Figueras Pacheco es el ciego español más ilustre, quizás, de la edad contemporánea. De él escribió su paisano Gabriel Miró en 1909: "Dios hizo el espíritu de este hombre de un solo diamante elegido y bellísimo, dándole la luminosa transparencia al cerebro y la firmeza heroica al corazón. Su frente se elevó hacia el cielo, encendida por la fe, porque, si dios formó este alma de diamante, no se le otorgó hirsuto limpio y tallado, sino que se le encomendó el glorioso trabajo de pulirlo hasta extraer sus pretendidas lumbres. Figueras ha sido paciente, brioso y sufrido primero y lapidario de sí mismo".
Ciego desde los 18 años, tuvo que concluir sus estudios superiores con la ayuda de su hermana, quien le leía los libros de texto a viva voz. Sin embargo, esto no fue impedimento para que ejerciera de cronista oficial de la ciudad de Alicante desde 1908 hasta 1960, año el que falleció.
También fue académico de la Real Academia de Historia, miembro de la institución Fernán González, de Burgos, miembro del Instituto de Estudios Alicantinos, miembro de la Institución Alfonso V el Magnánimo (rey de Aragón, Cataluña y Nápoles), miembro de lo Rat Penat y de otras entidades culturales españolas y extranjeras.
Simpático y extrovertido, Figueras Pacheco nos dejó una autobiografía llamada "Recuerdos y aspiraciones", que iniciaba así:
"Una distinguida señora, la Señorita Remedios de Selva y Torres me pidió la autobiografía para las columnas de este benemérito periódico; y aunque yo sé de sobra que las vidas oscuras (y ninguna lo es más que la de un ciego), no pueden interesar a nadie, tienen, no obstante, tan misterioso poder los ruegos de las mujeres, que no hay modo de sustraerse a ellos. Disponte, pues, lector, a saltar estos renglones o a enterarte de media docena de fruslerías, que todas juntas no valen un comino, ni aun en los tiempos presentes, que todo vale tan caro".
Habiendo fallecido en 1908 Rafael Viravéns, cronista oficial de la ciudad de Alicante, fue nombrado para sucederle el 24 de julio del mismo año; y por acuerdo municipal del 10 de julio de 1931 fue confirmado en el cargo con carácter vitalicio.
Simpático y extrovertido, Figueras Pacheco nos dejó una autobiografía llamada "Recuerdos y aspiraciones", que iniciaba así:
"Una distinguida señora, la Señorita Remedios de Selva y Torres me pidió la autobiografía para las columnas de este benemérito periódico; y aunque yo sé de sobra que las vidas oscuras (y ninguna lo es más que la de un ciego), no pueden interesar a nadie, tienen, no obstante, tan misterioso poder los ruegos de las mujeres, que no hay modo de sustraerse a ellos. Disponte, pues, lector, a saltar estos renglones o a enterarte de media docena de fruslerías, que todas juntas no valen un comino, ni aun en los tiempos presentes, que todo vale tan caro".
Habiendo fallecido en 1908 Rafael Viravéns, cronista oficial de la ciudad de Alicante, fue nombrado para sucederle el 24 de julio del mismo año; y por acuerdo municipal del 10 de julio de 1931 fue confirmado en el cargo con carácter vitalicio.
Ingresó en 1927 en la comisión provincial de monumentos e inmediatamente se le encargó la redacción de una memoria relativa a las condiciones de la Albufereta próxima a la ciudad de Alicante, con el título de "La Albufera en el término de Alicante", trabajo que presentó a comienzos del año 1928; y el 16 de noviembre de ese mismo año pronunció en el círculo de bellas artes de su ciudad natal el discurso La fantasía de la historia local, en el que abogó por la reforma del escudo de la capital alicantina y el cambio de las siglas "IA" por las de "AL".
Ingresó como correspondiente en la Real Academia de Historia, donde presentó su ponencia titulada "Akra Leuka, la ciudad de Amílcar", escrita para el congreso internacional de historia de España, que tuvo lugar en Barcelona en el año 1939, y que, sin duda alguna, marcó el rumbo de su vida.
