La provincia de Alicante vivió la Guerra Civil desde la retaguardia, pero los bombardeos aéreos fueron constantes. Alicante fue objeto de un acoso incesante de la aviación y de parte de la flota aliada, no sólo en la capital, también en Elche, Alcoy, Villena o Dénia.
El territorio alicantino quedó totalmente sembrado por el acero de los aviones franquistas y de los aliados italianos.
Ante esa realidad, la población se tuvo que proteger. Y lo hizo creando refugios antiaéreos (hubo más de 100 sólo en nuestra ciudad) y galerías subterráneas blindadas con hormigón armado para proteger a la población de las bombas.
Esta misma acción de retaguardia y de acoso desde el mar, «hizo que la costa se fortificara con líneas defensivas que surcaron todo el litoral, cadenas de búnkeres para el emplazamiento de maquinarias antiaéreas, de artillería pesada que hacía frente a las incursiones».
Una de las líneas más destacadas es la que se estableció en la bahía de Alicante, desde Santa Pola hasta San Juan. En esta zona del litoral han desaparecido gran parte de los búnkeres, con lo que se ha perdido una huella material muy importante para la historia. Pero todavía existen algunos casos ejemplares, como el de Petrer, donde recientemente se excavó un búnker que se ha convertido en museo, y como las defensas que existen en el Clot de Galvany.
Alicante sólo conserva un refugio, que está situado en el puerto, en la playa de Babel. Es el único que queda dentro de la ciudad y sería un gravísimo error destruirlo, ya que podría explotarse turística y educacionalmente.
Una guerra que rompió el devenir histórico de España y que tuvo una huella tan importante, merece que sus restos materiales se conserven, porque nos dan tanta información como los restos militares de otras épocas, como son los castillos.
Estas imágenes que adjunto pertenecen al Portichol, último cinturón de defensa compuesto por fortificaciones y búnkeres para artillería, dirigidos hacia el principal acceso a Alicante, la carretera de Madrid.
El territorio alicantino quedó totalmente sembrado por el acero de los aviones franquistas y de los aliados italianos.
Ante esa realidad, la población se tuvo que proteger. Y lo hizo creando refugios antiaéreos (hubo más de 100 sólo en nuestra ciudad) y galerías subterráneas blindadas con hormigón armado para proteger a la población de las bombas.
Esta misma acción de retaguardia y de acoso desde el mar, «hizo que la costa se fortificara con líneas defensivas que surcaron todo el litoral, cadenas de búnkeres para el emplazamiento de maquinarias antiaéreas, de artillería pesada que hacía frente a las incursiones».
Una de las líneas más destacadas es la que se estableció en la bahía de Alicante, desde Santa Pola hasta San Juan. En esta zona del litoral han desaparecido gran parte de los búnkeres, con lo que se ha perdido una huella material muy importante para la historia. Pero todavía existen algunos casos ejemplares, como el de Petrer, donde recientemente se excavó un búnker que se ha convertido en museo, y como las defensas que existen en el Clot de Galvany.
Alicante sólo conserva un refugio, que está situado en el puerto, en la playa de Babel. Es el único que queda dentro de la ciudad y sería un gravísimo error destruirlo, ya que podría explotarse turística y educacionalmente.
Una guerra que rompió el devenir histórico de España y que tuvo una huella tan importante, merece que sus restos materiales se conserven, porque nos dan tanta información como los restos militares de otras épocas, como son los castillos.
Estas imágenes que adjunto pertenecen al Portichol, último cinturón de defensa compuesto por fortificaciones y búnkeres para artillería, dirigidos hacia el principal acceso a Alicante, la carretera de Madrid.