Hablar de la figura de Rafael Altamira no es una tarea fácil.
Humanista, jurista, historiador, pedagogo,crítico literario y escritor, de él se han hecho libros, charlas, documentales y estudios no sólo en España, sino en muchos países sudamericos.
Al retratar aspectos importantes de su vida, corremos el riesgo de dejar temas inconclusos, no citar otras facetas suyas importantes o centrarnos en datos carentes de entidad.
Pero, como he dicho al principio, Rafael es una figura tan importante y con una vida tan plena de trabajos y estudios, que por mucho que lo intentemos, siempre nos dejaremos cosas en el tintero.
Pedimos, pues, perdón por esos errores.
Sirvan mis palabras para rendir un homenaje a este investigador de temas americanos, teórico y renovador de la historiografía y de la jurisprudencia, cuyo privilegio radica (también) en tener ni más ni menos el nombre de la calle en el que se situa nuestro Ayuntamiento.
Nacido en nuestra ciudad en 1866, se traslada a Valencia para estudiar derecho. Se vincluló al círculo krausista formado por Francisco Giner de los Ríos, cuya aspiración fue conseguir un verdadero progresismo y la posibilidad de fundar una Iglesia desvinculada de la de Roma. Aunque impulsó y apoyó siempre la Institución Libre de Enseñanza, en la que trabajó como docente, tuvo siempre independencia de criterio respecto al Krausismo, en una orientación idelológica liberal-progresista. Promovió la educación popular y propugnó una pedagogía con fuerte sentido moral. En 1898 creó, junto con otros catedráticos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo, la Extensión Universitaria como área definida de la universidad con el propósito de difundir los conocimientos generados en esta institución a través de conferencias, cursos y otras actividades a aquellas clases sociales que no podían acceder a ellos, siguiendo el ejemplo de varias universidades inglesas que ya se había extendido a otros países europeos como Alemania y Bélgica. No contento con ello, dio ejemplo impartiendo cursos y conferencias en numerosas universidades españolas y extranjeras (Argentina, Perú, EE.UU., Francia, Inglaterra, etc.).
Al retratar aspectos importantes de su vida, corremos el riesgo de dejar temas inconclusos, no citar otras facetas suyas importantes o centrarnos en datos carentes de entidad.
Pero, como he dicho al principio, Rafael es una figura tan importante y con una vida tan plena de trabajos y estudios, que por mucho que lo intentemos, siempre nos dejaremos cosas en el tintero.
Pedimos, pues, perdón por esos errores.
Sirvan mis palabras para rendir un homenaje a este investigador de temas americanos, teórico y renovador de la historiografía y de la jurisprudencia, cuyo privilegio radica (también) en tener ni más ni menos el nombre de la calle en el que se situa nuestro Ayuntamiento.
Nacido en nuestra ciudad en 1866, se traslada a Valencia para estudiar derecho. Se vincluló al círculo krausista formado por Francisco Giner de los Ríos, cuya aspiración fue conseguir un verdadero progresismo y la posibilidad de fundar una Iglesia desvinculada de la de Roma. Aunque impulsó y apoyó siempre la Institución Libre de Enseñanza, en la que trabajó como docente, tuvo siempre independencia de criterio respecto al Krausismo, en una orientación idelológica liberal-progresista. Promovió la educación popular y propugnó una pedagogía con fuerte sentido moral. En 1898 creó, junto con otros catedráticos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo, la Extensión Universitaria como área definida de la universidad con el propósito de difundir los conocimientos generados en esta institución a través de conferencias, cursos y otras actividades a aquellas clases sociales que no podían acceder a ellos, siguiendo el ejemplo de varias universidades inglesas que ya se había extendido a otros países europeos como Alemania y Bélgica. No contento con ello, dio ejemplo impartiendo cursos y conferencias en numerosas universidades españolas y extranjeras (Argentina, Perú, EE.UU., Francia, Inglaterra, etc.).
Dirigió el periódico republicano "La Justicia", y la "Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispanoamericanas".
En el amanecer del siglo XX, realizó un viaje por casi toda Hispanoamérica de notable repercusión y que se encuentra relatado en su libro Mi viaje a América. A su regreso fue nombrado director general de Enseñanza Primaria. Hasta la llegada de la Primera Gran Guerra, también ostentó el cargo de profesor del Instituto Diplomático y Consular y ganó en 1914 la cátedra de Historia de las Instituciones Políticas y Civiles de América en la Universidad de Madrid.
En 1920 fue elegido miembro de la Comisión de Juristas y fue el encargado de redactar el anteproyecto del Tribunal Internacional de La Haya; en 1921 es nombrado uno de los nueve jueces primeros titulares del mismo, desde 1921 hasta 1940, en que deja funcionar el Tribunal; en 1922 se le nombra académico de la Real Academia de la Historia.
En 1929 empezó a preparar la edición de sus Obras completas en las que se incluían, además de las ya citadas, su "Historia de la civilización española", el "Epítome de historia de España", "Cuestiones modernas de historia", "De historia y arte", "Cuestiones obreras" y "Giner educador". Por desgracia. la guerra y el exilio le impidieron realizar el proyecto.
Fue propuesto para el premio Nobel de la paz en 1933 a raíz de sus esfuerzos por evitar el belicismo.
Infatigable a pesar de sus cerca de ochenta años, tras una odisea a través de la Francia ocupada por los alemanes, llegó a Estados Unidos de paso hacia México, donde estaban exiliadas sus dos hijas, Pilar y Nela. Durante la travesía marítima se fracturó la cadera. Repuesto, dictó cursos en el Colegio de México y en la Universidad Nacional Autónoma de México y participó en actividades del exilio republicano. En México completó trabajos ya iniciados años antes, como el Diccionario castellano de palabras jurídicas y técnicas tomadas de la legislación indiana y su estado y su Análisis de la recopilación de las Leyes de Indias de 1680. Allí también el Instituto Panamericano de Geografía e Historia le otorgó en 1947 su primer premio de Historia de América.
Rafael Altamira falleció en Mexico en 1951, dejando un legado que dura hasta nuestros días.
Fue el primero que penetró en la historiografía partiendo de su relación con la cultura y la historia de las ideas. Su obra se inscribe dentro del Regeneracionismo como continuadora de la de Joaquín Costa y sintió una gran influencia del evolucionismo y un gran interés por la ciencia experimental. Cultivó asiduamente el periodismo y la crítica literaria y dejó escritos más de setenta libros, entre ellos libros de narraciones, como sus Cuentos de amor y tristeza o su novela Reposo.
Fue el primero que penetró en la historiografía partiendo de su relación con la cultura y la historia de las ideas. Su obra se inscribe dentro del Regeneracionismo como continuadora de la de Joaquín Costa y sintió una gran influencia del evolucionismo y un gran interés por la ciencia experimental. Cultivó asiduamente el periodismo y la crítica literaria y dejó escritos más de setenta libros, entre ellos libros de narraciones, como sus Cuentos de amor y tristeza o su novela Reposo.