gente, no podían acaparar todo para sí y parte del botín lo repartía entre las gentes más humildes de las aldeas y los pueblos de la sierra. Su nombre entonces empezó a correr de boca en boca y fueron juntándose hombres que le seguían , dicen que llegó a tener una banda de hasta doscientos.
Hay quien dice que se puso de parte del absolutista Fernando VII pero yo creo que él sólo quería ganar los suficientes maravedíes para mantener su tropa. Fíjate que ya en 1821 se ofrecieron 30.000 reales de vellón por su captura, que para aquella época era una barbaridad, imagínate.
Yo , la verdad, creo que era un buen hombre que no tuvo más remedio que echarse al monte y hacer el trabajo sucio de muchos señoritingos, todo, por sacar reales.
Dicen que el Barón Taylor que fue ayudante de campo del General de Orsay en la Guerra de la Independencia, visitó esas tierras como comisario de la comedia francesa , y se encontró con el Barbudo, éste, a cambio de un precio razonable le dio su escolta y protección durante varios días y , cuando se despidieron, como recuerdo y como si de dos grandes generales se tratara, se intercambiaron sus armas. De esta forma, en la biblioteca del Barón Taylor en París, estuvo colgado durante años el trabuco de Jaime el Barbudo.
Como con todos estos bandoleros de leyenda, a Jaime se le atribuyeron fechorías que no cometió y nadie comentó hazañas que cometió a plena luz del día. Muchos lo habían visto en Lietor, cuando estaba en Cazorla, o bien en Carral, el caso es que en toda la costa mediterránea era conocido y respetado.
Alguien escribió un verso que , como si de la “Canción del pirata” de Espronceda se tratara decía así:
Con el puñal en el cinto
Y el trabuco naranjero,
Desafío al mundo entero
+y el poder del huracán.
Hijo soy de la Aventura
Y mi patria las montañas
Que en sus lóbregas entrañas,
Seguro asilo me dan.
Puesta a precio mi cabeza
Por el mundo se pregona,
Pero si el Rey me perdona,
Desprecio el perdón del Rey.
Que es mi dicha mi caballo
Y la presa el bien que adoro,
La libertad mi tesoro,
La independencia mi ley.
A Jaime el Barbudo le sobraban valentía e inteligencia, fuerza y astucia pero al mismo tiempo tan inocente como para ser engañado en Murcia.
Durante la guerra de la Independencia Jaime combate a los gabachos por tierras murcianas. Terminada la guerra vuelve a casa pero de nuevo es perseguido por tropelías que se le imputan falsamente. Con la proclamación del rey Fernando VII , el bandolero se convierte en un héroe. Pero una vez que ya no fue útil para nadie, lo engañaron y lo llevaron preso a Murcia.
En la plaza de Santo Domingo de Murcia se habían instalado dos cadalsos, uno para garrote y otro para la horca.
Si ya el garrote era considerado denigrante para el ajusticiado, la horca era lo destinado a la calaña y así, en la horca ajusticiaron el 15 de Julio de 1824 a Jaime el Barbudo.
Pero, como suele ocurrir con todo esto había que dar escarmiento al pueblo que había convertido a Jaime el Barbudo en héroe de forma que se descuartizó el cuerpo de Jaime en cinco partes para luego ser fritos , literalmente, para evitar que se descompusieran.
Cada una de las partes del cuerpo metidas en jaulas de hierro, fueron colgadas en postes bien visibles en los pueblos de la comarca.
Su cabeza, por ejemplo, fue expuesta para escarmiento público en la plaza del pueblo de Crebillente y una de sus manos se colocó en el puerto de la Mala Mujer, cerca de Hellín, en Sax un pié, también se llevaron a Fortuna, Jumilla y Abanilla (en el Rollo para escarnio de todos).
Y así, con el último humo del ideales, casi con la lumbre del cigarrillo en los labios, mi abuelo lo arrojaba al suelo y lo pisoteaba con la espardenya mientras casi al oído me decía, hoy, chaval, los bandoleros van en coche de motor , tienen sillones en los ayuntamientos, los llaman de don y en lugar de repartir, acaparan para sí. A esos si que habría que freirlos pero bien fritos.