Como ya sabréis, en el año 1918 la gripe fue terrible. Causó entonces trescientos cuarenta muertos. El veintitrés de septiembre de aquel año, en el pleno municipal, el edil Pérez Molina, ante los estragos que se presumían, presentó una moción en la que proponía que se tapasen las bocas de los sifones, que no se barriera si antes no se habían regado abundantemente las calles, que se prohibiese la entrada de cabras en la ciudad y que se trasladase el mercado provisional de abastos del paseo de Méndez Núñez (la Rambla) a otro punto de la población que «podía ser la calle de Alfonso el Sabio».
Pues bien, la epidemia de gripe a la que nos referimos afectó también gravemente a la isla de Tabarca.
Tal se desprende de un artículo de Enrique Cerdán Tato en la Gatera y de un informe que el decano del cuerpo facultativo de la Casa de Socorro redactó para el alcalde, con fecha dieciocho de septiembre de 1918.
"A raíz de la visita al Ayuntamiento de la ciudad de un grupo de tabarquinos, entre los que se encontraban el pedáneo y el maestro, Antonio Bono Luque que tuvo conocimiento de la agobiante situación en que se encontraban los vecinos de aquel barrio o partida rural, como indistintamente se la califica en los documentos de la época. Aquel grupo «demanda auxilios perentorios, toda vez que la casi totalidad de los habitantes de Tabarca se hallaban enfermos y que las defunciones se sucedían con frecuencia y sin que hubiera medios farmacológicos, para socorrerlos». Ciertamente, el estado de abandono e indefensión ya no podía ser más crítico.
De inmediato, el doctor Pascual Pérez Martínez, decano del cuerpo de beneficencia municipal, solicitó permiso a la Alcaldía para desplazarse a la isla, el día dieciséis del citado mes. A su regreso, Pascual Pérez escribió «A las diecisiete horas, llegaba yo a la isla; sin detenerme ni un segundo al saltar a tierra, empecé a visitar enfermos, comenzando por la primera morada del caserío. A las veintidós horas, llevaba vistos unos noventa enfermos de los cuales ha consignado setenta y cinco, en la relación que adjunto, por considerarlos dignos de anotar».
Ya en la ciudad, y siempre de acuerdo con su propia relación de los hechos, el doctor Pérez Martínez mantuvo una entrevista con el alcalde al que dio cuenta pormenorizada de lo que había podido apreciar en aquella visita de urgencia. A renglón seguido, el citado doctor propuso que el médico del distrito sexto, en el que se incluía Tabarca, se trasladara con la debida frecuencia a la isla para atender a los numerosos pacientes, víctimas de la gripe; y también que se nombrara, con carácter interino otro practicante, ya que el titular, don Manuel Aldeguer, se encontraba afectado por la enfermedad. Se nombró para ocupar el cargo provisionalmente a don Vicente Burló Parres, practicante honorario del cuerpo de la beneficencia municipal, con la dieta de doce pesetas y cincuenta céntimos, «durante los día que tuviese que permanecer en la isla, con la condición de no salir de ella y de secundar con celo y dar cumplimiento a cuanto dispusiera el médico». El nombramiento se comunicó al gobernador civil y presidente de la junta provincial de sanidad. El ayuntamiento envió medicinas y desinfectantes al «barrio insular», para la asistencia de los contagiados.
"A raíz de la visita al Ayuntamiento de la ciudad de un grupo de tabarquinos, entre los que se encontraban el pedáneo y el maestro, Antonio Bono Luque que tuvo conocimiento de la agobiante situación en que se encontraban los vecinos de aquel barrio o partida rural, como indistintamente se la califica en los documentos de la época. Aquel grupo «demanda auxilios perentorios, toda vez que la casi totalidad de los habitantes de Tabarca se hallaban enfermos y que las defunciones se sucedían con frecuencia y sin que hubiera medios farmacológicos, para socorrerlos». Ciertamente, el estado de abandono e indefensión ya no podía ser más crítico.
De inmediato, el doctor Pascual Pérez Martínez, decano del cuerpo de beneficencia municipal, solicitó permiso a la Alcaldía para desplazarse a la isla, el día dieciséis del citado mes. A su regreso, Pascual Pérez escribió «A las diecisiete horas, llegaba yo a la isla; sin detenerme ni un segundo al saltar a tierra, empecé a visitar enfermos, comenzando por la primera morada del caserío. A las veintidós horas, llevaba vistos unos noventa enfermos de los cuales ha consignado setenta y cinco, en la relación que adjunto, por considerarlos dignos de anotar».
Ya en la ciudad, y siempre de acuerdo con su propia relación de los hechos, el doctor Pérez Martínez mantuvo una entrevista con el alcalde al que dio cuenta pormenorizada de lo que había podido apreciar en aquella visita de urgencia. A renglón seguido, el citado doctor propuso que el médico del distrito sexto, en el que se incluía Tabarca, se trasladara con la debida frecuencia a la isla para atender a los numerosos pacientes, víctimas de la gripe; y también que se nombrara, con carácter interino otro practicante, ya que el titular, don Manuel Aldeguer, se encontraba afectado por la enfermedad. Se nombró para ocupar el cargo provisionalmente a don Vicente Burló Parres, practicante honorario del cuerpo de la beneficencia municipal, con la dieta de doce pesetas y cincuenta céntimos, «durante los día que tuviese que permanecer en la isla, con la condición de no salir de ella y de secundar con celo y dar cumplimiento a cuanto dispusiera el médico». El nombramiento se comunicó al gobernador civil y presidente de la junta provincial de sanidad. El ayuntamiento envió medicinas y desinfectantes al «barrio insular», para la asistencia de los contagiados.
Y yo me pregunto ahora, años más tarde:
¿A que os suena el Médico Pascual Perez?... aunque sea, al menos, por una calle en el centro de nuestra ciudad.