El 24 de noviembre de 1939 y en el restaurante Patria, de Barcelona, la peña alicantina rindió tributo de cariño y admiración al doctor don Francisco Figueras Pacheco, a cuyo término el ilustre alicantino manifestó lo siguiente: "La actualidad, acertada ahora como nunca, ha querido que nos reunamos en una casa que lleva un nombre sagrado, el de Patria. Para ésta tuve siempre mi devoción más pura, pero dentro de mi pecho, con ser tan pequeño, hay un santuario en mi corazón, y en él una capilla para cada una de las provincias españolas; pero, ¿por qué lo he de negar? En el lugar preferido está la de Alicante, la de mi cuna, la tierra luminosa donde se hermanan las cumbres nevadas con los valles floridos y las costas bravas, donde se deshacen las olas rugientes del mar con las arenas doradas de playas apacibles, donde parecen suspirar todavía las nereidas que las poblaron en los albores de nuestra historia. Mi santuario es el de España, pero en su altar mayor está Alicante".
Estudió toda la historia y la arqueología y dirigió las excavaciones oficiales en tres puntos de la provincia de Alicante: en la Albufereta, en la illeta de Campello y en Jávea, en 1931, 1933 y 1940, respectivamente; trabajos que publicó en libros titulados "La Albufereta en el término de Alicante", "Excavaciones en la isla de Campello" y "Panorama arqueológico de Jávea y sus cercanía", entre otros acerca de los mismos lugares.
Es digno de destacar, que en 1932 con las excavaciones efectuadas por don José Lafuente, don José Belda y don Francisco Figueras el yacimiento arqueológico de la Albufereta de Alicante vino a confirmar la tesis que nuestro polígrafo ciego expuso en el congreso internacional de la historia, de Barcelona, ya mencionado, a saber: La urbe Akra Leuka radica en el término ilicitano.
Desde julio de 1935 hasta marzo de 1960, en que falleció, fue presidente del patronato regional del liceo del pueblo español, cargo que desempeñó con gran actividad, lo cual, unido a su ingente labor como investigador y escritor, evidencia a qué alto extremo llegaba la grandísima capacidad de trabajo del ilustre ciego alicantino.
El 24 de noviembre de 1939 y en el restaurante Patria, de Barcelona, la peña alicantina rindió tributo de cariño y admiración al doctor don Francisco Figueras Pacheco, a cuyo término el ilustre alicantino manifestó lo siguiente: "La actualidad, acertada ahora como nunca, ha querido que nos reunamos en una casa que lleva un nombre sagrado, el de Patria. Para ésta tuve siempre mi devoción más pura, pero dentro de mi pecho, con ser tan pequeño, hay un santuario en mi corazón, y en él una capilla para cada una de las provincias españolas; pero, ¿por qué lo he de negar? En el lugar preferido está la de Alicante, la de mi cuna, la tierra luminosa donde se hermanan las cumbres nevadas con los valles floridos y las costas bravas, donde se deshacen las olas rugientes del mar con las arenas doradas de playas apacibles, donde parecen suspirar todavía las nereidas que las poblaron en los albores de nuestra historia. Mi santuario es el de España, pero en su altar mayor está Alicante".
Estudió toda la historia y la arqueología y dirigió las excavaciones oficiales en tres puntos de la provincia de Alicante: en la Albufereta, en la illeta de Campello y en Jávea, en 1931, 1933 y 1940, respectivamente; trabajos que publicó en libros titulados "La Albufereta en el término de Alicante", "Excavaciones en la isla de Campello" y "Panorama arqueológico de Jávea y sus cercanía", entre otros acerca de los mismos lugares.
Es digno de destacar, que en 1932 con las excavaciones efectuadas por don José Lafuente, don José Belda y don Francisco Figueras el yacimiento arqueológico de la Albufereta de Alicante vino a confirmar la tesis que nuestro polígrafo ciego expuso en el congreso internacional de la historia, de Barcelona, ya mencionado, a saber: La urbe Akra Leuka radica en el término ilicitano.
