En el año 1580, los 336 hectolitros de hora y media de duración en que había sido dividido el caudal del Río Monnegre llegaron a ser insuficientes para la agricultura alicantina.
Para remediar esta situación, la ciudad construyó a sus expensas un embalse entre los años 158 y 1594. Fue levantado en el término municipal de Tibi, entre los cerros del Mos del Bou y la Cresta.
Las obras siguieron el diseño elaborado por los arquitectos Jorge Fratin, Juan Bautista y Cristóbal Antonelli. La contrata del pantano fue adjudicada a los maestros Joan Torres, Gaspar Vicent y Gaspar Córdoba, quienes en 1594 habían alzado la pared hasta los 196 palmos. El coste total de la obra ascendió a 58.000 libras valencianas.
Por este motivo, la ciudad quedó fuertemente endeudad, otorgando Felipe II en 1596 el beneficio de los diezmos obtenidos de las tierras novales regadas con el agua del pantano.
Dicha construcción modificó radicalmente el sistema de riegos imperante hasta la fecha. Así, el caudal correspondiente al fluir natural del río siguió perteneciendo a los descendientes de los primitivos propietarios y pasó a denominarse “agua vieja”. El agua embalsada en el pantano fue igualmente fraccionada en 336 hectolitros de la Huerta a razón de un minuto por tahulla de tierra poseída.
Este agua era distribuída a la Huerta por medio de 11 acequias. Estas acequias atravesaban toda la Huerta y se regían por un estricto cómputo horario, controlado por relojes de arena.
A poco de finalizar las obras del pantano, la pared sufrió un desperfecto en el año 1601 que lo mantuvo inactivo durante 3 años, viéndose obligada la ciudad a afrontar un nuevo gasto de 30.000 ducados.
La presa funcionó con normalidad hasta 1697, fecha en que padeció una nueva rotura como consecuencia de un sabotaje que la dejó inservible durante más de 40 años.
Para remediar esta situación, la ciudad construyó a sus expensas un embalse entre los años 158 y 1594. Fue levantado en el término municipal de Tibi, entre los cerros del Mos del Bou y la Cresta.
Las obras siguieron el diseño elaborado por los arquitectos Jorge Fratin, Juan Bautista y Cristóbal Antonelli. La contrata del pantano fue adjudicada a los maestros Joan Torres, Gaspar Vicent y Gaspar Córdoba, quienes en 1594 habían alzado la pared hasta los 196 palmos. El coste total de la obra ascendió a 58.000 libras valencianas.
Por este motivo, la ciudad quedó fuertemente endeudad, otorgando Felipe II en 1596 el beneficio de los diezmos obtenidos de las tierras novales regadas con el agua del pantano.
Dicha construcción modificó radicalmente el sistema de riegos imperante hasta la fecha. Así, el caudal correspondiente al fluir natural del río siguió perteneciendo a los descendientes de los primitivos propietarios y pasó a denominarse “agua vieja”. El agua embalsada en el pantano fue igualmente fraccionada en 336 hectolitros de la Huerta a razón de un minuto por tahulla de tierra poseída.
Este agua era distribuída a la Huerta por medio de 11 acequias. Estas acequias atravesaban toda la Huerta y se regían por un estricto cómputo horario, controlado por relojes de arena.
A poco de finalizar las obras del pantano, la pared sufrió un desperfecto en el año 1601 que lo mantuvo inactivo durante 3 años, viéndose obligada la ciudad a afrontar un nuevo gasto de 30.000 ducados.
La presa funcionó con normalidad hasta 1697, fecha en que padeció una nueva rotura como consecuencia de un sabotaje que la dejó inservible durante más de 40 años.
El Pantano de Tibi, la presa europea más antigua en funcionamiento contribuyó a consolidar la producción agraria. Ésta alcanzó en algunos casos (la vid) rendimientos notables que pudieron ser comercializados directamente a través del puerto.
En la foto 1 vemos el grabado de la pared del pantano realizado por el famoso botánico Cavanilles.
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Tibi: Un pantano y un funeral
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