El Gobierno de la Monarquia la estableció en Alicante allá por el año 1801, aprovechando las excelentes comunicaciones de la ciudad con el exterior y con el resto de España.
Para ello, el obispo de la diócesis de Orihuela cedió parte de su antiguo palacio (la Casa de la Misericordia), situado en el barrio de San Antón, que terminó ocupándolo totalmente -excepto, como no, la iglesia-.
Los cigarros elaborados en Alicante eran de una calidad excelente, y contaron con una fuerte demanda en el mercado, por lo que la fábrica creció rapidamente. Más de 3000 operarias, la mayor parte mujeres de Alicante, Elche y Crevillente, trabajaban en ella, consiguiendo fuertes repercusiones económicas para las poblaciones de clase baja.
Aunque siempre se ha dicho que Alicante carece de una industria fuerte y poderosa, existieron establecimientos fabriles de importancia. Sin duda, la Fábrica de Tabacos era uno de ellos.
Pero en elprimer tercio del siglo XX, ocurrió algo que marcó nuestra vida social durante muchos años: debido a la resistencia de las trabajadoras a introducir maquinaria nueva (con la consiguiente merma de puestos de trabajo), se produjo un motín en 1908 que acabó con el incendio de varias máquinas de fabricar puros.
De 25.000 personas que tenía Alicante, 5.000 trabajaban en ella, y el resto, eran marchantes. Pudo haber desaparecido la ciudad con la muerte de todas las mujeres, pero se encomendó la tragedia a la Santa Faz y pudo conjurarse la amenaza; por ello, en el interior de la factoría hay un hermoso recuerdo a la intercesión de la Reliquia.
Sin embargo, como todo tiene su lado negativo, la compañía arrendataria procedió a la amortización de las bajas : de 6000 mujeres que trabajaban allí, la plantilla quedó reducida a menos de 1000.