Desde julio de 1935 hasta marzo de 1960, en que falleció, fue presidente del patronato regional del liceo del pueblo español, cargo que desempeñó con gran actividad, lo cual, unido a su ingente labor como investigador y escritor, evidencia a qué alto extremo llegaba la grandísima capacidad de trabajo del ilustre ciego alicantino.
En la lista de sus numerosas y meritorias publicaciones recordaremos, omitiendo las ya reseñadas, las siguientes: "Arqueología levantina: las excavaciones de Alicante" (1936). "El altorrelieve de la Albufereta de Alicante" (1936). "La cueva de la Magdalena: prehistoria en el Mongó" (1949). "Alicante bajo los reyes de Castilla: de Fernando III el santo a Fernando IV el emplazado" (1951). "El castillo de santa Bárbara" (1952). "Las ruinas de Akra Leuka" (1954). "El antiguo puerto interior de la Albufereta de Alicante" (1954). "Historia del turrón y propiedades del de Jijona y Alicante" y "La imprenta en Alicante en el siglo XVIII"
Al ser propuesto en 1957 para la medalla de oro de la ciudad de Alicante, nuestro sabio polígrafo confesó al doctor don Vicente Martínez Morellá, presidente de la comisión provincial de monumentos y años después sucesor de Figueras en el cargo de cronista, lo siguiente: "Trabajo, en efecto, desde mi juventud con la mayor buena voluntad en toda esta clase de investigaciones relativas a la historia de mi tierra natal, pero con ello no hice más que cumplir con mi deber y con mi gusto, sin mirar a más recompensa que la satisfacción de haberme conducido como buen funcionario del municipio y buen alicantino".
Así fue el vivir de aquel hombre extraordinario, que trabajó, sufrió y gozó en su extraña soledad en su domicilio del barrio alicantino de Benalúa, donde soñó, poetizó, alumbró caminos científicos, acendró su amor a Alicante y purificó su alma para el eterno, y su victoria lo fue de su entendimiento y de su voluntad.
El 21 de marzo de 1960 don Francisco Figueras Pacheco, a quien ahora y siempre rinden los ciegos su fervoroso homenaje de cariño y admiración, falleció, no sin antes dejar el estremecido testamento lírico que supone su poema "arcos triunfales", cuyos últimos versos dicen así:
Así fue el vivir de aquel hombre extraordinario, que trabajó, sufrió y gozó en su extraña soledad en su domicilio del barrio alicantino de Benalúa, donde soñó, poetizó, alumbró caminos científicos, acendró su amor a Alicante y purificó su alma para el eterno, y su victoria lo fue de su entendimiento y de su voluntad.
El 21 de marzo de 1960 don Francisco Figueras Pacheco, a quien ahora y siempre rinden los ciegos su fervoroso homenaje de cariño y admiración, falleció, no sin antes dejar el estremecido testamento lírico que supone su poema "arcos triunfales", cuyos últimos versos dicen así:
Mi vida, a veces plácida y a veces turbulenta,
fue campo en que lucharon las sombras y la luz,
que en mi historia
siempre después de la tormenta,
lució un arco iris
encima de una cruz.
Tus lindos colores,
tus mágicas arcadas,
hoy surgen a mis ojos
cual pórticos triunfales.
Sin duda es, que en los cielos
están ya perdonados
las deudas de mis siete pecados capitales.
El valle entra en las sombras,
está espirando el día,
recógense en las cumbres
el último arrebol,
se acerca la hora extrema
de la existencia mía
"Señor", a ti me entrego,
se está poniendo el sol.
Maestro: ¡descansa en paz!fue campo en que lucharon las sombras y la luz,
que en mi historia
siempre después de la tormenta,
lució un arco iris
encima de una cruz.
Tus lindos colores,
tus mágicas arcadas,
hoy surgen a mis ojos
cual pórticos triunfales.
Sin duda es, que en los cielos
están ya perdonados
las deudas de mis siete pecados capitales.
El valle entra en las sombras,
está espirando el día,
recógense en las cumbres
el último arrebol,
se acerca la hora extrema
de la existencia mía
"Señor", a ti me entrego,
se está poniendo el sol.
Estés donde estés.