17 noviembre 2007

MARINA OLCINA: LA DIGNIDAD Y FIRMEZA DE UN COMPROMISO





En ocasiones, resulta muy complicado hacer un homenaje a ciertas personalidades. Cuando personas como Marina Olcina han hecho tantas y tan buenas cosas en su dilatada vida, las palabras que les atribuimos resultan vacías e inocuas. Sin embargo, nuestra obligación moral con ellas es intentarlo..., aún a riesgo de parecer irrelevantes y manidos.

Alicante Vivo no quería dejar pasar ni un día más sin hablar de Marina. Nuestra Marina. ¡Pasara lo que pasase con los resultados! Ella se lo merece.

Podríamos resumir la vida de Marina Olcina como una de las primeras concejalas en el Ayuntamiento de Alicante y comunista. Sin embargo, dicho resumen no sería del todo justo con ella, ya que ambas cosas eran mucho más complicadas en aquella época: ser una SEÑORA laboral activa y, para desesperación de algunos, comunista.

Tuve el placer de cruzar unas pocas palabras con esta sencilla, humilde y (en apariencia) frágil señora hace unas semanas, durante el homenaje que realizó la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica a las 300 víctimas del bombardeo fascista del Mercado Central.

Pronto comprendí por qué eran tan querida y respetada por todos los asistentes al acto.
Marina ha sido una de las alicantinas más precoces de la historia. Con sólo 15 años, se ganó el respeto y el orgullo de los hombres en una sociedad ultra-machista. Un orgullo que nunca le ha abandonado, ni siquiera en las tres ocasiones que permaneció entre rejas por defender sus ideales.

Corrían los años 30. La vida social y política de nuestro país cambió bruscamente: del esplendor de la II República se pasó al oscurantismo de la Guerra Civil en apenas cinco años. “Antes de la Guerra, con la República, se vivía muy bien. Mis padre tenían un bar en la Calle San Vicente. Entraron tres jóvenes y le pidieron a mi madre que sirviera refrescos con los colores de la bandera republicana. Y ella puso un vaso de fresa, otro de limón y otro de zarzamora”.

Sin embargo, las dulces historias de su infancia pronto se convirtieron en recuerdos amargos y tristes. “Estaba en Alicante cuando estalló la Guerra Civil. El 16 de Febrero [de 1936] se había creado el Frente Popular y no tardamos en abrir los ojos y ver lo que se nos avecinaba”.

Sin apenas tiempo para reaccionar, llegó el fatídico 18 de julio, cuando el ruido de sables ya había sido reemplazado abiertamente por el estruendo de los fusiles en el norte de Africa y muy pocos oficiales del ejército se mantuvieron leales a la República. “ Puede resultar paradójico, pero he tenido dos hijas y puedo decir que el momento más feliz de mi vida lo pasé durante la Guerra Civil”.

Marina recuerda el día que se reunió con Pepe Díaz, fundador del Partido Comunista Español: “Tenía 15 añitos y estuvo reunido conmigo mucho tiempo. Cuando terminó, me disculpé por hacerle perder 45 minutos de su tiempo. Pero él me contestó que no los había perdido. Y era verdad, ya que me moriré comunista”.

La Guerra le obligó a pasar tres ocasiones por el calabozo y a permanecer escondida por miedo a las represalias. Sin embargo, Marina encontró un punto de apoyo incalculable: el de sus camaradas. La mayor parte de ellos fueron hombres, aunque ella también ha querido reivindicar el papel de la mujer durante el conflicto. “En Alicante hubo mujeres milicianas; y una vecina me acusó a mí de serlo. Decía que yo llevaba mono y pistola. Y en mi vida he llevado una”.

Todo ello le hizo tomar una decisión dolorosa: dejar Alicante y marchar a Madrid. “Allí viví el final de la guerra y tuve que esconderme en casa de unos amigos socialistas durante 12 meses”.

Regresó a Alicante escondida con una manta en un camión de carga. Y después de 2 años se presentó a las autoridades. “Eso fue lo que me salvó la cabeza. Si me llegan a pillar antes, seguro que habría sido la segunda mujer fusilada en la ciudad”.

La inmortalidad es un derecho que ganan tan sólo unas pocas personas: aquellas cuya humanidad y sacrificio han ido dirigidos hacia mejorar la vida de los demás.
Marina se lo ha ganado con creces.

Cuando el 25 de Mayo de 1938 las bombas destrozaron el corazón de Alicante, ella aún no era concejal. Las bombas le pillaron en una finca cercana al aeródromo de Rabasa, donde recibía clases de formacion política. Sus amigas Josefa Ramos, Dolores Mira y las hermanas Enedina y Mercedes Alvarez sí sufrieron el bombardeo al vivir cerca de la Calle San Vicente..

Durante los días siguientes, la desesperación y el miedo hicieron mella en la población y mucha gente mando a su familia a los pueblos cercanos. Pero ellas volvían a dormir después del trabajo, llamandoles "la columna del miedo"
Después, fue atacado Rabasa y una de las bombas cayó cerca de la finca donde se formaba a los cuadros del Partido Comunista. Marina contaba que ella, a sus 17 ágiles años, llegó la primera al refugio, siendo "reprendida" por no dar ejemplo de calma y serenidad.

Durante su exilio en Argelia con su marido y hermano, dio clases de castellano, hasta que fue contratada por la Embajada Española como secretaria, ya que sabía taquigrafía y mecanografía. A pesar de que no podían hacerla funcionaria (dados sus antecedente políticos), la mantuvieron como secretaria particular.
Ahora tiene una calle cerca del Hospital de Sant Joan... Calle puesta por el gobierno municipal del PP, en la que no se hace referencia a su militancia comunista. ¿Olvido? ¿Irrelevancia? Ambas cosas son imperdonables para un Ayuntamiento democrático.
Su hermano, el constructor de hogueras Vicente Olcina, también tiene este año un homenaje póstumo muy especial. Fue colaborador junto a Daniel Bañuls en la construcción de la fuente de la Plaza de Los Luceros y dirigió con apenas 19 años el alzado de aquella hoguera (que se denominó La font del Saber), cuando Séneca se fundó con el nombre de Foguera del Carrer de Quiroga i de Pintor Lorenzo Casanova. Ahora, el constructor fogueril Jose Muñoz Fructuoso, la volverá a calcar siguiendo las técnicas originales. Para reproducir la foguera republicana, Fructuoso investigó minuciosamente los materiales de la época, «cuando no se usaba contrachapado, sino lienzos de tela y planos con tela metálica forrada con papel y engrudo». Vicente Olcina, que fabricó la hoguera de 1932, acabó detenido en la cárcel alicantina de Benalúa y murió en Argel.
Ambos han demostrado con su vivo ejemplo que se puede vivir con orgullo y dignidad sin olvidar nunca los ideales.
Sirvan pues, nuestras palabras, como el más sincero y humilde de los agradecimientos.
Siempre quedaremos personas dispuestas a no olvidar...
Siempre quedaremos personas dispuestas a dar las gracias...
De corazón, camarada.
info: DIARIO INFORMACIÓN

 
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